Candil de la Calle

Desastre artificial

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Estas épocas del año despiertan en este país, en este estado, en la capital, un déjá vu para muchos.

Tragedias con pérdidas de muchas vidas humanas han ocurrido en los últimos días en estados como Veracruz y Puebla, debido a los efectos de los fenómenos meteorológicos como “Earl” a su paso por el territorio nacional.

Lluvias en Guanajuato (Foto: Archivo)
Lluvias en Guanajuato (Foto: Archivo)

En Guanajuato, hace unas semanas los ríos y canales con sus caudales crecidos cobraron también vidas, por lo menos una en Silao y dos en Irapuato, un adulto y dos menores que eran primos.

Hace unos días, cientos de personas amanecieron en sus casas inundadas en León; decenas de autos dañados, negocios y mercancías afectados en varios rumbos, vialidades cerradas.

El domingo, inundados en Silao. Inundados en Irapuato. Inundados en Celaya.

Inundados en Guanajuato capital.

El boom de la protección civil posterior a los terremotos de 1985 en la Ciudad de México, trajo consigo el surgimiento de especialidades en esta área; asignaciones presupuestales que se multiplicaron por mil; la contratación de expertos consultores del mundo; la creación de las coordinaciones de PC en los gobiernos de los estados y en los municipios, a la par de la federal; la profesionalización de muchas de esas tareas desde el ámbito de la función pública; la planeación, la elaboración de Atlas de riesgo mucho más reales y realistas.

Otra visión de los desastres naturales, pues.

Con todo y ese enfoque institucional, civil, social, la realidad de la clase política mexicana, como las lluvias, nos ha rebasado, nos ha inundado y nos ha puesto con el agua al cuello cuando de desastres naturales se trata.

PC (4)México vive el desastre artificial de la corrupción, cuyos protagonistas o responsables, como sucede con otros rubros de la administración pública, no tienen empacho en meter la mano para saquear presupuestos que originalmente van destinados a reubicar fraccionamientos o colonias a las orillas de un río o en una zona inestable.

Que no sudan para aceptar la mordida del fraccionador a cambio de otorgar un permiso imposible de otorgar, una licencia indebida, un visto bueno donde se sabe que el resultado será malo, o para hacerse de la vista gorda por la inviabilidad de un puente, o la necesidad de construir uno.

Que miran para otra parte al autorizar un sistema de drenaje inútil o insuficiente en una colonia, una avenida o una carretera; o para preferir una campaña para posicionar la imagen de un funcionario que para concientizar a la sociedad sobre la limpieza de las coladeras y el alcantarillado en las calles.

Y entonces llegan las lluvias, y el año antepasado y el pasado y éste y el próximo, veremos la misma película, sentiremos el mismo déjá vu, nos quejaremos igual de todo lo que se dejó de hacer y se pudo haber hecho para prevenir.

Porque lo que se pensó que llegó para quedarse, la planeación en prevención de desastres, hace rato que se fue también por el caño.

“Si no se hubieran hecho cosas, los daños serían mayores”, justificaba hace un par de semanas el alcalde leonés Héctor López Santillana, a propósito de lo mal que les fue a cientos de leoneses por una tromba que en menos de una hora desquició a esa ciudad, la más grande del estado.

Hombre, qué alivio.