Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Diplomacia.

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A los instrumentos para realizar política exterior de un país se le denomina diplomacia. Los afanes globalizadores centrados en aspectos comerciales, parecen haber relegado a segundo término esta disciplina a grado tal que cada día parece tener menor importancia ser embajador de carrera o cuando menos profesional ducho en las relaciones internacionales.

Diplomacia eterna (Foto: .GOB)
Diplomacia eterna (Foto: .GOB)

Isidro Fabela puntualizó que no basta ser personaje de letras o laureado para desempeñar función tan delicada como representar los intereses de una nación fuera de esta, bien sea como jefe de alguna misión –militar, de negocios, cultural etc.- o como embajador. Uno de los mayores despropósitos en materia de diplomacia es designar para dicha actividad a sujetos a quienes se desea mantener lejanos del quehacer interno igual si se hace para premiar que para castigar a un individuo, incapaz de entender cuestiones tan simples como el significado de cualquier comunicación o nota diplomática[1]que más allá de su esencia oficial o confidencial corresponde su autoría y origen a quien está autorizado para generarla.

Así las cosas, en materia de diplomacia, es menester saber que son las cartas credenciales, que las notas y cuales los límites del actuar de un secretario de ministerio, embajador, cónsul o jefe de sección, residente o no en el país que lo ha designado o ante el cual se le ha nombrado. Tolerar la función diplomática realizada por gente ajena o sin el nombramiento puede dar lugar a problemas diversos, desde afectación de la imagen de las personas o el gobierno, ruptura de dinámicas comerciales, de turismo o seguridad, hasta guerras. Un diplomático serio que entiende su responsabilidad más allá de los aspectos burocráticos, tiene sobrada justificación para presentar su renuncia cuando de manera oficiosa, alguien se toma atribuciones para realizar lo que al primero corresponde. ¿Quién es más responsable el ejecutivo que nombra a personas sin calificación para las relaciones internacionales o el miembro de gabinete que se atreve a recomendar acciones fuera de su competencia para suplir a otro incluso ausente?[2]

Para una humanidad manipulada -por comunicaciones falaces en redes, sentencias televisivas o radiofónicas- el recibir a un invitado extranjero en la residencia oficial del ejecutivo de un país, es motivo de descalificación pues se supone que no debía habérsele otorgado “trato de jefe de estado”. Escuchar este despropósito de la boca de “analistas” y de profesionistas con grado universitario en mesas de café o comida lo menos que debería producirnos es tristeza, pues el protocolo con el que se distingue –en todo el planeta- a jefes de estado no se cumple por el solo hecho de llegar por aire, a la sede donde se ha de platicar o por el hecho de haber hecho público el contenido de la conversación en una conferencia de prensa.

Cualquier miembro de la diplomacia de un país, además de conocer de la materia debe ser afín a la esencia de la nación misma; si lo que se representa es una revolución institucionalizada, todos los integrantes deberían se respetuosos de los principios que les llevaron a tal responsabilidad, cosa que no ocurrió, por ejemplo con el gabinete de un presidente considerado novato, quienes mayoritariamente simpatizaban con el régimen al cual se pretendía sustituir, de ahí que fue relativamente fácil a un embajador extranjero intervenir en los asuntos internos de México, pasando incluso por encima de las instrucciones del presidente norteamericano que lo había designado[3]

¿Qué es más lamentable, que un secretario de estado no sea simpatizante de nuestra revolución ni respetuoso de la institucionalidad o que los medios de comunicación no aclaren falacias? Desatender lo estructural en lo público da lugar a desgobierno y en casos extremos anarquía ¿A quien convenía que las funciones de Francisco I. Madero fueran descalificadas al grado de propiciar su asesinato?

Más que urdir criticas, sin contenido objetivo y basadas más en cuestiones emocionales de quien las emite –escuché a un furibundo universitario de la tercera edad, terminar acusando al titular de nuestro ejecutivo por “chaparro y tonto”- como ciudadanos orgullosos de la existencia de un país que muchos han anhelado conquistar sin éxito por encima de nosotros, deberíamos partir del cuestionamiento que nos lleve no a la descalificación sin bases sino a entender a quien conviene tener un presidente débil, un gabinete dividido y políticos experimentados excluidos.

¿Alguien ha analizado el contendido y origen de la nota dirigida a los miembros de los partidos contendientes electoralmente en los Estados Unidos? ¿Conviene seguir ahondando en el tema? Si mañana amaneciéramos sin presiente ¿alguno de los críticos oficiosos podría asumir la función con mejor tino?

Pasarse por el arco del triunfo las intenciones de un mandatario, cometer errores, como los que el gobernador Carranza señaló en su momento -en materia de seguridad y otros temas de gobierno- desconocer los alcances de notas diplomáticas [4]–propias y ajenas- engañar al quien lo nombró[5] es natural de seres falibles. Corregirlos es el mayor mérito. Si cada uno de nosotros actuamos como verdaderos mexicanos, sumando en vez de restar, dando un frente común para atajar las ambiciones del extraño, será el mejor camino para señalar a los traidores – externos e internos- que pretenden dividirnos, enfrentarnos y desestabilizarnos como el único camino que conocen para sustituirnos.

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[1] Meisel: Cours de style diplomatique. Nota igual a memoria corta, en la que se pide o se da una respuesta.
[2] El error es tan antiguo como el nombramiento del gabinete de Francisco I Madero. Isidro Fabela Historia diplomática  de la revolución mexicana Página. 24 Tomo I
[3] Henry Lane Wilson,  pasando por encima del afán pacifista y de no intervención del presidente Taft, operó en contra del primer presidente mexicano emanado de una revolución
[4] Ver memo de febrero 12 de 1913, respecto a visita al presiente madero y luego el resumen de los que fuera su entrevista con Félix Díaz.
[5] El embajador norteamericano en tiempo de la presidencia de Francisco I. Madero, envió notas diplomáticas (entonces eran telegramas) a su propio gobierno al cual engañó  además de pedirle poderes plenipotenciarios para decidir cosas que no eran de su incumbencia