Los medios del mundo, los medios estadunidenses, han puesto sus ojos y las herramientas del periodismo de investigación en la corrupción al estilo mexicano que se practica en distintos niveles gubernamentales, pero con mayor énfasis en el gobierno federal bajo la presidencia de Enrique Peña Nieto.
Vaya usted a saber por qué.
De que le han encontrado los detallitos a la administración federal, se los han encontrado. ‘Detallitos’ que nos han costado a los mexicanos miles de millones de pesos, embolsados o en las cuentas en Bahamas o Panamá, en una tarea que es, sigue siendo sin duda alguna, el principal obstáculo de la democracia mexicana, la acabada.
La corrupción.
La denominada transición a televisión digital (o apagón analógico) representó para el gobierno de Peña Nieto la oportunidad de valerse de un ‘programa social’ (disfrazado así) para destinar miles de millones de pesos en la utilización del padrón de pobres, ancianos o población vulnerable del país en una maniobra político electoral sin precedentes: les regaló televisores.
Diez y medio millones de televisores fueron licitados y adquiridos a un costo total que rebasó los mil 300 millones de dólares, en una entrega polémica hecha a través de programas como Setenta y más, madres solteras y otros manejados por la Secretaría de Desarrollo Social, cuyos delegados no desaprovecharon la oportunidad de soltar discursos de elogios a Peña Nieto y su empeño en que ante el cambio en la señal, los pobres y los más pobres no se quedaran sin tele, haiga sido como haiga sido.
Así pasó en Guanajuato con la delegada Claudia Brígida Navarrete Aldaco, quien fue cachada varias veces con micrófono en mano ante los cientos de personas que esperaban en fila para recoger su tele (la que muchos vendieron apenas salieron con ella) adjudicando el programa no a una política pública (por más cuestionable que sea) sino al alma caritativa que habita Los Pinos.
Ahora, el Wall Street Journal, medio estadunidense, ha publicado un reportaje en el que se abordan aspectos sospechados antes, aparentemente confirmados, sobre la forma en que se orquestaron las asignaciones a las empresas responsables de proveer de los televisores al gobierno federal.
En el país de los diezmos, que licitaciones multimillonarias como éstas para la entrega de los televisores salieran “limpias” era literalmente imposible.
Haga cuentas.
Ya antes medios como Proceso habían puesto la mira en el sobreprecio de más del 20 por ciento en la adquisición de los aparatos de televisión, y el hecho de que se hubiera optado por éstos en lugar de los decodificadores, mucho más económicos, para entregarlos.
La empresa Comercializadora Milenio y la armadora Diamonds fueron por mucho favorecidas por encima de empresas mundialmente reconocidas y dedicadas a la fabricación de estos aparatos.
El apagón analógico fue internacional, pero sólo en México se obsequiaron televisores utilizando los padrones de programas sociales paternalistas que se han llamado de distintas maneras cada sexenio: Solidaridad, Progresa, etcétera.
“Funcionarios recibieron sobornos”, resume el reportaje del Wall Street Journal.
Este apagón nos salió carísimo. Más lo que se acumule en el resto del sexenio.