Ecos de Mi Onda

Led Zeppelin: Venciendo la Fuerza de la Gravedad

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Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo

a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él.

 Isaac Newton

 

Lez Zeppelin (Foto: Especial)
Lez Zeppelin (Foto: Especial)

En 1969 los Beatles ya no se preocupaban por cuidar las apariencias y se observaban realmente enfadados durante la filmación de la película Let it be, prácticamente a punto de la separación, pero aún con los arrestos suficientes para realizar el mítico concierto de la azotea. Ese mismo año grabaron y lanzaron al mercado su último álbum, Abbey Road, cuyas canciones competían en ese momento con Give peace a chance, canción en solitario de John Lennon. Por su parte, los Rolling Stones estaban ocupados en la grabación del álbum Let it bleed y lamentaban la extraña muerte de Brian Jones. Eran tiempos de cambios, en esa época en la que la genialidad musical brotaba a raudales y surgían grupos talentosos rebosantes de originalidad; jóvenes deseosos de competir por la fama y desplazar de los pedestales a sus grandiosos predecesores. Para ello había que tener alas para volar, o en su defecto, un sistema mecánico para elevarse a las alturas, pero ¿de plomo?

Bueno, para ascender a los cielos y transportarse por vía aérea, una alternativa es hacer uso de un zepelín, ese globo aerostático o dirigible perfeccionado por el conde alemán Ferdinand von Zeppelin, con su estructura cilíndrica de envoltura metálica impermeable, autopropulsado por motores y cuya condición para elevarse es llenar el volumen de los depósitos alojados en su estructura, con un gas más liviano que el aire, eligiéndose el Hidrógeno, un gas altamente inflamable, sobre el Helio, por motivos de economía. Este artefacto fue utilizado con cierta frecuencia desde 1900, año en el que se presentó la primera versión construida por el conde Zeppelin, hasta el 6 de mayo de 1937, fecha en la que ocurrió el terrible y lamentable accidente del dirigible LZ 129 Hindenburg, que tras cruzar el Atlántico se incendió en una estación aeronaval cercana a Nueva York.

¿Por qué un grupo de rock decide nombrarse Zeppelin, Led Zeppelin? En realidad, para el nombre de las bandas de rock no existe una lógica. Como ejemplo basta recordar que para 1966 existía una reconocida banda norteamericana llamada Iron Butterfly, así que no había nada particularmente extraño en el nombre. Pero se cuenta que en un ensayo del grupo apenas en formación, Keith Moon, el famoso baterista de The Who, quien incluso participaba en la tocada, pronosticó que la agrupación estaba destinada al fracaso y que caería estrepitosamente como un zepelín de plomo. Como quiera que haya sido, el nombre prendió y optaron por Led, eliminando la a de lead, para forzar al público de Estados Unidos a pronunciar led y no lid, de acuerdo a la pronunciación norteamericana.

En los ecos de mi onda memoriosa no recuerdo haber escuchado canciones del primer álbum grabado precisamente en 1969 y al que nombraron simplemente Led Zeppelin y que tenía en la portada frontal la imagen del Hindenburg en llamas, pero para 1970 comenzó a escucharse reiteradamente en las estaciones de radio su primer gran, gran éxito Whole Lotta Love, canción incluida en su segundo álbum grabado a finales de 1969 y nombrado Led Zeppelin II, de tal magnitud, que ocupó el número 1 de las listas, desbancando ni más ni menos que a Abbey Road de The Beatles. Siendo un beatlemano de corazón, eso sí que me sorprendió, sobre todo porque no estaba preparado para escuchar lo que se empezó a llamar Heavy Metal y sentía  enfado de que al separarse mi grupo favorito, la nueva onda musical fuera del tipo de rock de los zepelines. Además la imagen de los miembros era peculiar para esa época, claro, vista desde la óptica nacional, con un Robert Plant andrógino, esbelto, melena rubia ensortijada, vestuario entallado, Jimmy Page y John Paul Jones por el estilo; pero John Bonham parecía un obrero británico ebrio saliendo de una taberna. Un aspecto muy significativo es que estos cuatro elementos están, hasta el día de hoy, catalogados entre los mejores músicos de la historia del rock.

Whole Lotta Love era intrigante, cinco minutos y medio de enorme intensidad bordada con el potente riff de Jimmy Page, la poderosa batería de John Bonham acompasada por el virtuoso bajeo de John Paul Jones y la inconfundible voz aguda de Robert Plant,  que del minuto 1:30 al 3:15 desataban un lapso emocional de percusiones, guitarras de sonidos distorsionados y gemidos desinhibidos de Plant, en una especie de placer orgásmico, lo que para las pautas leonesas de inicios de 1970, escucharlo frente a los padres significaba una escandalosa transgresión. Si ya habían aceptado a los Beatles e incluso algo de los Rolling Stones, esto era demasiado. Heartbreaker resulta un rock agresivo en el que Page hace alarde de dominio sobre su guitarra y Lemon Song un blues británico… You send me the blues way down the line, ohh, pero en el que se sentía la densidad del plomo, del metal pesado.

Sabíamos que la droga estaba presente en el rock and roll de fines de los sesenta y Led Zeppelin no era ni mucho menos la excepción. Entonces, en el medio conservador del Bajío no era frecuente que trasmitieran sus canciones por las estaciones de radio y mucho menos por televisión, por los dos canales de Telesistema Mexicano que se veían en el país. Así pues, realmente comencé a escuchar a Led Zeppelin varios años después, a fines de los setenta, cuando un amigo me prestó unas cintas grabadas, que me dispuse a escuchar en la casetera (¿Qué es una casetera? Dice mi nieto), en una de esas tardes calurosas, después de que salí de trabajar del primer turno en la siderúrgica de Lázaro Cárdenas Las Truchas.

Encendí un cigarrillo y empecé a escuchar una serie de contrastes musicales, empezando por You Shook Me. Órale, blues de notas repetitivas, el órgano bordando sutilezas en una aparente monotonía, la armónica oscilante, la voz lastimera y quejumbrosa… Me sacudiste nena, tienes que estar junto a mí, no puedes dejarme sólo, no, no puedes, la guitarra filosa, insistente que barbaridad. Una canción de Dixon-Lenoir, incluida en el primer álbum. Era una dimensión blues roquera sensorial que recorría el cuerpo cubierto de plomo gris. Pero luego vino la canción Thank You, del álbum Led Zeppelin II, contraste exquisito e inesperado… Si el sol se negara a brillar, te seguiría amandoCuando las montañas se deshagan en el mar aún seguiremos tú y yo… Pequeñas gotas de lluvia, susurros del dolor. Lágrimas de amores perdidos en el tiempo se van… Mi amor es fuerte, contigo no hay error, juntos iremos hasta la muerte. Balada romántica, guitarras acústicas y el órgano de John Paul acompañando y acompasando la melodía cantada por un Plant que convence con respecto a su amor. Después, también en Zeppelin II, el rock Ramble On No quiero echar raíces, camino con la lluvia pegándome de frente y necesito encontrar a mi chica, la reina de mis sueños ¡qué barbaridad! Batería y bajo en el diálogo rítmico perfecto, la guitarra haciendo piruetas, como notas que saltan en medio de la lluvia de otoño bajo la luz de la luna… Ramble on… tengo que encontrarte, canta con voz potente Plant.

 

Emoción y otro cigarro y Black Dog, del álbum sin nombre, rock clásico en el que el hombre se alebresta por las formas femeninas y le echa los perros, pero al final la hermosa mujer es ingrata y lo traiciona; ahora busca una buena mujer trabajadora que lo acompañe ¡Ja!. Enseguida Rock and Roll, del mismo álbum cuatro, nostalgia pura de los grandes años del rock, casi me hacen recordar a los Teen Tops ¿Por qué no? Y de nuevo los contrastes con Stairway to Heaven, tema que ya había escuchado, pero que susceptible en el momento, resultaba provocadora ¿Se puede comprar una escalera al cielo? ¿Te arrepientes de seguir ese camino? ¿Vas por el rumbo correcto? Se habla mucho de mensajes escondidos en las letras de los zepelines y esta es de las más notables. La canción tiene un inicio delicadamente acústico y va tejiendo la historia de la Reina de Mayo… Hay dos caminos que puedes seguir, pero durante el largo trayecto aún estás a tiempo de cambiar el camino que tomaste… El flautista está llamando para que te unas a él. Sí, la letra es críptica, pero es claro que todos nos amparamos en el libre albedrío y podemos apreciar una obra estética sin menoscabo de nuestra libertad. Siguieron más canciones y llegué a Going to CaliforniaPasé mis días con una mujer cruel que se fumaba mi yerba y se bebía todo mi vino, así que decidí comenzar de nuevo y para eso me fui a California (con el corazón destrozado), allá hay muchas hermosas muchachas con flores en el pelo. Sueño acústico con tintes de fobia a las alturas, pero en el que se acepta que no es fácil encontrar a la mujer de los sueños, ni parándose en la punta de una montaña para tratar de divisarla en este mundo humano deshumanizado. ¡Ah, la juventud! Divino tesoro.

Sí, fue una época extraordinaria, la creatividad era patente en los catálogos y en las antiguas sinfonolas a las que se le echaba la moneda para escuchar las canciones de moda. A inicios de los setenta en Guanajuato, nosotros íbamos al Pingüis y pasábamos las horas platicando, oyendo música y tomando un café. Nadie nos molestaba, ni nos medían el tiempo, ni nos presionaban para consumir más. La sociabilidad era parte de la formación humana constante y sonante y las conversaciones giraban alrededor de los diversos temas de actualidad y era menester filosofar sobre las causas y los efectos. Sobre todo de aquellos efectos producidos cuando no se sopesaba la sabia virtud de conocer el tiempo y se descuidaban los estudios… Pero algunas veces vaya que valía la pena.