Ecos de Mi Onda

Esclavitud en la Caverna

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Mucha gente no puede ni emanciparse, es decir,

no puede ni darse cuenta de la esclavitud en que le mantiene

las ideas en medio de las cuales se ha educado.

Samuel Butler (escritor inglés, 1835–1902)

Una de las mayores aspiraciones de los seres humanos es la libertad, la cual, si bien concebida desde el origen de los tiempos y aplicada específicamente en la decisión de comer del fruto del árbol del bien y del mal, con las correspondientes consecuencias expresadas en los textos bíblicos, con frecuencia se escatima desde las posiciones de fuerza y poder, cuando un determinado personaje asume el control de la capacidad de decisión de las personas de un entorno particular, de manera arbitraria.

Libertad, libertas, en un humano es la cualidad de libre, libre de pensar, actuar, omitir, opinar, de movimiento, de selección entre opciones; tener la autonomía de pensar y obrar de acuerdo a la conveniencia de la persona, teniendo como única limitante dentro del marco del razonamiento, el respeto a la libertad de las personas del entorno, es decir, no puedo hacer uso de mi propia libertad para esclavizar a mis semejantes, para reprimir su voluntad; código ético que se rompe con más frecuencia de la que podemos suponer, en todas las circunstancias de la vida cotidiana.

255436_244493795690834_499503440_nPara tener conciencia de la libertad es necesario conocer el significado vital y la magnitud de los efectos al carecer de ella. En este sentido es muy ilustrativo el mito de la caverna, narrada en el Libro VII de La República de Platón, con esos extraños prisioneros que sólo tienen la alternativa de mirar las sombras proyectadas por una serie de figuras iluminadas por una antorcha tras una pared en el interior de la caverna. Sin alternativa de movimiento, esas sombras y las voces que ellos escuchan de quienes mueven las figuras tras la pared, representan las condiciones y el sentido de la vida a la que están fatalmente atados ¿Qué pasa si a uno de los prisioneros se le permite salir de la caverna? En principio, el resplandor del sol lo cegará, pero gradualmente conocerá la nueva y esplendorosa realidad bajo la luz del cielo, la cual, al regresar a la caverna se dispondrá, entusiasmado, a trasmitirla a sus compañeros prisioneros, quienes al escuchar esa rara experiencia lo juzgaran de loco y lo matarán. El terrible terror a lo desconocido, capaz de engendrar odios y resentimientos.

En el mito se perciben tres grupos de sujetos: los prisioneros inconscientes a la libertad, los operarios de la enajenación y el poder enajenante. Sin embargo, ese estado de inconsciencia primigenio de la caverna no es absoluto en el ser humano, quien en el fondo de sí mismo tiene al menos rasgos de conciencia de la libertad, sensible al derecho de poseerla y a la indignación de perderla. Tan es así, que son incontables las batallas que se han librado en la historia para defenderla o para recuperarla frente a una fuerza opresora, escribiendo con sangre que es preferible morir luchando contra la tiranía a vivir sin libertad.

En un principio el ser humano convivía con la naturaleza, identificado en ella como una especie interactiva, respetando las leyes naturales y el equilibrio de los ecosistemas, siguiendo al líder, uno más de ellos, el más bravo, el más fuerte y astuto, como lo hacían las demás manadas. Esto les permitía asociarse para sobrevivir y satisfacer las necesidades básicas de los integrantes de los clanes. Pero pronto se proyectó el auto culto a la personalidad, al mayor merecimiento subjetivo, la envidia y los rencores frente a los líderes naturales que se llevaban los reconocimientos, lo que produjo el aislamiento y desvinculación de los grupos, así como la complicidad de los individuos inconscientes para configurar un poder despótico, en contra de las pautas racionales.

La esclavitud surge en función de imponer a toda costa los intereses particulares sobre el bienestar común, de conservarse en un poder absolutista, transgeneracional, en el correr del tiempo infinito. Esta es la sencilla doctrina del dictador: cumplir a cabalidad lo complejo de ser el caudillo de las acciones bélicas de su propia gavilla y de asumir a la vez, el papel de sacerdote en los rituales de su propia deificación.

El comercio fenicio requería brazos para remar en las embarcaciones repletas de productos para comerciar a lo largo y ancho del Mediterráneo, para explotar las minas y realizar los trabajos más indignos. Los egipcios, los griegos y los romanos hicieron lo mismo y en la antigua Roma los pusieron a luchar a muerte para entretener a la plebe levantisca; el mito de la caverna materializado en un proceso de realidad ordinaria. Los esclavos se exponían en los mercados y se tasaban de acuerdo a la apariencia física correspondiente a los diversos quehaceres demandados por ese mercado laboral. No sólo eran los individuos, mujeres y hombres  aprisionados después de la victoria en las batallas, la demanda comprometió a los gobiernos opresores a crear fuerzas esclavistas, con una preferencia racial africana que regó por el mundo sangre, sudor y lágrimas de impotencia y de dolor físico y espiritual hasta hace muy pocos años.

Imagen de un agujero negro Especial DestacadoApenas en 1955, en el primer día de diciembre, Rosa Parks, mujer afroamericana, se negó a obedecer al conductor, quien le exigía que le cediera su asiento a un hombre blanco en un autobús urbano en Montgomery, Alabama; acción que le costó ser detenida por las autoridades, por perturbar el orden. Tras esta lamentable experiencia, muy frecuente en el sur de los Estados Unidos, basada en la práctica abiertamente permitida de la segregación racial en casi todas las actividades sociales, apareció la figura fulgurante de Martin Luther King, mártir de la lucha anti segregacionista en el siglo XX y conductor pacífico hacia el respeto de los derechos humanos de los afroamericanos en su propia tierra, en la patria amada y respetada por la que muchos negros lucharon convencidos en las batallas a las que los convocaron mañosamente, ocupando el lugar de muchos blancos indignos de llamarse americanos.

Erich Fromm reflexiona sobre la libertad como experiencia humana y se pregunta si es inherente a la condición humana y también si junto al deseo natural de libertad pudiera existir un deseo instintivo inconsciente de sumisión, pues a lo largo de la historia ha sido evidente que los humanos no han logrado abatir, o al menos controlar, una especie de oculta satisfacción de someter al prójimo ¿Qué es lo que origina en el hombre un insaciable apetito de poder?, se pregunta Fromm.

El deseo de esclavizar es una tendencia al mal y si bien ese empeño se podía imputar a la ignorancia y su práctica a la conducta de soberanos y sacerdotes insaciables de poder y embaucadores del pueblo, hoy mismo vemos ese mismo afán envuelto en engaños publicitarios manipuladores y enajenantes, diseñados por personas cultas y preparadas, que persisten en sostener un sistema político, económico y social que no ha funcionado correctamente para vencer las injusticias y desigualdades, patentes en el mundo entero.   

Siguiendo a Fromm, Freud aceptaba la idea de la maldad de la naturaleza humana y que la sociedad podía moderar este impulso básico, pero creía que mediante este acto represor, los impulsos se convertían en tendencias con un valor cultural y sobre este fenómeno, expresaba, se constituía la base humana de la cultura, como un efecto de sublimación. Este análisis parece correcto, sólo que la conducta de determinados individuos no se ajusta a este razonamiento, se sale del molde y mantiene justamente la tendencia a la maldad en muchos términos, incluyendo la tendencia a enajenar la voluntad ajena, como un efecto de degradación humana, la del esclavista, quien pretende adjudicarse la propiedad física y espiritual de otro ser humano y designarse como su amo, demandándole obediencia ciega en todo aquello que este requiera para la satisfacción de sus propios fines.  

De acuerdo a las leyes de todos los países, la esclavitud está oficialmente prohibida en todas sus formas. No obstante, es práctica común alrededor del mundo la forma velada de esclavitud que representa la explotación de las personas, que perciben salarios ignominiosos por el desempeño de sus labores, que no les alcanza tan siquiera para satisfacer las necesidades elementales del trabajador y su familia, sin oportunidades para estudiar y afianzar la esperanza de salir de una situación denigrante, y este cuadro parece justamente representar los afanes de los países industrializados en su búsqueda de mano de obra barata en los países subdesarrollados, abatidos por gobiernos corruptos que se aprovechan de esta misma situación, participando en las ganancias, al establecer deliberadamente las condiciones ventajosas, para que las corporaciones trasnacionales obtengan ventajas, finalmente vienen a crear las fuentes de trabajo que requieren los gobiernos para justificarse ante las sociedades correspondientes.

El 2 de diciembre de 1949 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución 317(IV) para abolir la trata de personas y la explotación de la prostitución ajena. De esta forma, el 2 de diciembre de cada año recuerda la erradicación de todas las formas de esclavitud, incluyendo la trata de personas, la explotación sexual, las peores formas de trabajo infantil, el matrimonio forzado y el reclutamiento forzoso de niños para utilizarlos en conflictos armados. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que existen 21 millones de personas en el mundo, que aún hoy son víctimas de trabajo forzoso, generando la exorbitante suma de alrededor de 150 mil millones de dólares anuales de ganancias ilícitas en el sector privado.

Se ha avanzado, pero todavía existe un camino largo y sinuoso de lucha por delante, para lograr plenamente el derecho a la dignidad de la persona humana.