El Laberinto

La diminuta cobija

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Analogía de los problemas actuales de desabasto de energéticos y canasta básica, así como las posibilidades del pluriempleo en México.

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Para variar comencemos el año con una pequeña historia, para nada inspirada en la vida real.

El Señor Panchito despertó a primera hora muerto de frío y mientras carraspeaba por la irritación de garganta; aún adormilado, desvelado y con el estómago irritado por tanta fiesta, en la que había gastado los centímetros extra de tela que le daban cada año, descubrió que de la noche a la mañana la cobija, que de por sí le venía chica desde hace muchos años, se había reducido considerablemente.

Comenzó a recordar con nostalgia la historia de la cobija, como hubo un tiempo en el que arrastraba hasta el piso y le permitía dormir plácidamente, después cómo al empezar a compartirla con su mujer ella sugirió que, ya que ambos podían cubrirse tan bien, tal vez alcanzaría para que una persona nueva disfrutara de su calor.

Siendo tres bajo la cobija, algunas veces un movimiento súbito dejaba un talón o una rodilla a la intemperie, sin mayores consecuencias, pero cuando llegó el cuarto miembro fue necesario que su esposa consiguiese una nueva manta para estirar el área de cobertura y así habían comenzado a dormir cada quien con la suya y los niños en medio, cubiertos con ambas, con el fin de que los cambios imprevistos afectaran a los extremos y rara vez al centro. De vez en cuando podían darse el lujo de quedarse a ver la tele el sábado entero bajo sus mantas e incluso les daba para viajar a otros sitios donde hacia menos frío sólo para sentirse extra abrigados bajo las mantas de siempre.

Panchito volteó a ver a su esposa, mientras esta dormía lo más reducida posible con la espalda descubierta para poder cubrir a los pequeños mejor, y descubrió con tristeza que también su manta era mucho más pequeña que el día anterior, salió a comprar el periódico, pues consideraba que era bastante extraño que las cobijas se redujeran, tal vez el problema es que cada vez el frío afuera estaba más crudo, y él y su familia, más grandes.

En la primera plana del diario, a ocho columnas, hablaban del frío y las cobijas, y los que se encargaban de distribuirlas decían que el cambio en el clima era inevitable y que no dependía de ellos y que desgraciadamente no iban a poder repartir más metros para cada quien porque sus gastos de operación no se los permitían y la foto mostraba a un hombre, el director de la fábrica, que por más que trataba de ocultarlo tenía metros y metros de cobija rebosando tras él, arrastrándose y llenando todo el fondo. La peor amenaza, decían otra nota de menor tamaño, era que dejaran de importarse cobijas del extranjero, pues hacía mucho que las nacionales no bastaban para cubrir la demanda.

La impotencia lo invadió, tendría que usar la diminuta cobija para cubrir lo indispensable y debería conseguir una extra, aunque eso significara pasar menos tiempo con la familia o tal vez haya otra solución, pensó mientras caminaba de regreso a casa.