Histomagia

La tercera voz

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De como el ángel de la guarda se comunica en un antiguo hotel de Guanajuato.

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Si bien es cierto que en Guanajuato la vida es placentera por la vitalidad que la misma dinámica de la ciudad tiene, es indudable que un aire místico la cubre: las noches en Cuévano están llenas de misterio y magia, pues sus calles, callejones y plazas son visitadas por espíritus, fantasmas, espectros y a veces, ángeles de bien.

Me cuenta mi alumna Vázquez, oriunda de Dolores Hidalgo, que unos amigos suyos, pertenecientes a un grupo musical, una de las veces que vinieron a tocar a la capital, se quedaron en un hotel del centro para poder descansar después de la gira que por fin terminaría aquí. Esa noche la tocada fue un éxito y, a la luz de la luna, el vino tinto y el buen ambiente, una pareja de amigos se quedaron a platicar bastante tarde en una de las plazas de aquí que de noche se ven esplendorosas, con aire frío y rincones silenciosos.

Ya entrada la madrugada, decidieron irse a descansar al hotel y, por fin, despojarse de ese día de emociones y éxitos, aún embebidos ya ahora por la compañía que vislumbraba un posible noviazgo. Llegan al hotel y cada uno se retira a su respectiva habitación.  Él, avivado por la emoción del momento, ya preparado para dormir, decide marcarle al cuarto de ella, para despedirse de manera más formal. Ella le contesta, emocionada también, pues es evidente que el amor ya había tocado sus corazones.

Estaban hablando, a estas alturas ya de tonterías, cuando de improviso él escucha una voz masculina que clarito le dice: “Ya déjala descansar…” Extrañado le pide a su amiga que le diga quién está con ella, ella atónita le dice que nadie, que sólo está ella solita en el cuarto. Se ríen de esa pregunta y siguen su charla. No pasan  ni dos minutos, cuando él vuelve a escuchar en el auricular: “Ya déjala descansar, en serio, déjala descansar”, ahora sí con una voz más firme y determinante. Asustado e intrigado aún más, le pide a ella que en verdad le diga si está con alguien –pues no tenía caso seguir enamorado de alguien que le mintiera—ella le dice que no, que en verdad no está con nadie y que ya no le diga nada porque la está asustando. Terminando de decir eso, ambos escuchan: “Ya déjala descansar”. Ahora sí, la plática se deriva en: “¿Oíste?” “Sí, ya también lo oí”. Asustados los dos deciden colgar e irse a dormir. Ya en su cama, ella que está sola, se encuentra aterrada esperando que el de esa voz no se le aparezca, que en verdad desea dormir, sí, en Guanajuato, ciudad mágica y misteriosa. Con esas cavilaciones, el cansancio la vence.

A la mañana siguiente, ambos se ven para ir a desayunar y, hablando de lo sucedido y que a ninguno de los dos los espantaron por la noche, atribuyen esa voz al ángel de la guarda de la muchacha, porque la voz insistía en ese descanso que en verdad tanto ella como él necesitaban. Eso sí, el susto nadie se los quita.

Como ves las experiencias en la ciudad pueden ser agradables de vez en vez, cuando vengas igual y tu ángel de la guarda que siempre te cuida, te hable directamente a ti o igual te defienda de alguna entidad que viva en alguno de los hoteles antiguos del centro. Ven, lee y anda Guanajuato.