Guanajuato es una ciudad llena de niños, cada día las calles y callejones los niños revolotean, juegan, hacen que la ciudad cobre vida, ellos muchas de las veces, sin saberlo, conectan este mundo con otros que existen desde siempre. Los juegos de los infantes de estar hablando, al parecer con nadie, han sido parte de la vida de esta ciudad. Sabemos que Los amigos imaginarios de los niños a veces no son tan imaginarios como creemos los adultos quienes pensamos siempre que ellos juegan solitos, pero no necesariamente es así.
Mi amiga Mary vive por la Presa de la Olla, su casa es de las más antiguas de Guanajuato, y ahí ha vivido su familia desde que ella tiene memoria. Me cuenta mi amiga Mary que su hija única siempre jugaba solita, pero que lo que más hacía era el estar platicando con alguien en la sala de su casa. Al principio eso no implicaba ningún problema, pero la situación fue cambiando a mayores cuando mi amiga comenzó a escuchar murmullos de voces que le contestaban a la niña.
Dice que una vez que estaba tan metida en su trabajo en su computadora, no puso atención a la niña que comenzó a jugar a la comidita con un grupo de “amigos” ahí en su cocina, sólo escuchaba cómo la niña platicaba y servía comida a sus invitados. Todo era, hasta ese momento, normal. Siguió en su trabajo y, de repente, Mary salió de su ensimismamiento del trabajo cuando escuchó una voz bastante grave que dijo: “gracias”. Extrañada se queda escuchando más detenidamente y de pronto oye murmullos de voces y risas. Asustada, sin pensarlo, desde la sala, le dijo a la niña que no hiciera esa voz, que no era chistoso y que además podía lastimarse la garganta. En respuesta se escucharon primero la risilla de la niña y luego un coro de risas de varias tonalidades, en crescendo, tan fuertes que pareciera hubiera una fiesta ahí.
Fue entonces que mi amiga, de inmediato se levantó y corriendo fue a la cocina pensando que se habían metido a la casa hombres para robar, pero cuando llegó a la cocina sólo estaba su hija, nadie más, eso sí, en la mesa estaban servidos cinco platos con sopa y, en ese instante, uno, sólo uno, estaba levitando como si alguien estuviera bebiendo del mismo plato la comida. Impactada por esa situación y por las risas que seguían escuchándose, sólo atinó a ir a abrazar a su hija. La niña sonriendo le dice que no se asuste, que son los amigos con que siempre juega en la casa y que ahora estaban divertidos porque ella parecía muy asustada, que no les tuviera miedo, que ellos las cuidaban como lo habían hecho con todos los de su familia en esta casa. Mary ya lloraba del terror que le provocaba esa situación, pues plato seguía en vilo, no bajaba a la mesa. La niña insistía en que no se preocupara, que en verdad eran buenos amigos. Diciendo esto y el plato cayó al suelo. Y las risas cesaron. El silencio se hizo. Entonces la niña se separó de su mamá y se fue a su cuarto sin antes decirle: “mamá, me dicen que ellos jugaban contigo también”. Sorprendida ante lo que su hija dijo, Mary piensa rápido y en efecto, recuerda que cuando era niña siempre había personas a su alrededor, nunca estaba sola en esa casona, pese… ¡a ser hija única! Mary entonces comprendió que la vida en esta ciudad es una manera peculiar de vivir, no siempre sabemos si los que nos rodean están vivos o muertos, nosotros los vemos, pero nunca sabremos si son nuestros guardianes como lo han sido esos seres que alimentaba la hija de mi amiga.
Hasta la fecha, Mary ya no se asusta de esta situación vivida en su casa, al contrario, cuando salen de viaje, sabe que la casa está cuidada y ella en agradecimiento les lleva dulces, regalos, a los seres que han vivido desde siempre con ellas, sabe que no podría pagarles por su protección pues es algo que no tiene costo, ellos están por amor a su familia ahí, eso me dice. ¿Quieres conocer a Mary? Ven, lee y anda Guanajuato.
