Histomagia

El padre Barajitas

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“Por favor, si ve al padre Barajitas dígale que lo estoy esperando como me dijo”, mi amigo extrañado le pregunta: “Perdón, ¿quién?”, “El padre Barajitas” contesta el señor.

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Al escribir sobre Guanajuato, sobre los misterios y experiencias paranormales que suceden aquí, es inevitable hablar de los hechos sobrenaturales que pasan en los templos. La ciudad tiene muchas iglesias de las cuales hay que contar lo que esconden, lo que pasa, y de cómo es que siempre que vas a la misa de las seis de la mañana en verdad no sabes cuál de los feligreses que asisten a tan temprana liturgia están vivos o muertos, pues sus actitudes casi en la epifanía al susurrar oraciones o cánticos tan antiguos como la ciudad misma confunden, o también no sabes si los sacerdotes o monjes que ves pasar delante de ti existen o son un espanto que quiere hacerte saber que ahí habitan.

Hace poco, antes de comenzar una reunión de trabajo, un amigo mío, con la mirada perdida, fija en la mesa, tratando de no olvidar ningún detalle, de la nada comenzó a hablar a bocajarro y contó la historia que recientemente había vivido en uno de los templos más representativos de Guanajuato: la Compañía de Jesús, congregación que dio lugar a lo que hoy conocemos como la Universidad de Guanajuato, y que en sus edificios alberga muchos secretos que se manifiestan de pronto a cualquier persona, como le sucedió a mi amigo.

En la parte de atrás del altar de ese templo, hay una pinacoteca enorme que contiene un centenar de magníficas pinturas de contenido religioso que sorprenden a propios y a extraños por su estilo lúgubre y cuasirrealista que pareciera que al caminar tú te siguen con los ojos cuidando de tu cuerpo y de tu alma; ahí anteriormente había sido la sacristía en donde los presbíteros se alistaban para dar su liturgia.

Pues bien, narra mi amigo con particular ensimismamiento, que una tarde entró al templo, iba directo a la pinacoteca para revisar los últimos detalles del próximo concierto que iba a dar, cuando un señor ya grande de edad, que estaba afuera de la puerta de la pinacoteca le dice con extrema preocupación: “Por favor, si ve al padre Barajitas dígale que lo estoy esperando como me dijo”, mi amigo extrañado le pregunta: “Perdón, ¿quién?”, “El padre Barajitas” contesta el señor.

En el colmo del horror, mi amigo interiormente se dice a sí mismo que no es posible, incluso niega con la cabeza tal aseveración. El señor le insiste, diciéndole que ahorita lo había visto cuando él iba pasando por ahí viendo los altares de los santos y es entonces el padre Barajas le llamó y le dijo que lo esperara porque le iba a dar algo, dicho esto, se metió ahí le dijo, y señaló con el dedo la puerta cerrada de la pinacoteca.

Con los ojos desorbitados y la boca abierta en instantes, preso del pánico, mi amigo hacía un gesto tan horrible que a más de uno nos estremeció con su relato, y nos dijo: “¿Pueden creerlo? ¿el padre Barajitas?”. Nosotros sólo negamos con la cabeza e intentamos decirle algo, pero él continuó con su macabro relato.

Nos dijo que él no quiso sacar al señor de su error y lo único que le expresó es que en cuando entrara a la pinacoteca le diría su recado. Vacilante, mi amigo miró la puerta de la antigua sacristía y, resignado a su destino, valiente fue con paso firme a adentrarse a ese lugar en que, al parecer, el padre Barajas sigue alistándose para dar la liturgia y algunos de los sacramentos, pese haber muerto hace más de cinco años.

¿Quieres conocer la pinacoteca de la Compañía de Jesús? ¿Escuchar uno de los tantos conciertos que mi amigo ha dado internacionalmente y conocer al padre Barajitas? Ven, lee y anda Guanajuato.