Ecos de Mi Onda

La Vida del Mundo Futuro

Compartir

Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible… Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro…

Compartir

Si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente sería una burla cruel.

Mahatma Gandhi (1869-1948).

Ya casi voy a cumplir ciento un años y últimamente me han estado surgiendo en la mente imágenes como de sueños, con personajes que inicialmente eran desconocidos, pero que con la aparición de los mismos en escenas que se me han manifestado en secuencia, como en una cascada de estampas, poco a poco me he ido familiarizando con ellos. Se me presentan cuando estoy dormitando en la mecedora bajo el limonero, o recostado en la cama, o cuando camino un poco por el patio de la casa, o cuando mi nieto Joel viene por mí y me lleva a dar un paseo por la ciudad en su coche. Pero las imágenes son más nítidas cuando duermo; en los sueños las escenas se desarrollan como en una película, sólo que al despertar, lo ocurrido se desvanece un poco y alcanzo a perder detalles.

He visto mi parto con una nitidez asombrosa, ocurriendo en un cuarto humilde en la sierra de Santa Rosa, por el rumbo de la Cañada de los Fresnos, un veintisiete de agosto de mil novecientos once, lo vi claramente, era un cuarto pequeño con el piso de tierra húmeda apisonada y a través de una pequeña ventana la luz de la mañana penetraba iluminando la penumbra. Había cacharros colgados de las paredes y observé el vano de una puerta que separaba al cuarto del resto de la casa solamente por una simple cortina de tela.

Mi madre puja y puja y la comadrona le grita que empuje más, que falta poco, que ya se me ve la cabecita; mi abuela Gaudencia sostiene a mi madre con sus brazos. Después de un lapso de sufrimientos y quejidos, por fin salgo todo seboso y Doña Chabelita me levanta de los pies y me da una nalgada y no se hacen esperar los chillidos, luego me limpia con una toalla. Mi mamá suda a chorros y se recuesta agotada sobre las almohadas de trapo en el catre, pero está muy al pendiente de mí y luego observo con un sentimiento que se me anuda en la garganta, que esboza una dulce sonrisa al escuchar cuando estalla mi llanto – Es un niñito Flora, míralo, está bonito, se parece a ti. Doña Chabelita me entrega a mi abuelita envuelto en una pequeña cobija, y ella me abraza con ternura y trata de darme un beso con cuidado – déjeme verlo – dice mi madre arrastrando su voz apenas audible.

Sí, es desde hace como tres meses que consistentemente tengo evocaciones diversas del  pasado y confieso que esto me hace sentir que el final se acerca. En realidad no tengo miedo, ya he vivido mucho tiempo, me siento muy fatigado y las fuerzas se me van extinguiendo poco a poco, pues ahora ya no puedo caminar y me da pena reconocerlo, pero ya tengo tiempo de verme forzado a aceptar el uso de pañales de adulto. Hace unas semanas, sentado en la terraza mirando amodorrado el atardecer arrebolado y melancólico, dormitando por este calor sofocante y este cansancio que me vence tan fácilmente, tuve la ensoñación de estarme observando dentro del vientre materno, meciéndome suavemente en el líquido amniótico. Era una silueta translúcida, rojiza, la cabeza lucía proporcionalmente mayor que el cuerpo encorvado y lo más extraño era que yo podía ver los pensamientos de la criatura, es decir, mis propios pensamientos, pero no los alcanzaba a descifrar con claridad, ya que se presentaban en algo así como imágenes fotográficas secuenciales, que aparecían como flashazos en un marco oscuro, aparecían y desaparecían, pero comprendía que así tenía que ser, puesto que se trataba precisamente de escenas propias del desarrollo de la gestación de mi raciocinio fetal, y aun cuando las imágenes proyectadas eran difusas, yo–él parecía tranquilo en ese momento, sin perturbaciones significativas previas al nacimiento.

Sin embargo, en las siguientes noches he tenido varios sueños en los que la criatura yo–él dentro del vientre materno, en lugar de avanzar en su desarrollo, parecía que retrocedía en su formación, pero de manera increíble las imágenes ahora resultaban con mayor nitidez y en cierta forma más comprensibles, pues ya no se trataba sólo escenas en forma de flashazos fotográficos, sino desplegadas en una dinámica ciertamente cinematográfica, y a pesar de que yo-él era cada vez más pequeño, la mente fetal me proyectaba eventos acontecidos en el pasado, previos al inicio de la gestación, como si se tratara de acontecimientos de una vida anterior.

Los sueños se hicieron recurrentes y en ellos contemplaba como el proceso inverso me llevaba al estado de embrión, retornando progresivamente hacia el punto de la preñez, pero conforme retrocedía, los hechos acontecidos en el pasado, como en una vida pasada, se iba definiendo con mayor claridad mediante el ensamble de las fracciones proyectadas en los sueños. Así entonces me fui percatando que el argumento se trataba de un recuerdo que dolía, de un trauma que se avivaba conforme retrocedía en el proceso. Luego fui cigoto, fui óvulo fecundado por un espermatozoide específico, y fui un momento de pasión desbordante.

Después tuve otro sueño en el que aparecía un niño como de tres años, sucedía una tragedia y muchas personas lloraban alrededor. El niño está inquieto, no comprende lo que está pasando, pero pronto advierte una especie de abertura en el espacio circundante de la que emana una luz que llama poderosamente su atención a la vez que lo tranquiliza, camina hacia la abertura, traspasa el umbral y es consciente de estar entrando a una dimensión diferente. Observa que su cuerpo físico se va desvaneciendo para convertirse en la epidermis de un resplandor luminoso que casi ciega la vista, corre jubiloso por un camino bordeado de altos árboles frondosos en una extensa llanura, está solo y lo veo muy cerca corriendo feliz por el campo, como si mi vista fuera la cámara que lo capta, luego lo veo desde lo alto como si yo fuera un pájaro en el espacio, se va alejando y lo observo como en una panorámica completa. Se dirige hacia una casa y ahora lo acompaña una especie de ángel que vuela con el mismo trayecto. La casa es muy sencilla y se encuentra ubicada en las faldas de un monte arbolado.

La escena cambia y el chico entra a la casa, luego se desprende de la cubierta luminosa, como si se tratara de su piel, la dobla como formando un paquete de energía y lo entrega a un anciano que al parecer lo esperaba, quien toma el paquete en sus manos y va a acomodarlo en el cajón de un gran armario, luego regresa y bendice al espíritu del niño que invisible se confunde con el entorno, luego se siente el viento fresco del atardecer y con las sombras las estrellas empiezan  brillar con una especial luminosidad en el fondo oscuro de la noche.

Al nacer estas muerto, sin aire en los pulmones y aspiras a la vida por el dolor de un golpe. No hay recuerdos del momento pero no los descarto, semillas de traumas, angustias postparto ¿Se nace con infortunio? ¿Hay goces en equilibrio? Descanso sobre el regazo de mi madre extenuada que me mira satisfecha, imágenes congeladas sin pensar en el pasado, sin pensar en el futuro. Soy yo, abrí los ojos y estrené la mirada, formas borrosas, abrí los oídos y llegaron sonidos desplazando al silencio, sensaciones al tacto, olores al olfato. Soy yo inaugurando una vida, la brecha de un destino.

¿Qué puedo decir de mí que sea de tu interés? Los años pasan pero no me doblegan, existo desde el principio, eyaculación y espermatozoides en la carrera por fecundar al óvulo materno. La gestación y el cigoto, el embrión diminuto observable en la tecnología de la vida. Movimientos fetales en el cálido volumen restringido, el sufrimiento del parto y el llanto a la vida. Miles de recuerdos pasan por la mente, primaveras e inviernos, lamentos y sonrisas, fracasos y triunfos, todo era bonito, nada era perfecto, arrepentimientos de culpas y perdones sinceros, estreno de zapatos, paseos en bicicleta y los juegos de pelota con todos los amigos, los domingos de misa, las letras formando palabras, los números y las cantidades, los pleitos a la salida, libros sabios y libros banales, el primer salario y las primeras caricias, sensaciones extrañas en el cuerpo desnudo, tus manos suaves sobre mi piel, el brillo de tus ojos, la dulzura de tus besos, el parto de nuestros hijos, sonrisas infantiles, rebeldía de adolescentes, los brotes de los retoños, y tu presencia confortante hasta que te fuiste, para luego dar paso a esta fatiga que ya no me permite ni siquiera abrir los ojos, el aire se extingue, la flama se apaga.

Joel llegó a comer para darle luego un paseo al abuelo que descansa en el patio, se detiene a mirarlo dormido, sosegado, lo que le causa una sonrisa, pero repara en la extraña quietud del cuerpo y se acerca preocupado, los viejos labios sonríen y una lágrima resbala lentamente por los surcos de la mejilla, el cuerpo conserva aún calor pero ya no respira y le grita a tía Berenice que llame pronto a un médico. La tía llega corriendo y rompe en llanto, no hay nada que hacer excepto susurrarle al oído…

Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible… Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.