El Laberinto

Preocupación de Job

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Y entonces a la felicidad se le atravesó una nube negra como esas que tapan el sol y que el viento quita en instantes…

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Para: Rojo

Me estaba mirando con esos brillantes ojos naranjas, tan cerca que sentía latir su corazón, cuando me preguntó si es que acaso todo sería así siempre. Y entonces a la felicidad se le atravesó una nube negra como esas que tapan el sol y que el viento quita en instantes dejando al que la vio pensando que tal vez puede llover después o que ya está lloviendo en otro lado, allá lejos.

Me acordé del buen Jaime Sabines, en su “Preocupación de Job”, que seguramente se le ocurrió viéndose en otros ojos brillantes, muchos años antes que a mí, cuando a una pregunta similar le vino a la cabeza el personaje bíblico y el temor que su historia infunde en las personas felices que siempre temen el regreso al otro extremo como si de un péndulo se tratara, sospechando que todo es una prueba y con la cosquilla de que se habrá hecho para merecer tanto, en ese sistema tan trillado de premio y castigo.

Entonces ¿Qué es la felicidad? sería la pregunta y ante lo indefinido tengo varias características interconectadas que pueden delimitarla, no para reconocerla porque cuando llega es inconfundible, si no para sacudirnos el temor a perderla: es personal, espontánea y cambiante.

Empezando con lo personal, si tuviésemos el tiempo y las ganas  de andar pidiendo por las calles que nos definieran la felicidad en una palabra  escucharíamos muchas cosas distintas, e incluso contradictorias, casi siempre relacionadas con los anhelos, conocimientos y apegos de quien lo enuncia y seguramente si volviéramos a preguntar un tiempo después la misma gente nos diría otras palabras. Existen entonces tantas maneras de ser feliz como personas en el mundo y para compartirla solo necesitamos la empatía.

Es espontánea, pues si la planeamos viene  el trabajo para conseguirla y cuando sucede aquello que buscamos entonces se estrella la expectativa con la realidad y se compara lo que se deseó y se trabajó con lo que se tiene y no siempre sale muy bien parado, pensando así no puede ser entonces una meta en la vida, si no destellos en el trayecto. Lo inesperado suele ser entonces lo más bonito, aunque también tiene la trampa de pescarnos medio dormidos y no saber verlo.

En cuanto a lo cambiante no existe un estado permanente de felicidad, por que perdería las dos características anteriores, tendríamos que quedarnos estáticos deseando y obteniendo lo mismo y para ello tendríamos que estarlo planeando todo el tiempo, tiene que haber un punto de contraste, algo por realizar, metas por cumplir, obstáculos que superar.

Volvamos a los labios que preguntan y al latido compartido. No va a ser así siempre y ahí está la magia: dos si quieren compartir, si saben ver y si se pueden mover juntos inventan todo el tiempo su felicidad.