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La Ciencia en la Cultura

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Presenta el siglo XXI una visión cultural confusa y contradictoria, en la que el ser humano, a pesar de contar con canales electrónicos informativos sorprendentes, tiende al aislamiento y a la  insatisfacción.

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La cultura es la suma de todas las formas de arte, de amor y de pensamiento,

que, en el curso de siglos, han permitido al hombre ser menos esclavizado.

André Malraux (1901-1976), escritor francés.

 

El aspecto más triste de la vida en este preciso momento es que la ciencia

reúne el conocimiento más rápido de lo que la sociedad reúne la sabiduría.

Isaac Asimov (1920-1992), escritor y científico ruso-estadounidense

 

Recientemente vi una fotografía en internet en la que aparecen juntos tres científicos británicos importantes, James Chadwick (1891-1974) premio Nobel de Física en 1935; Ernest Rutherford (1871-1937) premio Nobel de Química en 1908 y Joseph John Thomson (1856-1940) premio Nobel de Física en 1906. Las contribuciones de estos tres grandes científicos fueron piezas fundamentales para el establecimiento del modelo vigente de referencia para comprender la estructura de la materia bajo los principios de la Mecánica Cuántica, que fue integrada a su vez por las valiosas aportaciones de físicos de la talla de Planck, Einstein, Bohr, Heisenberg, Schrödinger, entre otros relevantes científicos.

En el desarrollo histórico del conocimiento de la materia se fueron integrando las aportaciones de generaciones de seres humanos, sembrando semillas para cosechar explicaciones sobre la estructura de la materia, mediante la transmisión de conocimientos producidos desde el siglo V a.C. en la antigua Grecia, con la primera idea de Leucipo y Demócrito sobre el átomo, el cual definieron como una partícula indivisible, eterna, homogénea, incomprensible e invisible, que se acomodaba espacialmente para establecer las propiedades de un determinado material sólido, líquido o gaseoso. Esta idea extraordinaria no fue bien aceptada en su momento y se olvidó por siglos, hasta que el químico inglés John Dalton (quien también estudió el defecto visual en la percepción de los colores que él mismo padecía y que ahora llamamos daltonismo) la retomó como base para su modelo atómico a principios del siglo XIX, del cual se fue derivando progresivamente el establecimiento del modelo actual.

En todo este proceso histórico es importante evaluar el grado al que la cultura del entorno social contribuyó de alguna forma, en impulsar el desarrollo científico sobre la estructura de la materia. Asimismo, determinar si estos avances en el campo de la Física tuvieron algún impacto inmediato o diferido sobre las características culturales de las sociedades en los ámbitos de desarrollo. De manera general, se trataría de conocer cómo se puede integrar oportunamente el desarrollo del conocimiento científico en la cultura de las sociedades, así como definir si la ciencia es influida por el entorno social en el ámbito de su desarrollo.

Del ejemplo anterior sobre el conocimiento de la materia, es claro al menos, que en los países que destacaron por las aportaciones de sus científicos en este campo, fueron consolidando comunidades que finalmente constituyeron la raíz de una tradición científica perceptible por el entorno social de esos países, que se fue insertando en el bagaje cultural para continuar el tejido de un proceso de retroalimentación ciencia – cultura.

Inicialmente el término latino cultura se refería específicamente a las labores de labranza en un terreno. Con el paso del tiempo, en el siglo XVIII el término se empezó a usar metafóricamente como el cultivo de conocimiento, el patrimonio que surge del ser humano para la comprensión  de su entorno, por capacidades intelectuales aplicadas en las ciencias y en las artes. La UNESCO define cultura como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. La cultura, prosigue, incluye los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. El ser humano es reflexivo, crítico, ético, capaz de formular cauces de conducta personal en el entorno social y de reconocerse como proyecto inacabado, cuestionando, incómodo en el confort de las ideas establecidas, lanzado de manera permanente a explorar nuevos y mejores significados, construyendo obras que lo trascienden.

La exploración continua de nuevos significados se ajusta al término latino ciencia (scientia), traducido como conocimiento, es decir, la búsqueda permanente de nuevos conocimientos refutables y reproducibles, bajo los principios del método científico, que implica la observación cuidadosa del problema; el planteamiento de cuestionamientos racionales y de hipótesis comprobables experimentalmente; la validación de la información obtenida y el establecimiento de conclusiones sobre los conocimientos generados.

Otro término básico en este contexto es Tecnología, referido al desarrollo de sistemas para la aplicación de los conocimientos científicos a la resolución de problemas específicos, y en principio, contribuir al bienestar del ser humano en la satisfacción de sus necesidades sustanciales y aquí es precisamente donde se presenta un dilema, ya que es frecuente que con referencia a necesidades básicas, los caminos que son prioridad para la sociedad, no siempre coinciden con los intereses de una comunidad científica. El problema se agudiza cuando los gobiernos ejercen presión sobre las comunidades científicas, para privilegiar intereses muy alejados de las prioridades de la sociedad.

La generación de nuevos conocimientos no siempre se relaciona con la solución de un problema de la sociedad. El ser humano es libre de investigar, para revelarse a sí mismo y a los demás, la verdad encerrada en un fenómeno de la naturaleza. Existe la libertad de investigación. John Dalton no se sentía satisfecho con la información existente en su tiempo sobre la constitución de la materia y decidió profundizar sobre las ideas existentes, acudiendo a las observaciones olvidadas de Demócrito, probablemente sin pensar en el beneficio que esto pudiera traer de forma inmediata al entorno social. Sin embargo, pronto las nuevas ideas tuvieron impacto en el campo de la Química, y a diferencia del enclaustramiento alquimista, estas se divulgaron en revistas científicas especializadas, abriendo la brecha para refutarlas y mejorarlas rompiendo paradigmas, facilitando así el desarrollo de nuevos conceptos, materiales y procesos.

Con el avance científico exponencial, a principios del siglo XX la estructura de la materia ya se modelaba bajo los principios de la Mecánica Cuántica y se empezó a hablar del inmenso valor del conocimiento, de la riqueza de quien lo generaba y lo poseía. La tecnología empezó a revestir el conocimiento con un desarrollo nunca antes visto por la humanidad, aplicado al bienestar de las sociedades en múltiples aspectos cotidianos. La era del progreso, pero también de las dos grandes guerras, en las cuales la tecnología desempeñó funciones definitivas. El proyecto Manhattan integró a los mejores científicos con el fin de diseñar y producir un arma letal, con base en los nuevos conocimientos generados a través de las investigaciones sobre la estructura de la materia, procreando al pequeño niño, la bomba atómica causante de la muerte inútil de más de cien mil civiles japoneses.

Pero el avance científico no es siempre responsable de su uso. Actualmente, el conocimiento científico está integrado en la vida humana de forma impresionante, como un arma de doble filo que muestra sus bondades en los campos de la salud, de la alimentación, de la construcción, del transporte, de las telecomunicaciones. Cómodamente en la cama oprimimos un botón para que se encienda el televisor y vemos escenas instantáneas de eventos alrededor del mundo; una pantalla muestra el camino transmitido por una sonda para llegar a una zona específica del cerebro y destruir un coágulo sanguíneo; un empresario puede cerrar negocios importantes en su oficina, discutiendo los términos con sus socios en Alemania; las poblaciones en las costas del Golfo de México son enteradas del avance de un ciclón con tiempo de anticipación para reducir los riesgos. Después de todo la ciencia es una actividad humana que incide en la sociedad y se retroalimenta de ella, sólo que esa condición se presenta en una pequeña proporción de la población humana, que ha hecho mal uso de ella, lo que es evidente en el deterioro ecológico producido. Abuso que mantiene a una inmensa fracción humana al margen de los beneficios potenciales de la ciencia y la tecnología.

Por otra parte, los sueños y aspiraciones de la humanidad, originados por las perspectivas de la ciencia y la tecnología a partir del siglo pasado, que ofrecían un panorama de bienestar y confort en el occidente capitalista, así como un paraíso comunista logrado con el triunfo del proletariado sobre la burguesía capitalista, en el bloque oriental, se fracturaron en pedazos, para presentar en el siglo XXI una visión cultural confusa y contradictoria, en la que el ser humano, a pesar de contar con canales electrónicos informativos sorprendentes, tiende al aislamiento y a la  insatisfacción. Para muchos la realidad actual se observa metafóricamente como un gran útero  electromagnético, donde se gesta una entidad generacional, (cultural e incluso genéticamente) híbrida, mutante, cibernética, en condiciones orgánicas de desequilibrio espiritual y desvanecimiento de los valores humanos tradicionales, ahora empezados a considerar, peligrosamente, como caducos, sin preocuparse, al parecer, por la reflexión ética de alternativas con respecto a un marco de nuevas reglas de conducta.

Esta preocupación la visualizó Isaac Asimov expresando acertadamente que el aspecto más triste de la vida actual es que la ciencia reúne el conocimiento más rápido de lo que la sociedad reúne la sabiduría. Esa sabiduría que cada vez más individuos confunden con las opiniones parciales,  que más bien parecen sembrar ignorancia en la nueva cultura de las redes sociales.