El Laberinto

De una sola dimensión

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La trágica actriz Marilyn Monroe tuvo, durante su carrera, dos matrimonios fallidos con dos famosos diametralmente opuestos,  el primero con Joe  Di Maggio, beisbolista  y conservador quien la dejó  por ser demasiado similar a su construido papel de símbolo sexual y el segundo con el escritor Arthur Miller, un fuerte crítico social, que la dejó por no parecerse lo suficiente. Lo que ambos percibieron de la bella actriz fue en realidad una versión unidimensional, modelada por sus propios deseos  que no permitió que conocieran a la persona real. Pero va un poco más allá y vamos a tratar de desmenuzarlo.

Podemos pensar que la visión unidimensional es un problema que nos afecta a todos y que proviene de la forma en que a nivel interpersonal y ya como conglomerados de mayor tamaño operamos para poder relacionarnos en tres etapas que se retroalimentan. Primero nos definimos, luego nos identificamos y después nos agrupamos.

La parte de la definición,  es el quien soy, que rasgos de mi físico y de mi personalidad pienso alimentar y evidenciar y como me voy a presentar ante el resto, esta etapa es muy similar a lo que hacen quienes se dedican a la actuación al preparar un papel solo que en este caso llega a ser ligeramente inconsciente y a veces incluso contraria a nuestros deseos. Aquí cabe la posibilidad de que proyectemos tanto una parte que acabemos por ser encasillados y por lo tanto malentendidos cuando nos salimos del guion, en el caso de los actores, les trae que siempre interpreten el mismo papel, con distintos nombres y contextos. Es decir que podemos hacernos unidimensionales nosotros mismos.

La parte de la identificación es cuando buscamos eso que tenemos o que creemos tener en el otro, ya sea de manera personal o al adscribirse a un colectivo o al seguir a alguien famoso en su trayectoria y tomarlo como ejemplo. En esta parte puede pasar también que el otro nos seduzca con un rasgo que creíamos dominante pero que en realidad es muy secundario o que le adjudiquemos a personas características que no tienen para idealizarlos o para querer salvarlos. Esta etapa suele ser curiosa, pues nuestros cerebros para lidiar con la complejidad que representa el otro solemos clasificarlos de maneras muy simples y cuesta trabajo romper con ello, porque le tememos a lo impredecible y porque no vamos a escuchar la historia completa de cada persona para saber si nos agrada o no, es decir es funcional  para los volúmenes de personas que tratamos pero estorboso para los más cercanos.

Ya que identificamos quienes somos y con quien queremos estar viene el momento de relacionarnos, aquí puede ser que estemos abiertos a lo novedoso, que sea un tiro seguro porque ya le conocemos o que simplemente no nos importe buscarnos clones que piensen como nosotros. Al aumentar la proximidad o al cambiar las circunstancias que suscitaron la relación, sea del tipo que sea, aquello que creíamos conocer resulta no ser como imaginábamos, para bien o para mal. Lo unidimensional aquí brinca cuando buscamos a las personas para una única actividad y nos permitimos experimentarlas de modo integral.

Estos procesos son caóticos y constantes y así con quienes nos relacionamos nos definen y generan nuevas circunstancias con las que nos volvemos a identificar es decir que cada decisión que se toma durante estas etapas influye en el resto.

De lo unidimensionales que podemos parecer y percibir al resto vienen  la mayoría de las decepciones, amorosas y de todo tipo, aunque así también nacen las leyendas cuando el rasgo que destaca es tremendamente apreciado por las personas que comparten el tiempo y espacio con ellas. Me imagino a Joe Di Maggio viendo  Marilyn en pijama y sufro tanto como cuando me encuentro a personas que creen que siempre estoy de fiesta. Es difícil romper con los personajes.