El Laberinto

Ocupo lugares

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Para mi madre

Era una imagen común, todos nos congregábamos en casa de los abuelos para celebrar las fiestas o por el mero de gusto de vernos, todos los tíos radiantes de salud, los niños bien peinaditos y estrenando ropa, jugando entre primos, comiendo por turnos, porque éramos muchos para la mesa. Se sentían las jerarquías, los mayores comían primero y el refresco de cola estaba reservado para servirse con hielos y ron.

Cada familia llegaba al festejo con su mejor platillo, o algunos lo preparaban directamente en el punto de reunión, a otros se les encargaba compara los hielos, el pan, o los refrescos. Siempre he pensado que el día que se empieza a aportar en la cena se cambia de estatus y entonces ya eres un adulto, lo suficientemente responsable para recordar hacerlo, lo suficientemente solvente para pagarlo y lo suficientemente capaz para llevarlo a cabo.

Para matar el tiempo en una época donde los celulares no existían y solía haber una sola televisión por casa, nos poníamos a jugar con lo más próximos en edad, y como siempre algo salía de control y entonces, algún  adulto irrumpía en la habitación para evitar que brincáramos en la cama o para separar alguna pelea.

Pasó el tiempo, algunos lugares se fueron vaciando irremediablemente,  mientras otros se ocupaban con aspirantes a pareja de alguno de los primos crecidos o con hijos de los mismos,  muchos cambiaron de ciudad o entraron a otras familias, o sus  filas se engrosaron tanto que ya no cabían  en el mismo lugar que sus parientes a los que apenas conocían. Y empezó la tristeza, de pensar que nunca sería como antes, a renunciar a reunirnos todos, a extrañar a los que ya no estaban.

Así siento que muchas personas piensan que las mejores navidades ya pasaron y que solo queda aceptar las que vienen con un manto de  nostalgia, pero este punto es un error, porque entonces nos olvidamos de un par de cosas importantes: los abuelos a los que extrañamos o admiramos, alguna vez también la pasaron como niños jugando con sus primos y como adultos llevando a sus hijos a casa de sus hermanos y finalmente ocuparon el lugar en el que los recordamos, desafiando al paso del tiempo a través de la continuidad y pasando de ser ramita de un arbbol mayor al tronco de uno nuevo, que a su vez siguió creciendo. Porque la segunda cosa es que las familias siguen teniendo miembros nuevos que no se merecen fiestas con adultos tristes.

Por mi parte ahora yo preparo alguna cosa y en ocasiones me toca ser el regañón que suspende las peleas, mi madre, al igual que todos los tíos, ahora es la abuela a los que niños esperanzados visitan .

Qué mejor manera de honrar a los ausentes que manteniendo la tradición, ocupando lugares.