El Laberinto

Pastel puntual

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A nadie le gusta esperar, pero a veces hay que hacerlo, todo conlleva un proceso, algunos fuera de nuestro control como crecer o que se termine el invierno y otros, están en nuestras manos o lo ponemos en las de alguien más.

La tardanza a veces se justifica, no nos sirve de nada un pastel crudo o mal cocido por las prisas, los procesos toman tiempo y no hay mucho que hacer al respecto,  caso muy distinto son las personas, pues ellas deciden si tomarlo o no. En el caso de los procesos dirigidos por humanos, entonces una persona puntual deriva en un resultado oportuno.  

La puntualidad es de aquellos hábitos que me impresionan y dan mucha envidia (ojo que no existe la envidia de la buena). Esos seres que la poseen, o que la han trabajado, prefieren sacrificar un poco de su tiempo o de su descanso por la tranquilidad de sentir que logran holgadamente sus objetivos, tienen soluciones a todas las eventualidades, planes b, respaldos y normalmente está habilidad de planear los hace buenos en todas sus actividades. Pero no se puede tener todo en la vida, aquéllos que viven a tiempo son profundamente pesimistas, porque no olvidan ni por un momento que algo puede salir mal y, como consecuencia, nunca se confían. Si les encargas un pastel estará listo un par de horas antes de la fiesta y seguro tendrán otro que hicieron por si ese no quedaba.

Los impuntuales intermedios, esos que consiguen todo rayando en el límite o estirándolo un poco, como cuando al llegar tarde nunca se pasan de la media hora,  esos que corren y corren, que llegan con las mejillas coloradas y el café derramado son, o más bien  somos, una clase de persona completamente distinta. Siempre planean sobre el mejor de los escenarios y actúan como si todo fuera a salir bien, es por ello que son vulnerables al fallo, pero imparables,  si algo no funciona se reponen, plantan cara y se montan a la ola, no importa que tan avanzada vaya. Es decir, son optimistas y resilientes, aunque haciendo honor a la verdad, también algo irresponsables. Este pastel llega cuando ya están a punto de darle play a las mañanitas, pero seguro para compensar, cantarán contigo.

Por último tenemos al tardón trágico, aunque ustedes no lo crean, una mezcla de lo peor de ambos, pues sabe que algo puede salir mal y está convencido de que ese algo le va a pasar a él, pero no toma las precauciones para evitarlo y se deja arrastrar por la marea de las eventualidades  y las fallas, pues al carecer de optimismo de los anteriores no se permite ni siquiera el intento por sobreponerse, simplemente se compadece de sí mismo y busca la compasión del resto. Aquí el pastel simplemente no llega a existir o si lo hace es cuando ya no se necesita.

A nadie le gusta esperar, pero cómo se aprende esperando.