Distrito Capital

El político más popular del planeta

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El 17 de octubre del año 2012, Luis Inazio Lula da Silva, otrora Presidente de Brasil, iniciaba su discurso con esta frase: «Yo no estudié pobreza: …yo fui pobre», conquistando al conservadurismo brasileño con una economía competitiva, exportadora y abierta el mundo.

Dicen quienes allí estuvieron que había que ver cómo los empresarios se le acercaban al final de su discurso, para compartir una selfie desde sus redes sociales. El socialista Hermes Binner afirmaba que Lula era “un hombre de Estado que da confianza a los inversores”.

Ninguno de ellos imaginaba en ese momento a Lula subiéndose a una 4×4 negra para ser conducido a una cárcel en Curitiba, 4 años después. Vaya, no lo pensaron ni siquiera cuando se detuvo en junio de 2015 a Marcelo Odebrecht, condenado posteriormente a 19 años de prisión. Ese mismo Odebretch por el cual hoy, un ex Director de Petróleos Mexicanos es detenido en el MenorDifundidoLogroAnticorrupción que haya escuchado en los últimos años. Vaya, ni la detención de la esposa de Javidú «MissMerezcoAbundancia» fue tan irrelevante en las redes sociales.

En el ejercicio de la Presidencia de cualquier institución, se dice que puedes realizarla de dos maneras: siendo el Presidente bueno o siendo el Presidente malo. Es el Presidente bueno aquél que hace cosas con recursos externos, a veces prestados, a veces de su propia bolsa; y es el Presidente malo el que no apuesta a invertir recursos, o dilapida los pocos que tiene, o de plano nomás deja el tiempo pasar o tiene que pagar todo lo que el anterior se gastó. Algo parecido sucedió con Lula, y posteriormente con Rousseff: el crédito fácil y el excesivo gasto por la repartición de dinero a diestra y siniestra, convirtieron al gobierno de Lula (el político más popular del planeta, en aquél tiempo) en un gobierno populista y demagogo, cuya recesión económica posterior a su salida no pudo superar Rousseff, poniendo al país en bandeja de plata para la llegada del líder de ultraderecha y amante de la amazonia, Jair Bolsonaro.

Hace algunos días, el Presidente López Obrador se reunió con un centenar de empresarios —desde un presidium de primer nivel del cual destaco la presencia de Raquel Buenrostro, nueva titular del SAT, brazo derecho de Santiago Nieto en la UIF que aparentemente, tiene en la mira a más de alguno de los asistentes— , para solicitarles, como se pudo observar en un documento que circuló en redes sociales, su apoyo con 50, 100 o 200 millones de pesos para la Rifa-no Rifa del Avión-No Avión. Los datos de estos empresarios Palacio Nacional prefiere mantenerlos en secreto, así como sus aportaciones, para no caer en evidentes conflictos de interés al presentar los resultados de una extorsión-no extorsión en un pase-no pase de charola.

Dice el Código Penal Federal que comete el delito de concusión el servidor público que con el carácter de tal y a título de impuesto o contribución, recargo, renta, rédito, salario o emolumento, exija, por sí o por medio de otro, dinero, valores, servicios o cualquiera otra cosa que sepa no ser debida, o en mayor cantidad que la señalada por la Ley. ¿Por qué evitar conocer los nombres de los empresarios y los montos de apoyo para las medicinas que hacen-no hacen falta en un país cuyo cochinero-no cochinero del gobierno de Peña Nieto había dejado-no dejado? Económicamente, ¿consideran que esto abona a la confianza de los inversionistas, para favorecer el crecimiento y el bienestar, evidenciado este último desde esta columna en semanas anteriores?

Lula en Brasil, Kirchner en Argentina y hoy, López Obrador en México, tienen una constante documentada por el periódico El Clarín (no el de Spidey, sino el argentino): « construir la fantasía de un plan imperialista para las fuerzas políticas progresistas de toda la región con la excusa de la corrupción. » Wow. Ya Transparencia Mexicana, en voz de Eduardo Bohórquez, exponía los riesgos de utilizar la lucha anticorrupción como bandera, para favorecer o atacar a una determinada fuerza política.

Por cierto, en fechas recientes, el actual Presidente del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Anticorrupción de Guanajuato, Fernando Revilla, presentó una serie de documentos que, bajo la excusa de combatir la corrupción, exponía cientos de millones de pesos en compras a empresas fantasma por parte de gobiernos Panistas. Y sí, ¡duro con ellos!. Pero también, duro con todo aquel que ande metido en la faramalla de ser socio de una empresa que ande falseando datos, sea del color que sea.

Al cuestionarles por qué se hacían públicos solamente los datos de un partido político y no de los demás, recibí diversos mensajes en redes sociales —más rápidos que Flash siendo perseguido por el Black Racer— , de hordas de trolls priístas como Pepe Pedroza (ya que —caray, ¿cómo se me ocurre?— señalé que no se presentaba en los medios de información las empresas fantasma que relacionan a la exalcaldesa Botello, y que ya eran públicas), expanistas resentidos como Carlos Arce, amenazas en twitter del nivel de « hazte un favor y…», « …se está metiendo en la boca del lobo… » por parte de pseudoperiodistas y activistas a modo, a las cuales respondí. ¿Pero por qué tanto coraje, pues?

En estos días, la Presidencia —Morenista— de Salamanca ha solicitado la remoción de su Contralor Municipal, aquél que puso en evidencia vicios en la compra de unas luminarias… ¿algún posicionamiento por parte del adalid anticorrupción local? ¿nada? Aunque sea para taparle tantito, hombre. Si se hubiera solicitado la remoción de un Contralor que puso en evidencia un gobierno Panista, quizá otro gallo le cantaría. ¿O no?