Ecos de Mi Onda

Prioridades en la oscuridad de la pandemia

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Todas las grandes épocas de la cultura son épocas de decadencia política: lo que es grande en el sentido de la cultura ha sido apolítico, incluso antipolítico.

Friedrich Nietzsche (1844-1900) filósofo.

En su marco teórico, Abraham Maslow, psicólogo estadounidense, postuló la jerarquía de las necesidades humanas, las que describe en la pirámide de Maslow, señalando que en tanto los seres humanos satisfacen las necesidades básicas, van surgiendo en ellos otras necesidades más complejas de satisfacer. En esta jerarquía, las necesidades básicas se colocan en la base de la pirámide, que están directamente relacionadas con las necesidades fisiológicas y que en cierta forma se condensan en los términos clásicos de casa, vestido y sustento, esenciales para la supervivencia de los seres vivos, pero que en la vida cotidiana derivan la atención de actividades humanas con el fin de mantener el bienestar de los organismos en sus ecosistemas.

©Gaceta UNAM

El ser humano requiere de aire, agua y alimento, y estos recursos se encuentran actualmente seriamente comprometidos, debido a las propias actividades desarrolladas por los humanos, que particularmente, desde el principio de la revolución industrial, que promovió la rápida transformación de una economía rural, a una economía urbana industrializada, desembocando un siglo XX rebosante de avances científicos y tecnológicos, que fueron aplicados sin la justa medida a la orden de intereses desbocados de producción y consumo, para el supuesto confort y bienestar de la humanidad entera. Afanes no sólo propios de los países capitalistas, sino también de los países de la esfera comunista, enfrascados en una guerra fría por demostrar quien encabezaba los avances desmedidos. Véase si no, por ejemplo, las tragedias provocadas por los consorcios trasnacionales productores de plaguicidas, pero también, tras la cortina de hierro, el accidente nuclear de Chernóbil.

Esta base contempla también que el ser humano necesita el ambiente apropiado para mantenerse sano y realizar convenientemente las acciones de procrear, trabajar y conseguir los elementos básicos de sustentación, dormir, descansar, contar con la vestimenta adecuada para el ambiente, atenderse en las enfermedades, así como tratar debidamente los residuos corporales.

Cuando se satisfacen las necesidades esenciales, los siguientes escalones de la pirámide comprenden la necesidad de seguridad y protección de lo logrado: contar con una vivienda familiar, protección de la integridad física frente a la violencia de rivales, atención en las enfermedades, trabajo estable generador de recursos, sistemas de formación y capacitación, vías de información y actualización, transporte, entre otras, que una vez cubiertas trascienden hacia el ámbito social, el individuo en la colectividad, que necesita relacionarse con otros individuos para intercambiar experiencias de vida en aspectos de amistad, laborales, educativas, culturales, afinidades artísticas o deportivas, pero de forma importante, la aceptación individual dentro de los espacios sociales del entorno, que le permitirá establecer lazos amorosos de pareja y estructuración familiar. Estos dos niveles, seguridad y afiliación, requieren a su vez de la asociación de los individuos, para la organización de un adecuado desarrollo social y económico del colectivo, basado en la elección libre de un determinado modelo de gobierno.

Los siguientes niveles en la escala de jerarquía incluyen necesidades de mayor complejidad para satisfacerlas, ya que involucran mecanismos relacionados con los sentimientos internos, surgidos de la forma como reacciona la condición humana del individuo dentro de los esquemas sociales, como es el caso de la necesidad de fortalecer una autoestima, basada en el grado de confianza de que lo logrado al satisfacer las necesidades de las escalas previas, merece el reconocimiento de los individuos del entorno, logrando con ello independencia, identidad y respeto. En el caso de bajas autoestimas, puede haber dos vías, por una parte, a que el individuo se instale en el fracaso, con la idea de que no vale nada, o que esta necesidad de reconocimiento se convierta en una obsesión malsana, que crece y no se satisface nunca, aspirando a fama, gloria en vida, e incluso tratar de instaurar un dominio agresivo personal en el entorno. La satisfacción sana de estima y reconocimiento, abre entonces el camino a la necesidad del nivel superior de autorrealización, en la que el individuo es capaz de autorregularse, de permanecer en un estado de continuo aprendizaje y aplicación de conocimientos, lo que lo fortalece individualmente para tener un lugar en el entorno, como un individuo generoso y proactivo.

La atención a los postulados de la jerarquía de necesidades humanas, requiere que el individuo se interiorice en la idea de plantearse un proyecto de vida, con la flexibilidad de atender, algunas veces por prueba y error, las necesidades prioritarias específicas para alcanzar un objetivo, tomando las decisiones justas y en el momento oportuno. Cabe considerar que en el marco social existen diferencias marcadas, condiciones familiares de escasez o abundancia que, por desgracia, a algunos individuos les limita o favorece la satisfacción de las necesidades básicas del primer peldaño. Sin embargo, para todos resulta útil acercarse al concepto de prioridades, en el desarrollo de un proyecto de vida, puesto que orienta la toma correcta de las decisiones que deben tomarse para alcanzar un fin premeditado, sin salirse de la ruta por atender necesidades de menor relevancia que, por supuesto no incluyen las del arte del ocio, considerado como ese tiempo valioso aplicado para el fortalecimiento físico, intelectual y espiritual, lo cual tiene que incluirse también como prioridad en el camino de la autorrealización, junto con las habilidades, competencias y experiencias de vida.

Existe la llamada matriz de priorización, la cual confronta una serie de criterios, ofreciendo un valor a las necesidades para definir la importancia del efecto de su satisfacción, así como las decisiones y estrategias que deben tomarse para lograrlo.

En México, por lo general, no tenemos una inclinación, digamos natural, por planificar las acciones bajo al menos el bosquejo de un proyecto de vida, lo que se observa también en nuestras estructuras sociales, incluyendo de forma notable al sector gubernamental, responsable de la conducción del desarrollo del país. Aquí hay un círculo vicioso, no tenemos un sistema de desarrollo educativo que promueva el análisis de prioridades, y es muy reducido el número de ciudadanos que puedan impulsar el establecimiento, dentro de ese sistema, de la observación y análisis de prioridades en los problemas y necesidades de las poblaciones.

Creo que, en este sentido, la pandemia de coronavirus, Covid-19, nos está dando una amarga lección, no sólo a México, sino al mundo entero, precisamente considerando las decisiones con respecto a un marco de prioridades, en función de las necesidades sociales dentro de una jerarquía de valores. La pandemia nos tomó por sorpresa, descuidados, inducidos por una propaganda centrada en la satisfacción de necesidades vanas y egocéntricas, en la causa y efectos de un mundo que enaltece el placer sensorial, a través del consumo de sustancias adictivas y la propagación de prácticas sexuales, incluso virtuales, llevadas al grado de pornografía; un mundo de continuo insatisfecho con lo que es, con lo que tiene, preocupado por la apariencia, ahora con la capacidad tecnológica para moldearse nuevos cuerpos sintéticos, de cambiarse de sexo, olvidándose de sí mismo, de conocerse, de aceptarse, de valorarse y autorrealizarse. Un mundo en el que se ha ido diluyendo en forma dramática, el fortalecimiento del espíritu, de la fluidez del pensamiento sereno y reflexivo, la prudencia y la sabiduría.

En una gráfica de frecuencia de acontecimientos en función de los efectos potenciales en la sociedad, una epidemia de alcance mundial puede ser considerada con efectos de gran peligrosidad, es decir, se tendría que atender en forma prioritaria. Sin embargo, si pensamos en esta eventualidad con respecto a su frecuencia, en la mayoría de los altos mandos, puede ser considerada como inimaginable. Consecuencia: como hay pocas probabilidades de que suceda, dejémosla como prioridad de bajo orden. Así sucedió como lo estamos viendo.

Es interesante contrastar, como se ha venido manejando, lo que sucede hoy, por ejemplo, con grandiosos espectáculos, como los deportes profesionales, normalmente financiados por grandes empresas; acontecimientos planificados dirigidos al entretenimiento de las masas, en los que fluyen enormes cantidades de recursos, con deportistas que tienen ingresos millonarios, lo cual nos ha venido pareciendo normal y hasta justo por la maestría en el arte del ejercicio. A la luz de la fragilidad y deficiencias en los sistemas de salud, en la debilidad de las medianas y pequeñas empresas para sostenerse por un período indefinido, en medio de una pandemia que impone restricciones de movimiento social, la satisfacción de necesidades de diversión por los cauces de la mercadotecnia de grandes y costosos espectáculos, resulta ciertamente vana y escandalosa, cuando una persona tiene la expectativa de ser atendido por una enfermedad grave, en un hospital sobresaturado, que no cuenta con procedimientos, recursos de infraestructura, ni con el personal suficiente.

Es fundamental aprender la lección para un futuro incierto, que no presenta tendencias claras. Se tiene que apuntar a cambios sustanciales con impacto en la cultura de las poblaciones, un viraje importante en la selección de prioridades y en el manejo de estrategias oportunas, que se antepongan a siniestros eventuales: epidemias, inundaciones, sismos, alteraciones ecológicas, quiebras financieras, que provocan angustia social. Los efectos sombríos de esta falta de visión a la atención de las necesidades realmente prioritarias en la jerarquía de valores, en esta pandemia se asoman con una crudeza que cimbra los cimientos de nuestra cultura. Sólo dos de decenas de acontecimientos para mostrarlo: 1. La difícil decisión de escoger bajo las mismas condiciones de gravedad, entre una persona joven, o relativamente joven, y un adulto mayor, para su atención médica. 2. La restricción de los ritos, que provienen desde las culturas ancestrales, de respeto al cuerpo inerte de los muertos, hoy etiquetados como agentes infecciosos, que sólo se acumulan como un número en las estadísticas.

Bien que vale la pena reflexionar y reconsiderar sobre las prioridades en la oscuridad de la pandemia.