Pandemia, infodemia y otras anemias de la humanidad

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Hugo Juárez

Con el cebo de una mentira, se pesca una carpa de verdad.

William Shakespeare

Los griegos denominaron con el vocablo schísma (derivado luego al español como chisme) al rumor, a la habladuría que se transmite de forma oral. Este encontró terreno fértil en el desasosiego que provoca esta inasible realidad. La mentira (esencia del chisme) es la metáfora del silencio. Ese espacio de los deseos indecibles: Pedro Infante está vivo, lo mismo que Elvis Presley y Juan Gabriel. Mi vecina es una reptiliana y Bill Gates ha hackeado mis sueños.

La paranoia comunicativa fue risible en el Edén del siglo XX, pero en nuestro apocalíptico nuevo milenio las redes sociales han creado un nuevo reino en donde las fake news y la post verdad señorean nuestras mentes. Los medios masivos de comunicación han muerto, vivan los influencers.

Fue a principios del siglo XX, durante la Primera Guerra Mundial, que el político estadounidense Thomas Woodrow acuñó la frase Fake News, al referirse a las noticias falsas que servían como propaganda moralizadora de sus tropas. La más popular fue aquella que refería que el ejército alemán usaba la grasa de los soldados caídos en la contienda para preparar nitroglocerina, lubricantes y velas, entre otros productos. Bulo que los nazis probarían luego no tan ficticio.

El periodismo tradicional de los medios masivos de comunicación (prensa, radio y Tv) dominó el siglo XX con la falsa premisa de sostener la verdad y nada más que la utilidad. El oligopolio de la información se disfrazaba de objetividad absoluta, pero lo cierto es que las líneas editoriales y los intereses políticos siempre fueron la medida de su discurso.

Julio Scherer, el decano del periodismo en México, cuenta en su libro Los presidentes el origen de la palabra «chayote» (soborno a los periodistas): «Mientras el entonces presidente de la República (Gustavo Díaz Ordaz) pronunciaba un día de 1966 el discurso inaugural de un sistema de riego en el estado de Tlaxcala, entre los reporteros corría la voz: ‘¿ves aquel chayote? Están echándole agua. Ve allá’. Semioculto por la trepadora herbácea, un funcionario de la presidencia entregaba el chayote, nombre con el que desde entonces se conoce al embute (soborno) en las oficinas de prensa».

Con el advenimiento del Internet y los teléfonos celulares, lo comunicativo se volvió diálogo. Ahora el oyente ya no era pasivo receptor de mensajes, sino que tuvo a su mano la deseada Arca de la Alianza que lo comunicó no sólo con sus conocidos inmediatos, sino que su voz tuvo un eco infinito en múltiples plataformas.

Mientras los medios masivos de comunicación enfrentaban crisis económicas y de credibilidad, YouTube, WhatsApp, Facebook y otras redes sociales tuvieron un big bang que alumbró universos tan disímiles como cada humano lo puede ser. Sin embargo, el recién parido Frankenstein se convirtió en la suma de todas nuestras debilidades.

Es en este nuevo escenario que actores tan nefastos como la derecha americana dejaron de vestir su tradicional toga blanca y birrete de cucurucho. Se modernizaron creando una mitología basada en uno de sus teóricos de cabecera, Joseph Goebbels (ministro de propaganda nazi): «Miente, miente, miente, que algo quedará. Cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá». Este es su mantra y para cometer sus metas han creado teorías conspirativas como QAnon.

Nacida en el universo delirante de 4chan, QAnon sostiene que el mundo está regido por una red de pederastas satánicos, que controla al mundo utilizando los medios de comunicación, Hollywood y a políticos como el ex presidente Barack Obama, Hillary Clinton y millonarios como George Soros y la familia Rotschild. Estos agoreros fascistas han encontrado terreno fértil en el vacío humano de miles de internautas que ávidos consumen entelequias y embustes muy propios del nuevo milenio.

Mientras más obtusa y retrograda es una teoría, más rápido choca con la realidad, literalmente:

La tierra plana. El tierraplanista Mike Hugues falleció a finales de febrero del presente año tras lanzarse en el desierto de California en un cohete que él mismo fabricó, con el fin de demostrar que la tierra era plana. Antes de alcanzar el kilómetro y medio de altura su paracaídas se desprendió. Sin poder comprobar su infundada teoría.

El discurso de la nueva derecha roza en la ciencia ficción: «cuando el primer ministro italiano llame por teléfono a Bill Gates y decida inyectar mercurio en las venas conectadas en el 5G nos convertiremos en pequeños robots. Y si quieren matarnos, todo lo que tienen que hacer es elevar la temperatura de nuestros cuerpos», asegura la derecha italiana.

Reptilianos e Illuminatis. Una de las teorías conspiratorias más populares en Internet asegura que una raza extraterrestre de lagartos gobierna los medios de comunicación y a los gobiernos del mundo. Por su parte, los Illuminati son una logia masónica que tienen el mismo fin: someter a la población mundial. Lo cierto es que Hollywood se ha tardado en narrar todo este sinsentido.

En esta época de pandemias, la infodemia se ha vuelto otro síntoma del problema mismo. Las versiones de que el virus es parte de una guerra biológica para reconfigurar la población mundial, deterioran la confianza pública y debilitan la tarea de los funcionarios de salud. La gente se apoya en los rumores buscando la seguridad en el caos. Explicarse un mal fabricándose enemigos ficticios es una constante en la historia nuestra.

Las torres celulares 5G son nuestros actuales cíclopes que todo lo ven e infectan; las nanomoléculas, la infección que nos convertirá en zombies; los microchips, el nuevo número de la bestia. Milenarismo y uso de información falsa por parte de actores políticos irresponsables han demostrado empeorar la salud de nuestras sociedades. Los medios masivos de comunicación y las redes sociales deben regresar a la cordura y ser parte del alivio de nuestro tiempo mal herido.

Hugo Juárez