El Laberinto

Libertad pirata

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Ver el inmenso océano, navegar a merced de las bondades del viento en un barco de velas armado peligrosamente, buscar presas, esconder botines, apaciguar motines, pelear por mantener el respeto de los otros, infundir terror, repartir las tareas y vivir una generosa aunque a veces ríspida colectividad, para después pisar una tierra sin ley y dilapidarlo en alcohol y otros placeres han sido de las actividades que he podido realizar con ropita cómoda y desde la seguridad de mi hogar gracias a mi reciente afición a la temática pirata en todas sus presentaciones.

Y ahora, mientras tomo un respiro para sumergirme de nuevo en ello, me pregunto que ha sido lo que de ellos, tan lejanos a su servidora cuyo pirateo nunca ha pasado de la compra y descarga de música  y películas en los inicios del siglo, me ha generado simpatía y creo que tengo la respuesta: la rebeldía.

Vamos observando las características de esta resistencia a las reglas, que se basa en la generación de una nueva estratificación social nacida de códigos propios y que justamente valora aquello que los arrojó de su entorno inicial, pues si bien los piratas eran criminales, no seguían el modelo de delincuencia actual, que consiste en perseguir fines socialmente legítimos con medios cuestionables, más bien buscaban arrancarle al mundo legitimo recursos para poder sustentar los suyos.

Considero que la mayor molestia que generaban no eran los crímenes cometidos, para prueba están los corsarios que vendrían siendo ladrones que tienen el permiso de hacerlo a cambio de un pago, sino el hecho de que no lo usaran para pertenecer haciendo patente su desprecio. Esto sigue sucediendo actualmente y lo podemos notar viendo cómo se censura a quienes se niegan a entrarle a los modelos de vida, de belleza o de consumo aceptados, sobre todo si se tiene la capacidad y simplemente se decide no usarla.

Tengo presente que existe una tendencia a romantizar al malvado de las historias y a olvidarnos de las víctimas que los padecieron suavizando las figuras hasta convertirlos en juguetes y disfraces infantiles y es justo eso lo que me enferma de las series de narcos. Pero creo que podríamos aprender de ellos a vivir bajo nuestras propias reglas siempre que no dañemos a nadie y a buscar la manera de extraer los recursos para lograrlo sin rendirnos.