El Laberinto

Realidades alternas

Compartir

No es necesario viajar por otras líneas temporales o imaginarnos  que habría sucedido con nosotros habiendo tomado decisiones distintas como podría ser elegir otra carrera, decir que sí a alguna propuesta o tomando ese dichoso autobús, o vivir circunstancias distintas como ser alemán, haber nacido de padres cirqueros o ser 20 centímetros más alto, para poder conocer realidades alternas, aunque no niego que sería interesante.

En un mundo en que, por lo menos hasta donde sabemos los simples mortales, no es posible conocer más que lo que ya pasó o lo que está pasando y estos de manera dudosa, muchas veces olvidamos que el modo en que nosotros percibimos lo que  sucede, aunque se trate de hechos objetivos y generales como una ola de calor o una pandemia, dependerá de donde estamos parados en ese momento y que a su vez esta ubicación depende de nuestras decisiones y de circunstancias que no dependen para nada de nosotros.

Como tendemos además a agruparnos con personas que comparten por lo menos alguna de nuestras coordenadas, la ilusión se complementa y nos da una sensación de realidad bastante sólida, pero no única, ni válida para todos, pues tan solo basta salir del confort de nuestra zona conocida o llegar a algún punto donde convergen personas sustancialmente diferentes. Como subirse al metro, por ejemplo.

Me voy por este tema, que para muchos hasta aquí es obvio, porque aunque estas diferencias siempre han existido en todos los ámbitos y brincan en la práctica, con el asunto de los cubre bocas  salen a la vista, sin mediar palabra, las diferentes  ubicaciones (es decir de decisiones y de circunstancias) de las demás personas dependiendo de los recursos y seguimiento de instrucciones que presentan para cuidarse. Perdimos parte del lenguaje corporal al no ver sonrisas o bocas torcidas, pero prácticamente tenemos un cartelón de media cara que nos descubre sin desearlo, desde el material, la colocación y las medidas accesorias.

En la misma calle podemos ver a una pareja en una terraza charlando despreocupada cerveza en mano, sin ninguna protección, atendidos por un mesero sofocado por el equipo completo, mientras alguien pasa con su modesto protector bien puesto, al mismo tiempo que lo rebasa un señor con la nariz por fuera y un jovenzuelo comiendo papas.  Los que comen disfrutan, el que atiende trabaja y obedece órdenes para poder hacerlo, el bien protegido se cuida y sabe cómo, el otro lo intenta pero tal vez falla y el de las papas puede ser un cretino, pero también puede ser alguien que ve como mayor amenaza morir de hambre que de covid. Nadie está mal y nadie está en lo correcto, solo lo viven desde su sitio.

Cuando comencemos a ver a los amigos, a los parientes, veremos diferentes grados de cuidado, de preocupación y de paranoia y tendremos que aprender a respetar esto mientras no implique un riesgo para nosotros. Aunque ya deberíamos saber hacerlo, por que como decía más arriba, las diferentes realidades siempre han existido.