El espacio de Escipion

El Ejército de AMLO y de todos los mexicanos

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En el Arte de la Guerra, Sun Tzu aconseja “es preferible preservar un país que destruirlo, preservar un ejército que destruirlo, preservar un batallón que destruirlo, preservar una compañía que destruirla, preservar una brigada que destruirla”. Es fundamental para todo estratega político contar con un ejército a su servicio, para su defensa y para la construcción de su proyecto.

En las revoluciones triunfantes, ningún grupo en ascenso ha tenido que eliminar al ejército del status quo al que se quiere sustituir o erradicar.  Pasó con la Rusia de 1917, en que la estrategia trotskista debió tejerse fino para que miliares zaristas pasaran a las filas del “ejército rojo” y con Fidel Castro en Cuba, donde sumar a los cuadros formados Batista fueron clave para tener una base militar en la exitosa defensa de la soberanía de la mayor las Antillas.

En México, la Revolución Mexicana concluyó cuando ex militares porfiristas dieron formalidad a los nuevos acuerdos para pacificar al país y sumar al ejército heredado al nuevo régimen, permitiéndoles actuar en política hasta que en 1950 comenzó a desmilitarse la vida política, aunque seguían como un “sector” más del otrora poderoso PRI y hasta se creía que esta condición pondría en riesgo el triunfo de otro partido político en la Presidencia de la República. Sin embargo, la institucionalidad de las Fuerzas Armadas ha sido probada con la alternancia democrática de 2000 y de 2018.

Lo anterior es un repaso para entender el discurso contrastante del titular del Ejecutivo Federal con el caso Salvador Cienfuegos, al que poco se le ha cuidado y eso sí representaría un serio riesgo, pues en este momento, debe ser de apoyo y respaldo al Ejército mexicano sin juicios ni sentencias por prejuicios o intuiciones que generan algunas campañas mediáticas, incluso de actores que tienen un profundo antimexicanismo.

Más allá del nivel de corresponsabilidad de algunos mandos militares en la incidencia o complicidad del crimen organizado en nuestro país o violaciones a derechos humanos, algo que debe procurarnos a nosotros —y no a un gobierno extranjero— para exigir una revisión y limpieza a fondo de los soldados, marinos y policías federales (ahora GN), la actitud y nivel de respuesta debió ser otra muy distinta y más razonada.

“Este es un ejemplo inconfundible de la descomposición del gobierno, de cómo se degradaba el servicio civil, el servicio gubernamental durante el período neoliberal”, acusó el presidente Andrés Manuel López Obrador el viernes en la conferencia “mañanera”, sin meditar la trascendencia de su dicho y abriendo una andanada de acusaciones no sólo contra el General Salvador Cienfuegos sino contra la institución militar, que hasta ahora le ha demostrado lealtad y obediencia.

Las redes sociales y medios formales y digitales afines al partido en el poder no perdieron oportunidad para lanzar una dura campaña contra las Fuerzas Armadas, misma que ha dominado gran parte de la agenda mediática (del viernes 16 al domingo 18, según datos de Intélite la cobertura superaba el 56% de notas y editoriales). Pocas veces en la vida moderna de México el cuerpo castrense estaba tan sometido a esta sobre exposición.

Por ello, desde la emblemática Oaxaca, el también Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas matizó y rectificó: “aun, en el caso de que resultara responsable, no es lo mismo la conducta del General Cienfuegos que una institución como la SEDENA” y, fue más allá, demandó que se investigue la participación de agencias estadounidenses en nuestro país en particular a la DEA.

El diario británico The Guardian en un editorial de este domingo lanzó una crítica al “oscurantismo” del ejército mexicano y que, contrastantemente, “su influencia ha crecido a medida que AMLO ha hecho que su proyecto político dependa de ellos”.

Y en cierto modo es verdad, “no hay misión que los militares no puedan cumplir”, expresó el General Secretario Luis Crescencio Sandoval, pues tanto la Armada como el Ejército están asumiendo más tareas a las de su misión como la vigilancia del territorio nacional por mares, tierra y aire; funciones policiales y de combate al crimen organizado; la erradicación de enervantes; la vigilancia de fronteras y tareas aduanales y control de capitanías de puertos; la contención de migrantes tanto con batallones como con miembros prestados a la Guardia Nacional; el resguardo, traslado y distribución de libros de texto gratuitos; la protección de papelería electoral; las labores de auxilio a la población civil en casos de desastre; las campañas permanentes de labor social que incluye preparación de alimentos para población vulnerable; permanente programa de canje de armas de fuego; aplicación estricta de la ley federal de armas de fuego y explosivos; la producción y siembra de árboles y profundizada con el programa “Sembrando Vida”; el adiestramiento y evaluación de controles de confianza de cuerpos policiacos de los tres niveles de gobierno e incluso comisionando a militares en activo o en retiro para la titularidad de secretarías o direcciones de Seguridad Pública; la vigilancia aérea y la adecuación acelerada de los protocolos para cuando entre en operaciones la base civil de “Felipe Ángeles” en las mismas aeropistas de la base militar de Santa Lucía; inteligencia para  el seguimiento a grupos subversivos, delincuenciales del combate al robo de combustible, del tráfico de drogas y de organizaciones terroristas; el adiestramiento de jóvenes del Servicio Militar Nacional; la construcción de aeropuertos civiles (el AIFA y el de Tulum); la construcción de 2,600 sucursales del Banco del Bienestar; la construcción de dos tramos del Tren Maya y hasta la Dirección de Administración y Finanzas del ISSSTE.

Dejamos ese párrafo así de grande para que el lector dimensione el tamaño de responsabilidad que tienen militares y marinos en la autollamada “cuarta transformación”.  Hasta ahora, según lo filtrado por autoridades estadounidenses, el principal argumento para procesar al General Cienfuegos será que no realizó operaciones en contra de un grupo específico de la delincuencia, una supuesta inferencia de mensajes de celular y a supuestos testigos protegidos. El presidente de ese país, Donald Trump, en su campaña reeleccionista, simplemente ha guardado silencio y no quiere acusar ningún recibo sobre por qué no informó a nuestro mandatario. El nivel de preocupación de los altos mandos por este caso debía ser motivo de un gabinete de crisis del gobierno de AMLO, pero no se observa nada al respecto.

Regresando a Sun Tzu y para dejar a la reflexión, éste decía que el soberano tiende a confundir al ejército cuando “siembra la duda en las tropas cuando, desconociendo su funcionamiento, se inmiscuye en la adjudicación de responsabilidades. En el momento en que el ejército ha sido confundido y ha perdido la confianza, se sufrirán los asaltos e incursiones de los estados vecinos. Esto es lo que se denomina generar el caos en su propio ejército y facilitar la victoria enemiga”.