Los orígenes de Guanajuato y su ruta para ser ciudad

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José Eduardo Vidaurri Aréchiga

Cronista municipal de Guanajuato.

Símbolo tutelar de Guanajuato. Las rocas de la montaña con forma de rana. Fotomontaje de 1950 del breviario gráfico e histórico de Guanajuato de Manuel Leal. 1951.

El pasado prehispánico de Guanajuato está envuelto en una nube de misterio. La tradición recupera algunas referencias con sabor antiguo que hablan de un primitivo asentamiento otomí que logró establecer una pequeña concentración muy cerca del entorno de la actual ciudad al que denominaban Mo-o-ti o quizá Mo-Otti que correspondería a Mogote, que en voz otomí significa el metal o lugar de metales, de acuerdo con el historiador Agustín Lanuza en su obra Guanajuato gráfico e histórico.

Los otomíes fueron subyugados, por los mexicanos y los tarascos y cambiaron la denominación del territorio para llamarle en adelante Cuanaxhuata, voz tarasca que se compone de los términos cuanexque significa rana y huata que significa cerro, de tal suerte que el topónimo se refiere a este lugar en donde está el cerro de las ranas, o los cerros con forma de rana.

Una antigua referencia sobre Quanashuatofue escrita por el cronista de la Santa Provincia de San Diego en México, fray Balthassar de Medina, quien vio publicada su obra en el año de 1682 y donde refirió que Quanashuato quiere decir, cerro de ranas, porque los antiguos hallaron en este sitio una piedra de la figura y forma de una rana.

Portada del libro Crónica de la Provincia de San Diego de México de  fray Balthassar de Medina del año 1682. Fotografía J.E.V.A.

Y así fue, que los conquistadores, adelantados y estancieros encontraron que este sitio, este territorio, se llamaba Quanashuato cuando llegaron.

Ya merodeaba en el territorio Juan de Jasso “el viejo”, un ambicioso colaborador de Hernán Cortés que había solicitado como merced o galardón dos sitios ganaderos o estancias en el territorio denominado la Gran Chichimeca.

Casi simultáneamente, se concedió también, por merced, la estancia denominada de Quanashuato en 1546, misma que fue otorgada por el primer virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza y Pacheco, como recompensa por los servicios prestados como conquistador a Rodrigo Vázquez.

Poco sabemos del resultado de las estancias como empresa, pero lo que si ocurrió es que el territorio fue rudamente defendido por los conquistadores beneficiados que lograron dispersar en mucho la presencia de los naturales que defendían, en la medida de sus posibilidades, el territorio.

De Juan de Jasso se sabe que tuvo una fuerte influencia en la colonización del territorio por lo que fue beneficiado con más propiedades y lo convirtieron en un importante terrateniente, además de descubrir y registrar minas en la zona, como afirma Luis Fernando Díaz Sánchez en su obra Guanajuato: Diez ensayos de su historia.

El descubrimiento de un filón de plata en 1548, la veta de San Bernabé por el rumbo del cerro del Cubilete, marcó el inicio del desarrollo poblacional, fue también el aliciente para que muchos aventureros comenzaran a explorar la zona, así dos años después, hacia 1550, Juan Raya descubre la célebre mina que bautiza con el nombre de San Juan de Rayas, casi al tiempo que se descubre también la mina de Mellado; convirtiendo a las minas de Guanajuato en un poderoso imán para los aventureros, los comerciantes, los gambusinos y todo tipo de buscadores de riqueza.

Era necesario entonces tratar de controlar de alguna forma lo que ocurría, fue entonces entre 1554 y 1560 que se establecieron en la zona cuatro fortines, reales de minas: el de Santa Ana, el de Santiago, el de Tepetapa y el de Santa Fe; este último fue el que pronto destacó por atraer la mayor presencia de pobladores que aprovecharon la vera del río para desarrollar las actividades de beneficio del mineral extraído de las entrañas guanajuateñas.

La virgen de Guanajuato cubre con su manto a la población de Guanajuato. Pintura del maestro Jesús Gallardo

Pronto el Real de Minas de Santa Fe de Guanajuato llamó la atención de la corona española, de tal suerte que el rey envió, con el primer Alcalde y Juez Superintendente de las minas de Guanajuato, don Perafán de Rivera, un obsequio, la imagen de la Virgen María que arribó a esta población el 9 de agosto de 1557 y que muy pronto adquirió la advocación de Nuestra Señora de Guanajuato. Pronto Guanajuato alcanzó la categoría de Alcaldía Mayor.

Para el siglo XVII el Real de Minas de Guanajuato comenzó a convertirse por su dinamismo en el eje articulador de la economía regional y junto con las diversas estancias ganaderas y haciendas de labor fueron definiendo los rasgos del Bajío guanajuatense.

Hacia 1616 la población decidió adoptar al beato Ignacio de Loyola como su santo patrono protector, convirtiéndose así en la primera población en el orbe que declaró devoción a perpetuidad al personaje. Ese mismo año comenzaron a operar también las Casas Consistoriales en la misma finca que hoy sigue prestando sus servicios la Presidencia Municipal de Guanajuato.

Para 1630 se estima que el número de habitantes alcanzaba los 5000. La prosperidad era tal que no faltaron vagos, ladrones y criminales, por ello fue necesaria la creación, hacia 1633, de los primeros Alcaldes de la Hermandad, responsables de mantener el orden, perseguir y castigar a los delincuentes.

En el año de 1679 por provisión de fray Payo Enríquez de Ribera Arzobispo de México y virrey de la Nueva España, Guanajuato fue elevado al rango de Villa, debiéndosele denominar en adelante Villa de Santa Fe del Real de Minas de Guanajuato; según quedó asentado en la ya referida crónica de la Santa Provincia de San Diego en México, escrita por fray Balthasar de Medina.

Página interior de la Crónica de la Provincia de San Diego en México, publicada en 1682, donde se refiere a la elevación de Guanajuato a la categoría de Villa EN 1679. Fotografía J.E.V.A.

Al cierre del siglo XVII la población de la Villa había alcanzado el número de 16000 habitantes, de tal suerte que al iniciar el siglo XVIII Guanajuato era ya uno de los centros mineros y poblacionales más importantes de la Nueva España.

La minería no estaba exenta de enfrentar severos problemas, pero también experimentaba sorprendentes bonanzas en una suerte de azar continuo. Así, Guanajuato comenzó a descollar para bien con la alta productividad de la mina de Rayas o la extraordinaria bonanza de la mina de Cata.

La bonhomía y el boato extrañamente se fusionaron en los personajes principales de la población, proliferó la construcción de majestuosos templos y extraordinarias fincas, comenzó a emerger una nobleza local y una conciencia por mejorar las condiciones de la Villa.

Hacia 1737 encontramos los primeros esfuerzos por hacer de Guanajuato una ciudad. Justo en el Acta de Cabildo de la Sesión celebrada el 26 de febrero del referido año, el Cabildo, Justicia y Regimiento de la Villa de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato, presidido por el Alcalde Mayor don Gaspar Hurtado de Mendoza, decidieron iniciar los trámites para solicitar al rey la elevación de la Villa al rango de Ciudad.

En la sesión participó también don Ignacio Ulibarrén, alcalde provisional de la Santa Hermandad; don Joaquín Velazco Duque de Estrada, alguacil mayor y todo el cabildo. Ellos razonaron en el sentido de que Guanajuato tenía ya vecindario, trato, comercio, haciendas y minas suficientes para poder aspirar al rango de ciudad, además de que las aportaciones que la Villa hacía a la monarquía eran muy notables.

El comisionado para efectuar los trámites correspondientes fue don José Ferrón, un personaje que había sido alcalde mayor de esta Villa y que estaba a punto de retornar al reino de Castilla. Al efecto se le otorgó dinero y poder para solicitar ante el rey y el Consejo de Indias el referido título.

Escudo de armas de Guanajuato.

Fue el 8 de diciembre de 1741 cuando el rey Felipe V, el animoso, firmó en el palacio del Buen Retiro, el título de ciudad a Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato. Este 2020 celebramos 279 años de ser ciudad.

© J.E.V.A.2020. DICIEMBRE 4.