Cuando Charlie Watts se despidió de NY. “Gracias por esperar”, dijo Mick Jagger

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Juan Alberto Vázquez  /  Nueva York 

Con más de 60 mil asistentes coreando todas sus canciones en una cálida noche de principios de agosto, sus Satánicas Majestades se presentaron por segundo día en el Metlife Stadium dentro de su gira mundial No Filter, dando las gracias al público “del área de Nueva York donde más hemos tocado en América en estos 55 años”, según aclaró el cantante quien vino con la banda por primera vez a los Estados Unidos en junio del 64.
  Luego del encore en el que cambiaron de nueva cuenta su atuendo, los cuatro vestidos de morado salieron a tocar “Gimme Shelter” para el lucimiento de la corista Sasha Allen oriunda de Harlem, Nueva York y nacida el año que los Stones cumplían 20 años de trayectoria. En aquella noche del 2019, en el cálido ambiente del verano neoyorquino se respiraba la llegada de su máximo hit global. “(I Can´t Get No) Satisfaction” que apareció cuando ya el recital rebasaba las dos horasde duración y que puso de nueva cuenta a todo el estadio de pie. La canción interpretada esta vez en su ritmo original tal y como fue concebida cuando la lanzaron en 1965, año en que el grupo se hallaba en un supuesto “bloqueo creativo”, fue el cerrojazo perfecto a un show inolvidable. 
  “Agradecemos el que hayan esperado a esta nueva fecha” agradeció Mick Jagger quien a principios de abril de este año fue sometido a una cirugía en el corazón que provocó el movimiento de la gira dos meses hacia adelante. La serie de conciertos limitada esta vez a los Estados Unidos, y Europa, significa un nuevo repaso a los grandes éxitos de la banda con el pretexto de una nueva recopilación: Honk, lanzada semanas atrás en tiempos que el mercado del disco se halla en la peor de sus épocas. 
  Aunque Jagger se miraba muy recuperado, muchos de sus legendarios pasos de baile ya son bajo la modalidad del bajo impacto, quedándose en el mismo sitio y sin desplazarse constantemente por todo el amplio escenario como era habitual en sus shows. Asimismo, es extraño ver a un Keith Richards despojado de su aura de chico malo luego de que anunciara su claudicación ante cualquier clase de estupefacientes. Sin su tradicional cigarro en la boca o pañoletas rodeando su cabeza, el guitarrista también canceló aquel acto de doblarse como a recoger algo del piso,  extraña postura que solía adoptar para rasgar muchos de los más legendarios riffs en la historia del rock que surgieron mayoritariamente durante su largo romance con las sustancias prohibidas.  
  Desde que iniciaron aquella noche con “Jumpin Jack Flash”, la audiencia quedó abrumada tras un alud de hits: “You Got Me Rocking”, “Harlem Shuffle”, su celebrado cover al soul del dueto californiano, Bob & Earl” y la cual no tocaban en vivo desde hace 30 años, pero sobre todo “You Can´t Always Get What You Want” uno de sus himnos lanzado en 1969, cuando su credibilidad vino a la baja luego de que los Hell Angeles, que ellos contrataron como equipo de seguridad, asesinaron a un afroamericano en el concierto gratuito que dieron en Altamont, California.      
  Igual a como hicieron en el 2007 durante el A Bigger Band Tour, Mick Jagger, Keith Richards, el hoy finado Charlie Watts y Ronnie Wood, marcharon al centro del estadio donde un mini escenario les fue montado para experimentar un pequeño set acústico: “Let It Bleed”, quizás la rola más exquisita de la noche, precedió a “Dead Flowers” que sacó lágrimas a los seguidores más longevos. 
  De vuelta al escenario principal compuesto por cuatro pantallas donde aparecen indistintamente cada uno de ellos, los Rolling Stones prolongaron la promesa de repasar sus hits mejor ranqueados en el Billboard. “Sympathy for the Devil”, “Honky Tonk Woman”, “Miss You”, “Midnight Rambler”, “Paint in Black”, “Start me Up”, “Brown Sugar” con la cual se despidieron por primera vez a preparar su retorno con dos canciones más.  
 
Conformándose como un fenómeno extraño en el mundo de la música debido a su longevidad y a presumir la base de la banda desde 1962, los Rolling Stones ya suman más de 300 años entre sus cuatro miembros principales. Jagger cumplió 78 en julio pasado y Richards le empatará la edad en diciembre. Watts el baterista alcanzó a cumplir 80 y Wood el más joven de todos y que, por cierto, es quien más se divierte en el escenario, recién cumplió 74. Cuentan con 25 discos, sin contar los recopilatorios, y han celebrado más de mil conciertos a lo largo de los cinco continentes, siendo su famosa lengua uno de los íconos más reconocido, no sólo entre las bandas de rock sino en general en cualquier intento publicitario. 
  Acompañados de su banda soporte de hace muchos años, donde sobresalen el bajista Darryl Jones y el tecladista Chuck Leavel, “La Banda de Rock & Roll Más Grande del Mundo”, preparaba una gira entre septiembre y noviembre por varios pueblos del sur de los Estados Unidos y a la que, por cierto, Watts se negaba a asistir. 
  Sus conciertos siguen siendo un muestrario impresionante de todas clases de camisetas alusivas, como si nadie se pudiera reclamar como verdadero fan si no cuenta con una en su guardarropa. También la gama de los asistentes abarca todas las posibilidades: desde la última camada de seguidores que los vitorean desde los años sesenta, hasta los nuevos fans desde 10 años en adelante que acuden con sus padres, o abuelos, y que viven por vez primera la experiencia de presenciarlos en vivo.  
  Como en cada una de sus giras de la última década, se ignora que sucederá ahora que murió uno de sus miembros fundadores. . 
  Empero, hasta el momento todas las predicciones que han puesto fin a sus giras, han resultado fallidas. 
  Sobrio, cumplidor, siempre bataqueando desde el bajo perfil, Watts significaba un elemento de cohesión y equilibrio entre los egos desatados de los líderes y compositores de la banda.
  ¿Qué le depara a los Rolling Stones sin esa inmaculada presencia?
  Charlie Watts no ha muerto, vive en el corazón del pueblo.