Histomagia

El niño del Jardín del Cantador

Compartir

En 1898 se construyó el jardín que cuenta con cuatro puertas, un kiosco, dos fuentes y un estanque para patos. El espacio era el lugar de reunión de los guanajuatenses que esperaban la llegada de sus parientes que se trasladaban hasta la ciudad en ferrocarril[1].

Crear consciencia de que vives en una ciudad encantada, mágica, es una de las labores más arduas que los habitantes de Guanajuato han tenido que hacer con los nuevos inquilinos que día tras día llegan a la ciudad para vivir una experiencia extraordinaria. Y sí, llegar aquí es convivir con seres de luz, de oscuridad, vivos o muertos. Los guanajuatenses de corazón son gente que sabe, escucha y siente fenómenos que desde siempre se manifiestan en todos lugares, y que tienen predilección por los jardines con árboles tan antiguos como la ciudad misma, árboles que enseguida se ve que protegen a los vivos con su oxígeno y a los muertos con sus sombras, troncos, ramas, hojas, hojarasca que se mueve de vez en vez con el frío viento que llega de la sierra.

Muchos son los testigos que dan testimonio de que escuchan risas, a personas llorando, que ven seres elementales como duendes que cuidan desde su anonimato la vegetación y que a veces salen de sus escondites con su propia luz para jugar con los perritos callejeros, con las personas que estén cerca, o que pasan por ahí.

Me cuenta un amigo -que llegó a vivir aquí desde 1980- que lo más extraño que le ha pasado en esta ciudad precisamente le ha sucedido en uno de los jardines más conocidos de la ciudad: el Jardín del Cantador. Una madrugada, esperando saber la situación médica de uno de sus familiares (preciso que en esta zona de la ciudad se ubica una de las clínicas del Seguro Social -IMSS) decidió sentarse en una de las bancas de ese jardín, concentrado en sus cavilaciones y realmente preocupado por su familiar, ve que de la penumbra que se forma entre los árboles, sale un niño como de 7 años de edad; extrañado mira a su alrededor por si estaban cerca los padres del niño o algún acompañante, pero no había nadie solo él y ese extraño niño que se dirige directamente a él, mi amigo lo observa: va descalzo, con shorts grises, una playerita gris, y poco a poco por la cercanía las luces pardas de las luminarias del parque muestran que no solo la ropa es gris, el niño es todo gris: su piel, sus ojos llorosos, su pelo… mi amigo se levantó de inmediato de la banca y se quedó mirándolo, pensó por un instante en ir a ayudarlo, pero ¿un niño gris? No es nada bueno. El niño se iba acercando cada vez más, a pasitos lentos, muy lentos, cuando está a menos de dos metros sonríe y su rostro se transforma en una especie animal indescriptible, lanzando un aullido que comenzó en risas como de hiena, mostrando unos dientes horribles, grandes, como si fuera a comérselo. Mi amigo, al ver tal escena, corrió directo a la salida del parque, quería llegar a la clínica lo más rápido posible, tratando de dejar atrás a ese engendro infantil, corrió unos metros, volteó y vio que el niño estaba a la misma distancia que hace un instante, “eso no es bueno, eso no es bueno”, gritó, o él pensó que gritaba, regresa su vista al frente y pide a todos los santos que lo alejen que se lleven a ese niño al mismo infierno si es preciso, pero que no lo dejen cerca, que lo alejen de él, que eso no es un niño, que…en ese instante, ve el alma luminosa de su familiar hospitalizado levitando, pasar a un lado de él yendo directo al niño, él observa incrédulo cómo ese espíritu luminoso toma de los hombros al ser maligno y lo lleva directo a las penumbras de donde salió, escuchando ahora sí gruñidos sonoros de la garganta de ese ente, mientras el alma que lo acompañó a su lugar hablaba en lenguas tan antiguas como la misma ciudad. Ve cómo cuando llegan a la oscuridad, el alma luminosa se vuelve un punto de luz que regresa de inmediato a la clínica, mi amigo se queda de pie en la puerta principal del Jardín del Cantador, estupefacto de lo que acaba de ver, solloza y se acerca caminando lentamente al guardia del hospital, quien al verlo lo consuela diciéndole que no se preocupe, que su familiar saldrá bien de sus cuidados. Mi amigo solo atina a sonreír, y se queda mejor ahí en la luz plena a esperar que su familiar salga de la operación de corazón a la que estaba siendo sometido en ese instante. Desde ese lugar desde esa reja, voltea a ver el jardín público, y todo ya está normal, el viento frío que mueve la hojarasca, las hojas, esos árboles ancestrales sigue ahí como también todos los seres mágicos, espectros y fantasmas que han decidido refugiarse de los humanos vivos ahí, esperando tan solo un instante para manifestarse ante quien sea, y absorber su alma desde el más allá.

Mi amigo ahora agradece desde su corazón a su familiar el haberlo defendido de esas energías oscuras, porque ahora es fecha que no le ha contado, pero ambos saben que esa lucha de sangre al ser familia ancestros o descendientes, siempre estará presente y nos defienden contra todo lo que nos quiera hacer daño. Dicen los que saben que sí que la sangre une y defiende, pero también un familiar puede ser una planta, un animal, un amigo, porque las energías buenas son las que mantienen a esos espectros al límite y no los dejan entrar aquí a esta dimensión para hacer daño, son quienes nos cuidan, nos aman y se sacrifican por cada uno de nosotros para que podamos seguir siempre hacia la luz espiritual que nos espera en la eternidad. ¿Quieres conocer el Jardín del Cantador en la madrugada? Ven, lee y anda Guanajuato.


[1] El Jardín del Cantador, 12 de agosto de 2021, Recuperado de  https://www.detourporguanajuato.com/nuestras-ra%C3%ADces/el-jard%C3%ADn-del-cantador/