Los Tratados de Córdoba, preludio de la Consumación de la Independencia Nacional

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Los tratados de Córdoba. Obra anónima del siglo XIX. Oleo sobre tela. Museo Nacional de Historia.

En septiembre de 1810 los labradores, los hacendados, los peones, los mineros, los artesanos, los rancheros independientes, los indios y los soldados y gran parte de todos los sectores de la sociedad del Bajío se sumaron a la marcha insurgente comandada, en su primera etapa, por Miguel Hidalgo y Costilla y don Ignacio Allende que exigían la independencia, la libertad de la nación mexicana.

La aventura insurgente se prolongó, en su totalidad, por poco más de once años. El gran teatro de la guerra fue la región central de la Nueva España y las secuelas de esta fueron dejando una estela de terror, abusos, escasez, carestía e inseguridad entre la población.

En la región se alternaron durante esos años victorias y derrotas de ambos bandos, los más afectados eran los habitantes de los pueblos, villas y ciudades que vivían día con día con aflicción y con un sentimiento de zozobra que no se podía sosegar.

Al comenzar la década de 1820 la otrora rica Nueva España estaba destrozada, la nación se había empobrecido ante las exigencias de las guerras españolas y los años de lucha independentista. La guerra y sus efectos habían generado la pérdida de medio millón de vidas y el porvenir parecía incierto.

En 1820 se restableció la Constitución de Cádiz en un acontecimiento que no fue del todo bien visto en la Nueva España, por una élite que veía con horror cualquier proyecto constitucional de corte moderno.

Agustín de Iturbide presentó entonces, el 24 de febrero de 1821, en la pequeña población de Iguala un PLAN para conseguir la independencia de México que se fundamentaba en tres cláusulas: RELIGIÓN, INDEPENDENCIA y UNIÓN. Su proclama fue dirigida no sólo a los nacidos en América sino también a los europeos, africanos y asiáticos.

La proclama que antecede al Plan de Iguala:

Americanos

Bajo cuyo nombre comprendo no solo a los nacidos en América, sino a los europeos, africanos y asiáticos, que en ella residen: tened la bondad de oírme.

Trescientos años hace la América Septentrional de estar bajo la tutela de la Nación más católica y piadosa, heroica y magnánima. La España la educó y engrandeció, formando esas ciudades opulentas, esos pueblos hermosos, esas provincias y reinos dilatados, que en la historia del Universo van a ocupar un lugar muy distinguido, aumentándose las poblaciones y las luces, conocidos todos los ramos de la natural opulencia del suelo, su riqueza metálica, las ventajas de su situación topográfica, los daños que origina la distancia del centro de unidad y viendo que la rama es igual al tronco: la opinión pública y la general de todos los pueblos, es la independencia absoluta de la España y de toda otra Nación. Así piensa el europeo, y así los americanos de todo origen.   

El Plan de Iguala fue una obra maestra de política y de saber ya que contenía la fórmula para alcanzar la independencia por la vía pacífica. La unión y la igualdad fueron la clave del éxito. El Bajío guanajuatense se inclinó pronto por la independencia siguiendo las bases de la propuesta de Iturbide.

La Constitución de Cádiz había suprimido el cargo de virrey, en su lugar se estableció la figura de jefe Político Superior y, en enero de 1821 fue designado el sevillano Juan O´Donojú.

Descendiente de una familia irlandesa, O´Donojú nació en Sevilla en 1762 y tenía una gran trayectoria en las armas españolas puesto que llegó a ocupar el cargo de ministro de Guerra del Reino de España. Fue también un fiel simpatizante del liberalismo y reconocido integrante de la masonería. Para 1820 fueron los diputados mexicanos los que sugirieron su nombramiento como capitán general y jefe político superior de la Nueva España.

Retrato de Juan O´Donojú. Último gobernante español de la Nueva España

Juan O´Donojú llegó a la Nueva España el 30 de julio desembarcando en Veracruz el 3 de agosto. A su arribo y a manera de un guiño al proyecto independentista don O´Donojú declaró que abandonaría el mando a la primera señal de disgusto.

Así el 24 de agosto de 1821 las conversaciones entre Agustín de Iturbide y Juan O´Donojú resultaron en la elaboración de los TRATADOS DE CÓRDOBA mediante los cuales se definía la retirada del ejercito español del país procurando con ello evitar el derramamiento de sangre en esta etapa final de la lucha por la independencia nacional.

Destacó en los tratados el reconocimiento que hizo Juan O´Donojú de que los territorios que pertenecieron a la monarquía pasaban ahora a constituirse como una nación soberana e independiente.

Los tratados de Córdoba formalizan la unión de las fuerzas insurgentes y realistas, representan también, como expresó el propio Juan O´Donojú “Desatar sin romper”… el nudo que había unido a ambas Españas por siglos como refirió el historiador Jaime del Arenal Fenochio.

Este 2021 conmemoramos los 200 años de la firma de los Tratados de Córdoba, el instrumento jurídico que sirvió de base y preludio para la Consumación de la Independencia Nacional hace dos siglos.

Los tratados de Córdoba constaron de 17 artículos y resultó significativo que por primera vez se definía el nombre de la nueva nación: el Imperio Mexicano.