El espacio de Escipion

La otra guerra de Rusia vs Ucrania no tiene tenido lugar: los medios, las redes, la verdad

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Entre enero y marzo de 1991, Jean Baudrillard publicó en los diarios francés Libération y británico The Guardian, una serie de ensayos titulados: “La Guerra del Golfo no ha tenido lugar”, en el cual, más allá del real impacto de la violencia bélica estadounidense, con el despliegue mediático mundial hubo un mensaje de disuasión y autodisuación a partir de la difusión en tiempo real de los bombardeos a Bagdad: ¿Estos ocurrieron como fueron presentados en ese momento por la televisión mundial? ¿O fue la presentación mediática ser catalogados como una guerra?

Para Baudrillard, en esa fase final del siglo XX, la humanidad vivía un espacio hiperreal donde los hechos, aún los más clamorosos, se comportan como simulacros y acaban siendo vividos como simple espectáculo. Digamos que nada ha cambiado de esa guerra en el Pérsico a la actual crisis en Ucrania: las estrategias de simulación que determinan la actual condición del mundo social y político. “Nada parece real sino en una escena hiperreal asemejable al mundo del espectáculo. Para asistir a la madre de todas las batallas, la humanidad entera fue convocada, una y otra vez, tal y como se convoca al público ante la celebración de un gran acontecimiento deportivo, a la celebración de una colosal representación. Las muertes bajo las bombas son reales, pero esas muertes se producen sobre un territorio casi fantasmal, mediatizado por los multimedia, y traducido en emociones próximas a la provisional afectividad del espectáculo”.

De la guerra del Golfo a la de Ucrania han pasado 28 años. A diferencia de aquella, la de ahora no sólo tiene la cubertura de los medios electrónicos en tiempo real, sino el ingrediente venenoso de la ciberguerra, de batallas interminables en la blogósfera, de las despiadadas e incontrolables redes sociodigitales y de los estrategas de postverdad (fabricantes de mentiras) detrás de cada bando que pelea en una hiperrealidad por imponer su narrativa, los códigos ideológicos de uno y otro bando.

Baudrillard argumentaba que en la guerra del Golfo todo lo que los espectadores pudieron saber sobre ésta fue en forma de imágenes de propaganda, en un amplio despliegue de las industrias de la información occidental que opacaron a las del mundo árabe. Esta estrategia de disuasión impactó al mundo, se impuso un nuevo orden bajo la advertencia (o más bien, amenaza) de que si algún otro régimen desafiara a EEUU las consecuencias serían las mismas. Las presentaciones de los medios de comunicación hicieron imposible distinguir entre la experiencia de lo que realmente sucedió en el conflicto y su tergiversación selectiva y estilizada a través de simulacros.

Ganar la propaganda es ganar la narrativa que se habrá de imponer en los espectadores para ganar la guerra. Y hoy, en este momento, quien quiera ganar cualquier conflicto, el ciberespacio es fundamental tenerlo bajo su control, tanto por la inserción de contenidos como por los efectos financieros que ello pudiera tener.

De ahí que la guerra central podría estar llevándose a cabo en el campo, pero nadie ha descuidado el campo de la red de redes: el Internet.  Una primera acción gobierno ucraniano fue pedir a los organismos internacionales un veto a las instituciones financieras rusas para el uso del SWIFT, el sistema global de pago de seguros y requisito indispensable para transacciones de un país a otro, con el fin d afectar la capacidad de comercializar internacionalmente con otros bancos y financieras globales. Este anuncio, abrió expectativas como que Rusia abriera opciones para evitar dicho bloqueo de operaciones a través otras plataformas, como la china CIPS, el Sistema de Pagos Interbancarios Internacional, además de las criptomonedas, Bitcoin, que basa su fuerza en Gazprom, la principal empresa abastecedora de gas para Europa.

Para ir más de prisa, Estados Unidos y la Unión Europea anunciaron sanciones y congelamiento de cuentas bancarias al presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, y a los miembros del equipo de seguridad nacional de Rusia, para supuestamente evitar que utilicen recursos financieros durante y posterior a la guerra.

El pánico de la ciberguerra lanzada desde Rusia a Occidente llevó a varios países a reforzar sus protocolos de ciberseguridad tanto de asuntos de Estado como de sus grandes empresas. España ha pedido a sus funcionarios y diplomáticos que cambien sus contraseñas «a la mayor brevedad» y que, en la medida de lo posible, «se proceda al apagado de equipos cuyo encendido sea prescindible durante este fin de semana».

Por su parte, Estados Unidos ofrece hasta 10 millones de dólares por la identificación de cualquier ciberataque ruso contra infraestructuras críticas, además de lanzar una alerta temprana por amenazas de ciberataques.

Las acciones no quedaron ahí. Un grupo de ciberactivistas que se autoidentificaron como Anonymous, lanzaron mensajes directos contra el régimen de Putin, y supuestamente filtraron la base de datos de su Ministerio de Defensa, sin que se haya confirmado.

En respuesta de ciberactivistas con sede en Rusia, el Grupo Conti, ha prometido atacar a los enemigos del Kremlin si responden a la invasión de Ucrania. Conti anunció su “pleno apoyo” al gobierno del presidente Vladimir Putin, “si alguien decide organizar un ataque cibernético o cualquier actividad de guerra contra Rusia, vamos a utilizar todos nuestros recursos posibles para contraatacar las infraestructuras críticas de un enemigo”.

El gobierno de Rusia, por su parte restringió desde Porhub a Youtube, Twitter y Facebook, acusando que estas plataformas de información digital han censurado a los medios rusos de comunicación como a las agencias estatales de noticias RIA, las agencias RT y Sputnik; los sitios de noticias pro-Kremlin como Lenta.Ru y Gazeta.Ru y el canal de televisión estatal Zvezda, entre otras que fueron acusadas “de sembrar el odio con información tóxica pro Putin” por parte de los corporativos de las redes sociodigitales de mayor penetración en el mundo.

Durante semanas, previas y durante las primeras incursiones, Ucrania ha sido golpeada por intrusiones digitales y ataques de denegación de servicio tanto antes como durante la invasión rusa.

Decía Baudrillard que un síntoma de una guerra que no tiene lugar es la imposición de las percepciones, por ello es que hay una disputa por la verdad entre los aparatos mediáticos de occidente y de Rusia. Se trata de una progresiva configuración de un nuevo espacio traspolítico, dudoso y vacilante, entre dos bandos; antes árabes contra estadounidenses, ahora rusos contra occidentales.

Esta guerra de Rusia y Ucrania, está lejos de los medios tradicionales, como la prensa, radio y la televisión, que fueron las que predominaron en la última del Golfo Pérsico, ahora está inundada por los influencers de las redes sociodigitales que llenan el ciberespacio de noticias falsas, sesgadas y adulteradas; o con tesis conspiracionistas de claros sesgos antisemitas, por lo que es fundamental que los periodistas y medios como el nuestro, ayuden a diseminar las fuentes de información, videos y fotos compartidos; contextualizar la información y, en sus posibilidades, verificar las veracidades y no sólo las verosimilitudes.

Contacto: feleon_2000@yahoo.com