Histomagia

Sintonía

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Escuchar la radio es un muy buen hábito que he tenido desde hace mucho tiempo, creo que es la forma en que escuchas a otros desde esa lejanía que acerca al mundo y que puede generar una comunicación efectiva entre las personas en todo el mundo, y ahora con el podcast es mucho más fácil encontrar y hacer sintonía con esos que les gusta, como a mí, escuchar la radio por las noches y madrugadas.

En la ciudad de Guanajuato capital hay estaciones de radio que dan cuenta de lo que sucede en la ciudad, también las hay culturales como Radio Universidad en donde la Máxima Casa de Estudios genera una señal que da a conocer sus eventos importantes desde los que se relacionan con las autoridades universitarias hasta las que difunden la diversidad de actividades de cultura que se hacen en los diversos campus y escuelas de la Universidad de Guanajuato.

Hace muchos años un amigo mío que trabajaba como locutor en Radio Universidad me contó cómo fue que una de esas noches él tuvo una experiencia paranormal que lo llevó a cuestionarse si en verdad la vida termina aquí o seguimos vagando por una existencia no corpórea, mi amiga estudiaba Filosofía y era y es un excelente profesor y por supuesto locutor.

Pues bien, él me cuenta que esa noche, por causa que no conoce, se quedó solo en las instalaciones de la radio, habiendo ya terminado su programa en donde con su voz deleitaba al auditorio además de la música clásica que permitía que las personas en sus hogares o donde estuvieran expresar sensaciones y emociones gozando la soledad o compañía que tuvieran.

Mi amigo centró su relato en que esa noche se encontraba ya dispuesto a ir a descansar a su casa, o tal vez ir a cenar a La Pasadita, cenaduría que en ese entonces abría prácticamente toda la madrugada, así que ya dispuesto se centró en cerrar micrófonos y fue entonces cuando la escuchó. Se quedó atento para ver de dónde venía esa voz que pedía que no la dejaran sola…esperó un momento para volver a escucharla y nada, pensó que quizás el cansancio y haber tenido los audífonos puestos le jugaban una mala pasada.

Siguió con el ritual de cada noche, cerró micrófonos y cabina, y se dispuso a bajar las escaleras que lo llevarían al callejón, bajar por el Baratillo y llegar a la algarabía nocturna de la ciudad y ya no sentirse solo. En eso estaba cuando al ir bajando las escaleras volvió a escuchar esa voz ahora más claramente donde le pedía que no se fuera que no la dejara sola, paró su descenso, volteó hacia atrás y se asomó por el pasamanos hacia arriba y no vio a nadie. Asustado y ya demasiado nervioso, mi amigo apresuró su paso, pensó que ya tanto tiempo en su trabajo y jamás le había pasado algo así, eso sí, el miedo que sintió al saberse solo y estar escuchando voces, hizo que no apagara ya ninguna de las luces de las escaleras, pues de por sí esas escaleras de cemento, alguna ya medio derruidas, no aportaba nada a mejorar el ambiente ni porque estaban las luces encendidas. Siguió su camino y cuando ya casi llegaba a la puerta, tropezó y se logro detener en la misma puerta de salida, sintió alivio al abrirla, y fue entonces cuando para cerrarla volteó al interior y la vio: ahí estaba el espectro transparente de una mujer de unos veinte años, vestida con ropa para dormir, estilo muy antiguo, como de velos transparentes que se movían en un vaivén de un inexistente viento, levitaba, su lividez y liviandez la hacían parecer un que volaba. Mi amigo se sentía seguro ya en el callejón, pero al verla y sobre todo ver los enormes ojos de esa mujer que le preguntaban porqué la dejaba sola, sólo murmuró “lo siento” y cerró estrepitosamente la puerta. Corrió sin parar hasta la plaza del Baratillo, se sintió aún más seguro con el roce de las personas que iban con una de las tantas tunas o estudiantinas que hay en la ciudad. Suspiró profundamente y siguió caminando hacia el Jardín Unión. Necesitaba estar en compañía de alguien no ese fantasma que se puso en sintonía con él, y le pedía insistentemente quedarse con ella no sabemos si para siempre.

Me cuenta mi amigo que ya nunca más le volvió a suceder una experiencia así, él me dice que tal vez era la dueña de la casa que estaba antes del Teatro Principal, pero bueno, eso nunca lo vamos a saber, dice, corrí para salvarme no sé de qué, mi instinto me lo pidió y sólo lo obedecí.

Yo pienso que tal vez sea como dice Héctor de Mauleón en su programa El Foco, que antes algunos de los espectros y fantasmas espantaban en las calles oscuras a los desvelados, pero ya con la invención de las luminarias en las calles, las apariciones se refugian en donde se sienten seguros: el interior de las casas. ¡Vaya uno a saber!, lo que sí sé es que aquí en esta mágica ciudad, tan cerrada en cañada donde corren los vientos fríos de la sierra, los espíritus y almas vagan por todos lados, incluso no sé si esté algún espectro ahora mismo escribiendo esta histomagia para reivindicarse desde el anonimato de las almas y yo sea ese instrumento que necesita como si fuera IA. ¿Quieres conocer el Teatro Principal? Ven, lee y anda Guanajuato.