El Laberinto

Necesito/deseo

Compartir

A veces, mientras  estoy arrastrando esos despojos amorfos que constituyen mi persona matutina rumbo a la regadera para poder irme a trabajar, miro a mi gata durmiendo panza arriba en el sillón después de haber desayunado y tomado unos minutos de sol y siento una envidia genuina y deseos reales de haber sido un esponjoso gato, lejos de toda moralidad, con todas mis necesidades cubiertas bajo la única condición de ser y estar.

Pero si profundizamos en el asunto, veinticuatro largas horas del día de dormir, recibir mimos, comer y corretear falsas presas (las reales las omitimos por comodidad de los dueños y seguridad del felino) considero que si tuviese todo ello manteniendo mi ser pensante, mi vida sería tremendamente aburrida, vacía y triste, esto nos deja claro que reducir el bienestar de un ser humano a mantenerlo con vida y protegido, recibir afecto y un poco de entretenimiento es regresarlo, sin querer sonar especista, a su condición primordial de animal no pensante. Y justo eso hacían con los esclavos y sin embargo, se liberaron, tan bueno no puede ser.

Nosotros no nos conformamos tan sólo con cubrir las necesidades así como así, que si no viviríamos en simples cubos equipados y comiendo unas nada antojables  croquetas para humanos, es por ello que la forma en que resolvemos este tema de no poder hacer simplemente fotosíntesis, está cargada de nuestro entorno natural del que echamos mano para cubrirlas y de nuestras relaciones humanas que nos sirven para dividirnos y enfrentar juntos la tarea de sobrevivir, esto nos distingue como colectivos, dependiendo del lugar de la tierra donde nos tocó nacer y a su vez nos divide en clases de acuerdo a la posición que ocupemos en este entramado.

Como nos cubrimos, nos alimentamos y nos relacionamos entre todos, es entonces una cuestión de identidad, una forma de expresión y en la medida que tenemos esto cubierto es que después podemos mirar a futuro y encontrar maneras de hacernos la vida menos pesada reduciendo las horas que le invertimos a nuestra subsistencia para dedicarnos a disfrutar y a crear, que es lo que nos hace la vida placentera, lo que evita el tedio y la desazón.

En las ciencias sociales, existen dos enfoques para plantearse las necesidades específicamente humanas: uno que es relativista y considera que las necesidades varían según la edad, sexo, época y locación geográfica, y otro que postula que más allá de esos accidentes (entendidos como atributos extra que no afectan al Ser, como que una mesa sigue siéndolo aunque la pintes de verde o de azul) existe un mínimo básico universal para conseguir el bienestar de los individuos de nuestra especie, para dilucidar este tema, se han llevado a cabo seminarios internacionales, pues no es cosa menor y sirve para poder establecer el límite para explotarnos y los parámetros que los gobiernos deben seguir para mantener a su población viva y no tan enojada. 

Para la que escribe esto, la diferencia entre una necesidad y un deseo o capricho, estiba en que si no cubres la primera te mueres y que si no cubres la segunda te frustras y tal vez, si es muy intensa la cosa, desearías estar muerto y aquí me pregunto yo qué tan responsables son quienes en el afán de vendernos cada vez más, camuflan los deseos de necesidades y orillan a todos a trabajar tanto que ni tiempo queda para gozar de lo que podemos pagarnos, para seguir produciendo o colocando este exceso de artículos o servicios o tal vez a encontrar modos cuestionables, en cuanto a que son dañinos para los demás, de obtenerlos.

Ya no quiero ser un gato esponjoso, tan solo un humano que pueda permitirse tener uno sin perder su condición en el intento.