El Laberinto

Contemporáneos

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Una de las más recientes crisis de los treinta y muchos años vino en el momento en el que comencé a tratar a personas de mi edad fuera de mi círculo social y con realidades bastante distintas, que no mejores o peores, simplemente haciendo otro tipo de actividades, teniendo diferentes responsabilidades, apariencias, sueños y valores.

Lo curioso aquí es que muchas de estas las veía yo más propias de otros grupos de edad o de otros tiempos, como algo que probablemente yo viviría cuando fuese mayor, lo cual en cierta manera me hizo sentir como si no estuviese haciendo las cosas correctamente o como si me comportara como una «siempre joven» , de esos que se aferran a ser algo que ya pasó hace mucho.

Aquí hay por lo menos dos errores: uno a nivel personal que consiste en compararse con lo poquito que alcanzamos a ver de los demás y poniéndose en posición de desventaja, ignorando sus historias, contextos o anhelos y el otro más generalizado y que le ha dado tantos dolores de cabeza a los científicos sociales y que se trata de percibir el tiempo y la evolución de una manera lineal, pensando en pasos o etapas a seguir y en la destrucción del pasado como condición para el nacimiento del presente.

A nivel social, este tipo de pensamiento es el que nos hace creer que quienes no están al día en cuanto a tecnología e ideología viven en el atraso, cuestión que por cierto ha justificado la explotación y colonización de muchos pueblos durante varios siglos, y esto es tan desatinado como pensar que el hecho de que existan robots aspiradoras tira en desuso a la leal escoba, aunque ambas se estén fabricando y vendiendo en este momento, pues son útiles y necesarias, son contemporáneas pero solamente la aspiradora es moderna, finalmente su uso dependerá del contexto.

Igualmente y al mismo tiempo están en auge diversos géneros musicales, estilos de vestir, mentalidades y prácticas sociales, vivir en la época de los hippies o de los corridos tumbados no te hace fanático de los mismos y seguro también habrá quien prefiera lo pasado o lo de otros lugares, porque no existe un solo camino y por que justo, lo existente no desaparece ante lo nuevo, a menos que estemos hablando de productos hechos para ser consumidos, como la fórmula de la coca cola qué cambió y las cocas pasadas están caducadas e intomables, mientras las nuevas saben a sustituto de azúcar.

La teoría de la evolución, tergiversada e incompleta, es la madre de este pensamiento, pues se ignoran varias cosas que son las que le dan sentido realmente: es ciega y no responde a ideas de progreso si no a fluctuaciones del contexto, es azarosa y no planeada y lo más importante, la única posibilidad de sobrevivir de una especie reside en su variedad, esa qué tanto nos gusta criticar, si no hubiera habido mariposas negras cuando el hollín cubrió Londres todas las mariposas de esa zona  se hubieran extinguido.

Volviendo a la crisis del inicio, no existen edades para las etapas ni  la obligación de pasar por todas para llegar a una meta imaginaria, al contrario, es en nuestra capacidad de pensar y vivir de muchas maneras en donde reside nuestra verdadera evolución y supervivencia.