El Laberinto

Masiosare

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¡Ah, nuestro Himno Nacional! Lo cantábamos cada lunes durante los honores a la bandera, paraditos bajo el sol con nuestro uniforme de gala bajo la mirada impositiva de nuestros profesores que calificaban casi de blasfemia portarse mal durante la ceremonia, casi tan incómodo y agobiante como estar en misa, pero sin la posibilidad de sentarnos, estrechar nuestras manos o comernos una oblea.

Nos enseñaron a sentirnos orgullosos de él y nos repitieron hasta el cansancio que era el segundo más bello del mundo tan sólo después del francés, pero albergo la curiosa sospecha de que en realidad nunca entendimos demasiado su contenido, el lenguaje es complicado y está escrito en la  época más bélica de nuestro país, aquella donde las fronteras del mundo se estaban reajustando y que nos favoreció para independizarnos, aunque después nos trajo invasiones contra las que tuvimos que pelear en pañales, cuestión que por cierto, no ha cambiado mucho, el mundo suele arrastrarnos o llevarnos entre las patas en cuestiones para las que no estamos muy preparados .

Ya no somos el México del que se habla en él, salvo el tenebroso detalle de la tierra que retiembla en sus centros, aunque esto ya no lo provoque el sonoro rugir del cañón si no algunas placas tectónicas, pero revisando la historia del himno en sí, me percaté de que, a pesar de nuestras diferencias en cuanto al léxico y el contexto, nos parecemos mucho a él.

Ambos somos hiperbólicos hasta la cursilería, mestizos (y centralistas) un mexicano, Francisco González Bocanegra escribió la letra y un español, Jaimé Nunó compuso la música, fue creado en un dudoso concurso en una época de profunda corrupción con Antonio López de Santa Anna al mando, tanto que el premio al primer lugar  nunca fue entregado, lo que representa la “tranza” en su máxima expresión, es un católico en apuros pues el cielo un soldado en cada hijo nos dio y cargamos con nuestro enemigo adentro, aunque pensemos que se trata de un extranjero: “Masiosare”.      

¿Quién es Masiosare? Podríamos decir que es un extraño enemigo, pero no extraño de extranjero, pues es bastante mexicano, más bien extraño de que causa intriga por inusual. Nacido de la bravuconería y el chovinismo, gestado por un malentendido convertido en burla, como buena parte de nuestra historia y humor, es el triunfo de la forma sobre el fondo, de la repetición sin reflexión, del orgullo sin conocimiento, del culto a la personalidad, del recorte, la institucionalización y la falta de memoria histórica. 

No quiero decir con todo esto que ambos, himno y mexicanos, estemos perdidos o tengamos que avergonzarnos, pero sí creo que lograremos superar los problemas y avanzar hacia el porvenir reconociendo que es en nuestro interior donde se encuentra el origen de los males que nos aquejan y que desde ahí es que tenemos que cambiar.

Pero primero vamos a comernos un victorioso pozole y a brindar con un tequilita ¡Salud!