Desde el Faro

Nuestra casa: El Juárez, 120 años de Identidad

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Hay sitios que son transformadores de vidas y juegan un papel crucial en los recuerdos, son parte del bienestar, la salud física, la vida social, e incluso de la identidad y del sentido del yo, como el Teatro Juárez, el edificio que absorbe las emociones vividas durante 120 años, las devuelve y con ellas nutre a quienes lo han convertido en parte importante de la propia existencia.

Es testigo fiel, el Juárez, ha escuchado la música que activa las zonas del cerebro que sienten gozo o pena; y ha visto a los cuerpos agitándose sobre las puntas hasta lograr, gracias a las neuronas espejo, hacer que los espectadores sientan ese movimiento en sus propios cuerpos, que se balanceen y se sacudan desde sus butacas. Así, ha dejado de ser un edificio inerte para transmitir, alegría, tranquilidad, silencio, cansancio, y conmover al cerebro para contribuir a fortalecer nuestra identidad.

Un lugar así es crucial en los recuerdos, esos que permanecen íntimamente ligados con las experiencias; como cuando en el 2005, Isidro “Chilo” Guerrero, el celoso protector del teatro, mostraba enojo, sus ojos – de por sí saltones- parecían huir aún más de su rostro; técnicos japoneses preparaban con frenesí la presentación de un grupo de música pop, uno de ellos rompió, por accidente, una moldura – ese adorno que marca el espacio entre el piso del foro y el inicio de la primera fila de butacas-.

Fue un momento de mucha tensión, enojo, angustia; “Chilo” no esperaba que “su” teatro sufriera algún rasguño, pero ahí estaba “herido” el viejo edificio porfirista. Diplomáticos del llamado “país del sol naciente” ofrecieron disculpas, insuficientes para Isidro, Carlos Marmolejo y otros técnicos guanajuatenses. Era la edición 33 del Festival Internacional Cervantino, y Japón fue el invitado de honor.

UNA AVENTURA DE 120 AÑOS

En 120 años, el gran escenario ha recibido a lo mejor del mundo: Narciso Yepes, el guitarrista español, con la interpretación del Concierto de Aranjuez; el director de orquesta mexicano, Eduardo Mata, que dirigió Carmina Burana, ese poema del placer terrenal, el vino, el amor y de goce por la naturaleza; o el director de orquesta estadounidense Leonard Berstein, que allá por 1981 dirigió a la Sinfónica de Israel, pero antes del concierto, bebió unas copitas en el FBI (Famoso Bar Incendio), después, cruzó por el Jardín Unión, pero al tratar de ingresar al Juárez, por su condición etílica, le prohibieron la entrada; pero , Berstein pudo tomar la batuta y triunfó esa noche.

Muchas experiencias han quedado en la memoria, ellas son muestra de la forma en que la convivencia de los guanajuatenses con este recinto ha contribuido, desde SU INAUGURACION, el 27 de OCTUBRE de 1903, a fortalecer su identidad.