Ecos de Mi Onda

Pronóstico Reservado

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El hombre que no teme a la verdad, no tiene nada que temer de las mentiras. 

Francis Bacon (1561-1626) Filósofo, político y escritor inglés.

En un estado de polarización, la sociedad mexicana se divide en dos bandos fácilmente distinguibles: partidarios del oficialismo presidencial, y quienes lo descalifican con firmeza. Al parecer, y por desgracia, no hay puntos medios, dos locomotoras maniqueas, dos facciones que se identifican como encarnación del bien, en lucha contra el otro, que representa el mal, y la colisión será inminente en este año electoral.

¿Cómo será el futuro inmediato del país, el escenario en el que nos moveremos los ciudadanos, aspirando a niveles deseables de bienestar común? Aquí también parece que las opciones serán encontradas y facciosas. Frente a esta dualidad maniquea, el diálogo se desvanece y se pierde la oportunidad de anclar un proyecto de nación, elaborado a partir de un diagnóstico objetivo e imparcial, derivado de evaluaciones responsables.

En estas condiciones conviene alejarse un poco para visualizar un escenario hipotético con la información disponible, el vaticinio reflejado en una imaginaria bola de cristal, deducido si se mantienen las tendencias significativas. No es simple analizar la complejidad de un gobierno, muchos aspectos se entretejen y configuran un estado integral perceptible en el diario acontecer personal.

Se tiene información oficialista de prensa y televisión, con el extenso programa mañanero (alrededor de tres horas diarias), en el que el mandatario se dedica al autoelogio y destacar la buena marcha de su administración, minimizando desaciertos y culpando de toda falla a sus adversarios políticos. Asimismo, se cuenta con la información independiente, de la que se debe también ser precavido, pues hay sectores interesados en el control del poder fáctico. Así que no podemos aceptar a ojos cerrados las inclinaciones editoriales que generan. Sin embargo, es una verdad indiscutible, que muchos de esos medios presentan noticias objetivas, verídicas, asociadas a hechos nefastos que, integrados con sus efectos puntuales, han evolucionado hacia los riesgosos e innegables fenómenos sociales que hoy padecemos en nuestro país.

Las redes sociales son un caos, una siniestra difusión de información falsa en medio de una ruda reyerta entre bandos, en la que se percibe un propagandismo profesional que, en lugar de promover el debate racional argumentado, útil para derivar conclusiones valiosas y reafirmar o modificar preferencias, fomenta ignorancia, banalidad y agravio insolente, en estos tiempos de campaña, que han resultado extremadamente largos y onerosos, a partir del destape presidencial de las “corcholatas”.  

Declaro que desapruebo al gobierno federal y al mandatario, pero debo razonar el por qué y convencerme de que no se debe solamente a un arranque de antipatía, sino basado en argumentos meditados. Es difícil modelar un procedimiento con datos cuantitativos, pues el oficialismo desmiente hasta las cifras de los mismos organismos institucionales, cuando le son adversas. Entonces queda la opción de estar atento a las señales reveladoras emitidas a diario para inferir interpretaciones plausibles. Para esto, justamente la mañanera es un valioso emisor de señales (claro que no las vea diario y completas, eso es para enajenados), seleccionando y verificando videos con las declaraciones presidenciales sobresalientes, ya que son testimonios de viva voz, las cuales pueden contrastarse a continuación con las otras versiones del entorno.

Por ejemplo, respecto al sistema federal de salud, tuvimos más de dos años de una pandemia terrible, con resultados objetivos y verificables desastrosos, que ubicaron a México entre los países del mundo con mayor número de defunciones, en términos absolutos y relativos. Sin embargo, la información oficial reportó cifras ridículamente menores, además de ensalzar desde la propaganda mañanera, las estrategias sanitarias aplicadas por el gobierno federal. En esta misma línea, se eliminó el Seguro Popular y se sustituyó por el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), un rotundo fracaso anunciado por el mismo presidente, proclamando la creación del Servicio de Salud del Instituto Mexicano del Seguro Social para el Bienestar (IMSS-Bienestar). Ante las fuertes críticas por la falta de medicamentos, se concibió una mega farmacia inaugurada el pasado diciembre en el Estado de México que, si bien son pocas semanas, los resultados no han correspondido con las intenciones, ni mucho menos con las expectativas de los enfermos, de lo cual ha dado fe el mismo presidente, una mega farmacia sin medicamentos suficientes.

Fuera de fanatismos a favor o en contra ¿Quién en sano juicio, ante las patentes limitaciones del Seguro Social para atender a los derechohabientes, podrá afirmar que espontáneamente brindará servicio médico, abierto a toda la población nacional? ¿Quién garantizará que en el corto plazo la mega farmacia surtirá con prontitud, cualquier medicamento que un enfermo requiera, en cualquier lugar del país? Pues hay que considerar, además, el corto presupuesto asignado al sistema nacional de salud en las partidas aprobadas por el Congreso, sin cambiar una coma por advertencia del presidente, que sabe bien que sin inversión, jamás habrá mejoría en el sistema nacional de salud.

Así, la revisión cualitativa del ejemplo anterior expone una tendencia desalentadora indiscutible, respecto a las expectativas de calidad del sistema nacional, de extenderse el período morenista. Tal vez lo más grave de esto, es la actitud del mandatario al afirmar con vehemencia que, antes de concluir su sexenio, México tendrá el mejor sistema de salud del mundo. Cuidado, miente y usa esa afirmación dirigida al electorado que le cree. Pero es una mentira cruel, ya que sería precisamente la población de menos recursos la que pronto, al requerir los servicios de salud prometidos, se vería traicionada con la realidad. Mentira y traición.

Otro caso notable de argumentación, fue la alevosa maquinación para integrar a un adepto radical en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, provocando la renuncia del ministro Arturo Zaldívar a un año de terminar su período, para posibilitar la designación del sustituto por el mandatario, despojando de esa facultad constitucional a la candidata de su mismo partido Morena, si llegara a la presidencia. Una renuncia sin fundamento legal, que por supuesto fue aprobada sin chistar por la mayoría de Morena en el Pleno del Senado. La lealtad del ministro Zaldívar fue recompensada con un cargo en el equipo de campaña de la candidata morenista. Luego, a sabiendas de que sin la mayoría calificada en el Congreso le correspondería al presidente la designación, presentó en dos ocasiones propuestas que no cubrían el perfil para el importante cargo de ministro y, por tanto, seguro de que la oposición no las aprobaría, en una jugada cargada de mala fe, amparándose mañosamente en la Constitución, designó a quien hoy se autodenomina «Ministra del Pueblo». Los partidarios del presidente podrán alabar su astucia e incluso soslayar la incompetencia de la nueva ministra. Sin embargo, la nación será la afectada. Actuar así no abona a la promesa de erradicar la corrupción, al contrario, evidencia una vil triquiñuela que socava a la Suprema Corte, con el riesgo de la aprobación de dictámenes inconstitucionales a favor del oficialismo y sus intereses centralistas. Esto es otro punto en contra de la continuidad morenista y su inclinación perniciosa a romper el equilibrio de poderes, desaparecer órganos autónomos, y amparar el gasto indiscriminado de recursos público. No faltará quien vocifere que antes era así y todos callaban, lo que no es verdad. Sin embargo, el presidente juró respetar la Constitución y en su homilía mañanera, no ceja de proclamar sus principios de no mentir, no robar y no traicionar, pero este tipo de maniobras falaces son abiertamente deshonestas.    

Observando la violencia desatada en el país, no es posible aceptar que la estrategia de “abrazos y no balazos” es eficiente, es una falsedad inaceptable. Somos testigos de la secuencia de masacres impunes, que hacen ver la instalación y crecimiento del crimen organizado como poder fáctico en amplias zonas del país, generando condiciones que pueden calificarse de terrorismo, con índices de mortandad mayores que en países en estado de guerra. Así, no es posible avalar la continuidad de esta estrategia fallida, con el imperio del crimen y la impunidad.

Tal vez lo más delicado sean las tendencias en el sistema educativo, responsable de la misión fundamental de guiar la formación de niños y jóvenes, como elementos competentes en las disciplinas universales del conocimiento, con talante humanista, técnico y científico propicio para realizar transformaciones sustanciales positivas, en beneficio de mejores niveles de bienestar social equitativo. Casi para finalizar el sexenio, no se puede presumir un presupuesto digno para la educación, con recortes importantes para la educación superior, pretextando elitismo y propensión al neoliberalismo en las universidades públicas y clamando un cambio progresista a través de las Universidades del Bienestar Benito Juárez (¿Habrá quien informe sobre su ubicación, inscripción, infraestructura y profesorado?, pues ya debería haber registro de la primera generación de egresados). En los hechos, esto sólo se puede creer con actitud fanática. En general, la continuidad indica un sistema educativo inclinado peligrosamente, al cultivo ideológico de un modelo confuso de “humanismo mexicano”, enfocado arbitrariamente, sin fundamentación sólida, a “encomiar la colaboración comunitaria sobre los intereses neoliberales del individualismo”. Tal vez, pero en el rubro educativo, la realidad es lamentable.

Es preocupante ver a un presidente en campaña, relegando a la candidata de Morena, enfocado en la exaltación de su persona, como luchador contra neoliberales y conservadores (en realidad, contra todos los que no están de acuerdo con sus lineamientos de gobierno), utilizando con hipocresía los programas sociales con fines electoreros, despreocupado de la sustentabilidad de los recursos públicos, salpicando promesas absurdas como jubilaciones al cien por ciento de salario, pues finalmente prometer no compromete, además de que siempre se ocupará con astucia, de tener a quien culpar de sus incumplimientos. Con perdón, pero aquí hay una clara amenaza de Maximato.

Por consiguiente, el país no vive una campaña electoral ordinaria entre candidatos, sino una patente confrontación de pronóstico reservado, entre un modelo estatista demagogo, radical e ineficaz, y el retorno a una vía democrática, incipiente e imperfecta, pero perfectible si los ciudadanos nos atrevemos a participar con mayor voluntad y decisión en los planes y decisiones de gobierno.