El espacio de Escipion

Zedillo, AMLO y otros ex presidentes

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La semana pasada la visita de Ernesto Zedillo Ponce de León, quien fuera presidente de la República de 1994 al 2000, o sea hace 24 años, revivió aciertos, desaciertos y un falso viejo pleito con el actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador. Sí, uno representa al modelo económico más neoliberal que hayamos tenido, pero también al que se le ha enmendado su vocación pro democrática al ser quien promoviera la ciudadanización del entonces Instituto Federal Electoral y que haya reconocido la primera derrota de su partido, el PRI, luego de 72 años de predominio absoluto. El segundo representa, para algunos, lo contrario: la restauración del viejo presidencialismo y un modelo económico llamado neopopulista.

Sin embargo, y a pesar de lo ideológicamente distantes, Zedillo y López Obrador han tenido más cercanía y acuerdos políticos que diferencias en lo que llamamos la real politik. Han sido aliados políticos coyunturales; han compartido al mismo enemigo político por décadas; han tensado y cedido en problemas críticos del país.

Contra la mala memora de la portadores de la estridencia, esos voceros asignados y otros no autorizados del lopezobradodorismo, la relación de Andrés Manuel con Ernesto no ha sido igual con otros ex presidentes. Hay mucho más en común que diferencias, y la historia así lo deja constar porque ante todo son aliados, no enemigos.

Al menos con dos fue emotivo: cuando murió José López Portillo en febrero de 2004, autollamado último gobierno emanado de la Revolución Mexicana en junio de 2022 y le envió condolencias a sus familiares y reconocimiento por haber sido su colaborador como delegado del Instituto Nacional Indigenista. Con Luis Echeverría, en julio de 2022, además de condolencias, López Obrador recordó su “política de corte humanitaria” con migrantes al dar refugio a exiliados políticos de Chile, Argentina, Bolivia, entre otros. 

Con Miguel de la Madrid en 2012 fue frío, a pesar de que el ahora presidente ocupó un cargo federal en su administración antes de romper con el PRI. Montado en segunda campaña presidencial, Andrés Manuel López Obrador sólo atinó a expresar a los medios que era “lamentable la pérdida de cualquier ser humano. Nosotros vamos a ser respetuosos, en momentos de muerte, decesos de cualquier persona, de cualquier ciudadano, fue ahora el caso de un ex Presidente de México”. Ni una referencia a que él sirvió como director de Promoción Social del Instituto Nacional del Consumidor de 1984 hasta octubre 1988.

Por supuesto, a Zedillo y a López Obrador los une la animadversión con Carlos Salinas de Gortari, tanto que hasta la actualidad prevalece y que explica gran parte del mapa político actual: el salinismo sigue vivo y activo en el frente opositor mientras que los contrarios, ex perredistas, ex  priistas zedillistas y hasta ex panistas,  están en la ola llamada “Cuarta Transformación”. Ejemplos sobran: de un lado, Roberto Madrazo, el otrora gobernador salinista que nunca pudo destruir Zedillo, del otro los zedillistas Moctezuma Barragán y Juan Ramón de la Fuente.

La relación con Zedillo, por cierto, es un capítulo del que casi el actual mandatario no ha escrito, pero que circulan versiones de encuentros secretos y otros no tanto, en los cuales se han definido muchas decisiones de Estado. Por ejemplo, el historiador George W. Grayson en al menos dos libros ha documentado los encuentros entre los dos personajes, desde los primeros días de agosto de 1994 hasta el último de diciembre de 2000, teniendo como vasos comunicantes a los también tabasqueños Carlos Salomón Cámara y Arturo Núñez Jiménez, además de Esteban Moctezuma Barragán y Liébano Sáez. De esa relación y de los encuentros previos a 1994 con Luis Donaldo Colosio, Andrés Manuel no ha escrito, ni tampoco ha sido requerido por ninguno de sus aduladores oficiales en sus biografías.

La llegada de Andrés Manuel a la dirigencia nacional del PRD sorprendió a los cuadros más probados de este partido, pues creían que después de Cárdenas y Muñoz Ledo, dos ex priistas era natural que Heberto Castillo, sin origen en el PRI, asumiera el liderazgo; pero fue la fuerza del otrora Grupo Universidad, comandados por Carlos Ímaz y Rosario Robles (al que también pertenecían Claudia Sheinbaum, por cierto) terminó por imponerse en la voluntad de Cuauhtémoc Cárdenas y así la balanza se inclinó por el tabasqueño.

Dicen que en la política y el amor las casualidades no existen y si bien desde el año pasado la CNDH y la Fiscalía General de la República venían trabajando en desempolvar el crimen de Luis Donaldo Colosio, el ex candidato presidencial del PRI ocurrido en 1994. A estas alturas y a la luz de los sistemáticos errores y fracasos de la actual Fiscalía General de la República sólo podemos especular que la reactivación del expediente no busca encarcelar a Carlos Salinas sino más bien maniatarlo y entretenerlo (directamente a él y no a sus operadores como Madrazo) antes de que formalmente inicien las campañas electorales.

Por ello, como dirigente nacional del otrora PRD, fue Andrés Manuel quien mantuvo la ofensiva contra Salinas de Gortari y quien llamara a la unidad nacional para defender la institución presidencial ante la ola de ataques que estaban desatándose entre los congresistas de Estados Unidos.  Reciprocidad o no, al PRD bajo la dirección de AMLO le reconocieron los triunfos en Zacatecas, Tlaxcala, Baja California, gobernaron al DF y eran segunda fuerza electoral, además de que en el 2000, contra viento y marea, contra la misma legislación según denunció Pablo Gómez, el ahora mandatario fue candidato a jefe de Gobierno del DF.

Las viejas reglas no escritas de la política mexicana quedaron ya enterradas. Una de ellas era que presidente que terminaba debía dejar de hablar y entrometerse en decisiones de quien estuviera en el poder en ese momento.

Pero se acabó hace rato, de hecho fue Carlos Salinas el primero que la rompió al lanzarse contra Zedillo por el encarcelamiento de su hermano Raúl. Ya después Vicente Fox y Felipe Calderón han hecho y dicho los que les viene en gana. Pero Ernesto Zedillo había sido cuidadoso de no tomar posición en asuntos de política nacional y quizá eso ya cambió y ahora deberá estar con sus adversarios salinistas o dejar que la democracia popular siga su rumbo. Cierro este intervención preguntando: ¿Y Enrique Peña Nieto romperá su silencio sexenal?

El regreso de Trump se cierne sobre el proceso electoral en México… The Economist publicó la semana pasada que “Cada 12 años los ciclos electorales de México (sexenios presidenciales términos) y Estados Unidos (términos de cuatro años) se alinean. La última vez, en 2012, pocos se dieron cuenta; ni Barack Obama ni su compañero de fórmula Joe Biden mencionó a México durante sus debates televisados. Las cosas serán diferentes este año. Donald Trump, el probable republicano nominado, es un implacable ataque a México. La favorita mexicana, Claudia Sheinbaum, del gobernante partido Morena, es protegida del populista titular, Andrés Manuel López Obrador. México ocupa un lugar destacado en los debates más divisivos de su vecino del norte.” Así que el equipo de Sheinbaum de relaciones exteriores debería tomar cartas en el asunto y preparar vocero asignado para responder las ofensivas.

Quien mató a Colosio mató a Salinas… En un libro de memorias de Raúl Salinas de Gortari, escrito desde Almoloya, éste refiere algo más o menos así: cuando mataron a Luis Donaldo Colosio también se mató al proyecto transexenal del grupo salinista y que las balas que mataron a José Francisco Ruiz Massieu, lo remataron.

Contacto: feleon_2000@yahoo.com