El mundo es un pensamiento (poesía): Hasan de Basra

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La conversión de Hasan de Basra

Hasan era mercader de joyas y estaba relacionado con los generales y ministros del César. En una ocasión, en camino a Bizancio, visitó a un ministro y conversó un rato con él.

“Iremos a cierto sitio”, le dijo el ministro, “si es que estás de acuerdo”.

“Como tú dispongas”, replicó Hasan.

Entonces el ministro hizo traer un caballo para Hasan. Montó y los dos partieron. Cuando llegaron al desierto, Hasan percibió una tienda de brocado bizantino, sujeta con cuerdas de seda, con remates dorados y firmemente asentada. Se quedó a un lado. Entonces apareció un poderoso ejército, pertrechado para la guerra: los soldados dieron vuelta alrededor de la tienda, dijeron unas palabras y partieron. Filósofos y eruditos, en número de casi cuatrocientos, llegaron a la escena. Dieron vueltas alrededor de la tienda, dijeron unas palabras y partieron. Después, trescientos ancianos iluminados, de blancas barbas, se aproximaron a la tienda, la circundaron, dijeron unas palabras y partieron. Luego, más de doscientas doncellas, bellas como la luna, cada una llevando una bandeja de plata, oro y piedras preciosas, rodearon la tienda, dijeron algunas palabras y partieron.

Hasan relata que, atónito y perplejo, se preguntaba qué significaría todo esto.

“Cuando regresamos”, dijo Hasan, “le pregunté al ministro. Me dijo que el César tenía un hijo de incomparable belleza, perfecto en todas las ramas del conocimiento e invencible en la arena por sus viriles proezas. Su padre lo amaba con todo su corazón.”.

De repente se enfermó —así lo relataba Hasan de acuerdo con la narración del ministro—. Todos los médicos no pudieron curarlo. Finalmente murió y fue sepultado en aquella tienda. Una vez al año la gente iba a visitar la sepultura. Primero un inmenso ejército rodea la tienda y dice: “Oh, príncipe, si esto que te ha ocurrido hubiera acontecido en la guerra, hubiéramos dado nuestra vida por ti para rescatarte. Pero lo que ha acaecido está en manos de alguien con quien no podemos luchar y a quien no podemos desafiar”. Esto decían, y luego partían.

Los filósofos y eruditos se acercan y dicen: “Esta circunstancia ha acaecido por obra de alguien contra quien nada podemos hacer por medio del conocimiento o la filosofía, la ciencia o el sofismo. Pues todos los filósofos del mundo son impotentes ante él, y eruditos e ignorantes no superan su conocimiento. De otro modo hubiéramos podido inventar recursos y decir palabras nunca oídas en la creación”. Esto decían y luego partían

Después los venerables ancianos se aproximan y dicen: “Oh, príncipe, si esto que te ha acaecido hubiera podido evitarse por el pedido de los ancianos, nosotros hubiéramos intercedido por ti con humildes peticiones y no te hubiéramos abandonado aquí. Pero esto que te ha ocurrido ha sido obra de alguien para quien los pedidos mortales carecen de valor”. Esto decían y luego partían.

Las doncellas, bellas como la  luna, con sus bandejas de oro y plata se acercan, rodean la tienda y dicen: “Hijo de César, si esto que te ha ocurrido hubiera podido evitarse por medio de la riqueza o la belleza, nos hubiéramos sacrificado y ofrecido grandes sumas, y no te hubiéramos abandonado. Pero esta circunstancia ha acontecido por obra de uno sobre quien la belleza y la riqueza no ejercen el menor efecto”. Esto decían, y luego partían.

Luego, el mismo César con su primer ministro entra a la tienda y dice: “Oh, lámpara y ojo de tu padre, oh fruto del corazón de tu padre, oh el más amado de tu padre, ¿qué puede tu padre hacer? Tu padre ha traído un poderoso ejército, filósofos y eruditos, consejeros e intercesores, bellas doncellas, riquezas y toda clase de lujos, y él mismo ha venido. Si alguna de todas esas cosas hubiera servido, tu padre hubiera hecho todo cuando estaba en su poder. Pero esta circunstancia ha acaecido por obra de uno ante quien tu padre, con todo su poder, ejércitos, tesoros, lujos y riquezas, es impotente. ¡Que la paz sea contido hasta el año próximo!”. Esto decía, y luego partía.

Estas palabras del ministro afectaron tanto a Hasan que lo pusieron fuera de sí. De inmediato hizo arreglos para regresar. Al llegar a Basra hizo un juramento: que jamás volvería a reír mientras estuviera en este, mundo, hasta que su destino último se hiciera claro para él. Se dedicó de lleno a toda clase de devociones y austeridades, hasta tal punto que ningún hombre de su época pudo sobrepasar su disciplina.

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* Al-Hasan ibn Abi ‘l Hasan al-Basri nació en Medina el año 642. Hijo de un esclavo caprurado en Maisan, quien después se transformó en servidor de Zaid ibn Thabet, secretario del profeta Mahoma. En la hagiografía sufí es reverenciado como uno de los mayores santos del Islam temprano. Murió en Basra en el año 728. El texto pertenece al libro El memorial de los santos de Fraid Uddin Attar.