¿Sucedió?

Política apoyadora versus política descalificadora

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Es cuestión de cultura. En el  aprendizaje de la natación, mi novia compara las reacciones de los instructores en México y en los Estados Unidos: aquí, prácticamente ni se inmutan ante los avances o retrocesos de sus pupilos, mientras que allá, casi sin importar la calidad del desempeño de los aprendices, expresan emociones que revelan grata sorpresa por el mismo. Dicen: “¡Padrísimo! (Awesome!) o algo parecido casi siempre. Ella, mi novia, sostiene que el resultado es que los entrenados se sienten bien y se empeñan en a hacerlo bien, se arriesgan a ensayar nuevos lances.

Claro que esto es una generalización, y seguramente habrá entrenadores en México que no se comporten de esa manera. Sin embargo sostengo que ese proceder es parte de una cultura, en la que se festina y es “políticamente” correcto descalificar a los demás, pareciera que de esa manera incrementamos nuestro valor y autoestima. Aparentemente no somos conscientes de que obrando de esa manera nos descalificamos a nosotros mismos, pues los demás aplicarán esa misma conducta y más temprano que tarde nos tocará a nosotros ser el motivo de la descalificación.

La descalificación tiene varias caras, a veces aparece como crítica, o como burla, sorna, regaño, indiferencia, etc. Y si extrapolamos este comportamiento a todas las esferas de la vida nacional, veremos a una de las causas del porqué, como sociedad, como país, como economía, como población, somos poco hábiles para crear riqueza o  para producir campeones. Hemos nacido y crecido cargando un sinnúmero de desaprobaciones y de esta manera es difícil producir equipos de trabajo que desarrollen historias de éxito.

¿Cómo nos sentiríamos si en vez de que en nuestros centros de trabajo o de desarrollo de cualquier actividad, las autoridades nos dijeran cosas tales como:

“Me gusta tu espíritu realizador, pero te voy pedir que la próxima vez te fijes más en las consecuencias no deseadas de lo que haces” o “Hemos tenido problemas con los resultados obtenidos en nuestro trato con los clientes, por lo que agradeceré trabajen de una manera más coordinada”, en vez de “Es impensable tu idiotez, cómo es posible que no te des cuenta de las estupideces que ocasionas” o de “Por su manera torpe de trabajar, nuestros clientes están a punto de cortarnos”.

Los expertos en desarrollo y comunicación organizacional sostienen que las primeras frases fomentan un clima creativo y motivador donde los participantes se sienten inclinados a expandir sus potencialidades y tomar riesgos para lograr desempeños “padrísimos”; y que las segundas, en cambio, crean un ambiente donde la gente se siente a disgusto, perseguida y con el ánimo de hacer lo mínimo indispensable para permanecer en la  organización.

Un connotado psicólogo hipotetizaba que un campeón (el ejemplo lo situaba en Ana Gabriela Guevara, pues era la época de su clímax como deportista) suele tener figuras a su alrededor (padres, tíos, maestros, entrenadores), que actúan como “coaches”, es decir personas que son capaces de obtener desempeños sobresalientes de personas comunes y corrientes.

Ahora que hemos visto someramente cómo un cultura, una historia de descalificaciones ha abonado a favor de ser una sociedad más proclive al fracaso que al éxito, espero que quede claro que mi invitación es a iniciar una cultura contestataria, es decir que se base en la aprobación y el apoyo, más que en la censura y la crítica, lo cual no quiere decir que nos convirtamos en un conglomerado complaciente, con la tendencia a aceptarlo todo, independientemente de su calidad.

Es bueno aprender de la historia y afiliarnos a los comportamientos que han demostrado su beneficio.

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O.A. Morales. Esforzado nadador y ciclista ocasional, muy temprano dejó su natal Guanajuato para avecindarse en la delegación Gustavo A. Madero del DF. Su experiencia de más de cuatro décadas, ha girado alrededor de temas de calidad, comunicación y educación,   abarcando los sectores público, privado y social.  Comunicólogo y maestro en Ingeniería de la Calidad, es locutor, periodista y docente en licenciatura, maestría y extensión universitaria. Amante del arte, disfruta particularmente de las artes escénicas y la literatura. Vive enamorado de las palabras y las imágenes.