Las cosas como son

A propósito de la inocencia

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Descorrer el velo de la inocencia podría ser un propósito impostergable de todo mundo al vivir los días de su vida. Pero no lo es en general por muchas razones, entre las que puede contarse la inocencia de ser inocente, la convicción tenaz de estar en lo correcto y aun cabe hablar de no haber tenido antes la ocasión de enfocar de este modo la experiencia.

Para entrar más en detalle, incurre en inocencia de ser inocente quien se manifiesta libre de malicia, sin dobleces, ingenuamente, e incluso atolondrado, una persona que parece vivir lo que vive sin darse cuenta de lo que se trata, incluso si daña a otros como no queriendo. A su vez, una forma perniciosa de no retirar ese velo de inocencia se deriva de la seguridad de que uno está actuando correctamente, porque ya vivió, porque ya acabó un grado escolar, porque ya vivió en otro país, porque su raza es buena, porque su nivel económico no tiene yerros, mientras el otro, los otros, se equivocan, no saben, se hacen que la virgen les habla, o no se esfuerzan lo suficiente. Finalmente, el desconocimiento de que hay otras maneras de mirar los hechos, además de solo vivirlos o padecerlos, puede evitar que se miren las cosas como son. Y es que hay personas quienes por alguna razón no consiguen mirar con una amplitud mayor lo sucedido o bien prefieren atribuir su acontecimiento a alguna fuerza en la que confían, ciega y porfiadamente, sin admitir reclamo alguno ni dar cabida a la inconformidad o a cualquier otra posibilidad.

Con relación a estos modos de proceder, una causa de fondo la constituye la ignorancia, entendida como no saber qué ha pasado con la persona de enfrente en el transcurso de los años, qué ha vivido de tal suerte que le resulta inevitable actuar de otra manera, como a uno le es ya inevitable ser como es. La ignorancia de que hablo necesariamente requiere ser traducida, ser convertida en empatía, en igualdad, pero en términos de que cada persona es resultado, casi por completo, de lo que haya vivido.

En ese sentido puede hablarse de que las personas son semejantes, y hacer válido entonces el dicho musulmán aquel que reza: los hombres son todos iguales al nacer, pero son sus padres quienes hacen de ellos ingenieros, teólogos, soberbios, trabajadores, y lo que se quiera. Obviamente los padres, y las circunstancias a que uno se ha expuesto a partir de lo vivido en el seno familiar, sea su sentido hacia una dirección o hacia otra.

Es decir, con cada experiencia vivida parece diluirse cada vez la igualdad primigenia, a tal extremo que dejamos de ver el fondo y nos concentramos en la forma, suponiendo, interpretando, determinando, tomando decisiones, desde luego a partir de lo que llevamos dentro y se ha convertido en seguridad para el actuar: el ser inocente, el sentirse correcto y válido, y el ignorar que existen otras maneras de sopesar los hechos. Estamos hablando, naturalmente, de descorrer el velo de la inocencia en las relaciones interpersonales, en esos casos en que suele decirse “no sabía quién era en realidad esa persona cuando me metí con ella”, “no supe qué compromisos adquiría al firmar” o “pensé que sería una buena decisión”, por poner tras botones de muestra.

Como se ve, esa inocencia en el actuar, o en el pensar, trae consigo efectos de muy diverso calado, por ejemplo heridas leves en el afecto, agravios marcados, distanciamientos, y también pugnas y desencuentros. Por eso es que se vuelve decisivo descorrer el velo de la inocencia, pues por esta vía una persona puede disponerse a ir en pos de algo mejor, como una relación más intensa y fructífera, como una conquista personal que se traduzca en plenitud, como un pasar los días con paz y una sensación bienhechora. ¿No acaso es ese el objetivo final de la existencia? Dicho de dientes para afuera, lo es; pero bien mirado piel adentro hay razones poderosas, dispuestas a evitar su consumación, porque se basan en un amor ciego que llega a ser impertinente y hasta improductivo.

De ahí que nos empeñemos en cada consulta, procurando mirar los hechos tal como sucedieron, en descorrer el velo de la inocencia de quien consulta, a fin de que distribuya de mejor modo la carga, a fin de que se re-acomoden las personas en la relación, a efecto de que cese la dinámica inútil y comience a adquirir forma una manera nueva, desconocida, a lo mejor exigente, que sin embargo ofrecerá opciones mejores, de mayor intensidad, con menos desgaste, y una sensación de ligereza, de haber encontrado por fin un buen lugar para la vida.