Candil de la Calle

La Expo

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Una de las primeras cosas de las que hablé en alguna ocasión con Miguel Márquez Márquez hace más o menos un año, entonces inminente precandidato y ostensible candidato del PAN a gobernador, fue sobre el Parque Expo Bicentenario.

Flotaba —como sigue flotando— la nata de opacidad, polémica, dispendio y corrupción que ante los ojos de la opinión pública adquirió este proyecto con el cual el ex gobernador Juan Manuel Oliva y su Secretario de Gobierno, Gerardo Mosqueda, pretendieron convertir a Guanajuato en el centro de los festejos nacionales, la mira puesta en un mega escenario para cuya construcción y propósitos se valieron de caprichos, oscuras asignaciones, sueldos onerosos para los encargados y un elevadísimo subsidio que se sigue arrastrando en las apretadas finanzas estatales.

Desde entonces, aquel Miguel Márquez aseguraba no estar de acuerdo con varias de las decisiones de Oliva y particularmente con aquellos asuntos que derivaron en los escandalosos favores hacia su benefactor, su hija, su consuegra, su esposa. Y también que en su momento se lo había hecho saber al entonces todavía gobernador.

Y que no estaba dispuesto a pagar por ello si se convertía en su sucesor.

En cuanto a la Expo, Márquez me habló de una idea que ahora ha deslizado ya de manera pública: darle otra utilidad en el mismo ramo turístico, convirtiéndola en un parque de diversiones.

Al estilo SixFlags, para ser más claros.

No sé si sea la idea más conveniente, la mejor, la más apropiada para el espacio de cientos de hectáreas adquiridas a sabe quiénes en quién sabe cuánto y bajo sepa qué términos, que por ahora ha terminado convertida en… quién sabe qué.

Aunque su vocación se enseñorea con un monumento al derroche disfrazado de victoria alada, la lección de cómo se gastan 40 millones de pesos en una estatua que, se sabe, en realidad no se costeó originalmente ni en la mitad.

La sugerencia que en aquella ocasión le escuché al aspirante que aún no renunciaba pero ya hacía campaña para ser candidato a gobernador, fue buscar algún tipo de formato de concesión, un convenio de inversión o una renta a empresarios dedicados al ramo de las diversiones, juegos mecánicos, para instalar este concepto, que no existe en prácticamente toda la zona de Guanajuato y sus estados vecinos, y que serviría como un atractivo turístico de corte familiar de lo que tampoco hay mucho en Guanajuato, con excepción de un par de zoológicos, algunos balnearios y zonas de campamentos.

“Si no es rentable, que sea sustentable” ha dicho Márquez. “Que se pague por sí sola” comentó ya en esta semana al ventilar que el Secretario de Turismo trabaja ya en “algunas estrategias y opciones” al respecto.

Lo que Miguel Márquez no acaba de entender es que la negra marca de nacimiento de  la Expo Bicentenario es imborrable, mientras él no tenga voluntad de demostrar lo contrario y abra las cuentas, la compras, los convenios, las asignaciones, los sueldos, el fideicomiso creado para su fondeo y operación.

Sólo por curiosidad. ¿Qué empresarios se aventarán el toro de invertir, instalar, operar o manejar cualquier tipo de opción de entretenimiento en este sitio, cuestionado hasta la saciedad y convertido en el lastre sexenal del que, ya se ve, este gobierno no puede aún librarse satisfactoriamente?

Ni el gobierno puede con él.