Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Tropezar con la misma piedra

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Los programas educativos sufrieron a consecuencia de una gravísima crisis económica. Con todo y ello, en el marco de la planeación del desarrollo, se pretendía pulir la eficiencia a fin de elevar su eficacia y así propiciar el desarrollo integral de las personas, al vincular los procesos educativos con los propósitos del plan, entre ellos el carácter democrático de la educación. Esto por supuesto —a no ser que alguno de los brillantes asesores del presidente haya rescatado documentos antiguos, como lo fue la propuesta del primer secretario de educación que tuvo José López Portillo— es historia de más de tres décadas y determinó con la salida de Porfirio Muñoz Ledo apenas un año después de su nombramiento en la SEP; dependencia en la cual ya había incursionado tanto en el área de educación básica, como en la de investigación en diversos momentos de su desempeño; lo cual supone que no se trataba de un improvisado que desconociera la realidad de la educación en México.

Debido a la presión del entonces secretario de gobernación, cuyos geniales asesores[1] se sabe que le advirtieron al tuxpeño de las graves consecuencias a largo plazo de este movimiento, que propició la llegada a la SEP de uno de los primeros tecnócratas. Con Fernando Solana al frente, se expidió en 1978 un nuevo reglamento interior y por supuesto se criticó al proyecto de Muñoz Ledo “por carecer de metas”[2], privilegiándose el tema de la calidad y resolviendo esto con la universidad pedagógica (UPN), sin deparar en que el simple título de licenciatura a la larga produce más problemas que soluciones[3].  Huelga señalar que hace más de 30 años, ya los maestros manifestaron su preocupación por la posible sustitución de las escuelas normales solo por instancias de “alta especialización” al estilo globalizado y por supuesto fueron ellos quienes insistieron en la bondad de las evaluaciones y en los riesgos de iniciar una descentralización alejada de la visión federal propuesta por José Vasconcelos. ¿Fue ahí donde Jonjitud Barrios empezó a cavar su tumba?

El Plan Nacional de Educación de 1977, tomaba lo más importante de la Reforma Educativa de Luis Echeverría Álvarez, privilegiando medidas para evitar la deserción y reprobación, garantizando la eficiencia terminal y por supuesto elevando la calidad de todos los procesos.

Es importante recordar que quien propició la salida de Muñoz Ledo también fue conminado a renunciar en 1978 siendo sustituido por el profesor Enrique Olivares Santana. Ya con Miguel de la Madrid, Reyes Heroles, con logros indiscutibles en otras materias pero innegablemente el principal actor de la interrupción de un proceso educativo que, siendo objetivos tuvo muchos logros, es nombrado justamente titular de la SEP. Su muerte no puso fin a lo que en esta materia se denominó la década perdida; sin revisiones a los libros de texto, con la desaparición de normales rurales y la afectación de millones de escolapios —hoy en edades de entre los 30 y 45 años— que nunca alcanzaron una educación de calidad.

Los propósitos de desconcentración y descentralización también se tergiversan con la plena llegada del neoliberalismo y la meta hacia la “modernización”. Aun cuando con López Portillo se cumplen las metas cuantitativas de “educación para todos”, no ocurre lo mismo en materia de calidad, y todo ello siempre ha estado relacionado con variables presupuestales, pues a veces habiendo no se ha administrado correctamente y en otras, ni siquiera han sido suficientes los recursos.

Coincidiendo con quienes hoy, en respuesta a los citatorios de diversas comisiones legislativas, aseguran que las medallas solo son buenas si corresponden al primer lugar, sería sano que los “inventores del hilo negro” asesoren bien al primer mandatario para que más allá de la perversidad mediática que privilegia el mefistofélico método de descalificar, enfrentar y sustituir, propicie una salida a la educación por fin benéfica para el pueblo de México. Educación que debiera seguir siendo gratuita y laica, independientemente que los pudientes gasten su dinero en empresas educativas transnacionales dentro y fuera de nuestro territorio.

Es de esperarse que de verdad se escuchen las voces de todos los puntos cardinales, las regiones y los estratos sociales. No hacerlo es correr el riesgo que advirtió en su momento un legislador zacatecano miembro de la L legislatura. El maestro Gabriel García Rojas, con muchos otros, advirtió de gravísimas consecuencias por haber desechado, un sistema educativo y el consecuente programa que se modificó en 1977. Cerrar los ojos, la memoria, el entendimiento, la historia y la experiencia, prolongará las consecuencias de decisiones fallidas, ajenas a nuestra realidad, interesadas y con un trasfondo de verdadera traición a la patria.

Hace unos días un orador muy optimista fue pródigo en cuanto a las cualidades de escucha, reflexión y posibilidades de rectificación de rumbo de Enrique Peña Nieto. Coincido con muchos ciudadanos en que si no le va bien a él, le irá mal a México; pero depende justamente del ejercicio de estas cualidades mencionadas con relación a su persona.

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[1] Mario Vargas Saldaña  Armando Morones,  y Rolando Tamayo Salmorán.

[2] En el sexenio de López Portillo, comenzó con un nuevo esfuerzo de planeación (Plan Nacional de Educación) presentado en siete volúmenes, con un diagnóstico amplio del sistema educativo, así como programas de trabajo para la educación básica, la formación de maestros, la educación en zonas deprimidas y para grupos marginados, la educación abierta, la capacitación, la educación tecnológica, la educación superior, la difusión de la cultura; la juventud, el deporte y la recreación, y la educación para la salud. El intempestivo cambio del secretario de Educación Pública, resultó en que el Plan nunca fuera terminado  adoptando en su lugar un conjunto de políticas menos ambiciosas pero de enfoque muy práctico, con los llamados Programas y Metas del Sector Educativo 1979-1982, que comprendían 5 grandes objetivos y 52 programas, de los cuales solo 11 se definían como prioritarios.

[3] Es el mismo caso de la enfermería, se privilegió, sin visión de largo plazo y en desconocimiento total de la materia a la licenciatura, y el déficit de enfermeras generales y técnicas es tal, que las funciones de éstas, ahora son desempeñadas en muchos hospitales -aun privados- por personas de intendencia que sobre la marcha aprenden las cuestiones básicas de esta abnegada profesión.