El Laberinto

Lo prohibido

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(Foto: Especial)

Existen y siempre han existido cosas nocivas para la salud, eso no es novedad: fumar, beber, comer sal o azúcar en exceso, la grasa y las amebas de los tacos, los conservadores y los plaguicidas, lista que  además tiende a aumentar con la industrialización y los cambios que conlleva en las vidas de las personas.

Lo que es novedoso es la forma en la que se maneja a nivel de salud pública el hecho de que los ciudadanos se ahoguen en humo o en refresco de cola o que se hinchen a pastelitos industriales, pues ahora se maneja como delito el hecho de no cuidar la salud.

Pagar elevados impuestos por los productos que son dañinos, alterar patrones de conducta saliéndose a fumar o pidiendo el salero en los restaurantes o ser maltratado en los hospitales del seguro por tener sobrepeso son algunos ejemplos de dicha forma de mandar.

Si nos fijamos, todas las sanciones van en contra de los consumidores finales y nadie le explica a la gente a dónde va a parar o cómo va a ayudar a su salud futura todo el dinero extra que paga cada que compra un refresco o una cajetilla de cigarros o un paquete de chatarra cualquiera.

¿Y los que elaboran dichos productos? Supongo que sería más sencillo ir sobre ellos, que son contados, que sobre los millones de personas que les compran, regulando la cantidad y la calidad de los insumos que utilizan para fabricar sus mercancías, no tiene sentido que los que ofrecen productos saludables, que al fin todos deberían de serlo dentro de sus límites, los vendan a precio de oro.

Tan solo en el caso de los cigarros, en vez de las fotos de ratas muertas y la explicación de los químicos que tienen, sería más correcto descartar de su elaboración el uso de éstos.

Porque viendo como pintan las cosas parece que destruir la salud de las personas es un negocio redondo del que las empresas y el gobierno se llevan su tajada y donde la culpa y la peor parte nos la llevamos nosotros.