Histomagia

Vivir el FIC

Compartir

Clausura FIC 2012 DestacadoGuanajuato es una ciudad sorprendente, sus calles y plazas siempre están para recibirte en cualquier época del año. Ella se congratula de que miles de personas año con año vengan a visitarla, a ser parte de uno de los festivales culturales más importantes del mundo: el Festival Internacional Cervantino.

Cuando llega octubre, la ciudad se transforma. Todos los rincones del centro se embellecen. Ves por las calles pendones que promocionan a la manera medieval, los eventos y lugares que serán honrados y proyectados al mundo. Este año es la entrega 42 y los invitados son el estado de Nuevo León y como país, Japón.

Miles de personas se dan cita. No sé, me pareciera que la cultura aquí se convierte en amor, todos los eventos, los que son para ricos que pueden comprar sus boletos y los que son gratuitos para el pueblo en la Alhóndiga de Granaditas, derrochan energía positiva que baña a la ciudad, la limpia de energías negativas y la rejuvenece con tantos y tantos jóvenes que vienen a disfrutar de las calles: en este tiempo la ciudad se convierte en vampiro y ahora entiendo el porqué parece que aquí el tiempo no pasa, pues miles de personas se arremolinan en un caminar lento que pareciera un mar a lo lejos, un mar que tiene el vaivén del transeúnte: el de aquí para allá en búsqueda infructuosa a veces, de un espacio para comer, sentarse y disfrutar ver el paso de la gente que visita el Cervantino, las estatuas humanas, personajes famosos con los que muchos se toman fotos, los edificios famosos, el Cervantino Callejero que es la versión más popular con músicos, pintores, actores que representan su arte de manera libre.

No, si aquí en estas fiesta de cultura se da de todo y del amor más. Yo tengo una amiga que aquí, por un simple cambio de boletos de un evento a fuera del Teatro Juárez, conoció al amor de su vida, que además de guapo y talentoso, es millonario. Nadie le creíamos cuando nos lo contó, el chiste fue que este amor a primera vista dio sus frutos y, a la fecha, sigue tan enamorada, ya casada con él, en el Distrito Federal.

También, cuando los conciertos en la Alhóndiga se hacían sin tanta alharaca de revisar absolutamente todo lo que llevas, cuando uno iba y apartaba su lugar desde temprano con una cobija extendida en las gradas y podía hasta llevar tu comida por la situación de no poder dejar tus lugares apartados pues alguien los podía ganar, amistades se dan, por ejemplo, la de ese policía que ante la multitud en un concierto de Café Tacuba, te protege y te da refugio en su lugar, junto a los controles de audio, para que no salgas lastimada entre tanta empujadera, borrachazo, pachequez y demás. Aún lo saludo cuando paso por la Presidencia Municipal. Él sigue tan sonriente. O aquélla cuando los improvisados vecinos de tu cobijita te apoyan cuidándote el lugar para darte el chance de que vayas a hacer lo que la naturaleza manda después de horas esperando a que empiece el concierto, del cual ya te echaste el ensayo a cortina cerrada, pero eso sí, a oído abierto, porque las notas surgen de detrás del telón, tan poderosas como un encantamiento que no te permitías sucumbir ante las tentaciones de un lugar con menos sol o menos aglomerado. No, esas eran batallas por tu sitio, pues si alguien osaba pasarse a tu espacio, amablemente (estirándote al bostezar, sonriendo fríamente o simplemente con miradas furibundas), delimitabas tu territorio para hacer saber la falta cometida: el robo de tu espacio, en ese momento vital, pues ya lo has defendido hasta con tu salud aunque ya estés a dos de una insolación o de un desmayo porque uno de tus amigos relevos no se apareció nunca.

Hay tantas y tantas anécdotas sobre las vivencias en el Cervantino. La ciudad se baña, se arregla, se cuelga escenarios, nacionales e internacionales, luces, cámaras, flashazos interminables a todas horas del turista y del guanajuatense que orgulloso desea mostrar en las redes sociales o por mails cómo fluye la cultura por las calles y plazas musicales que proyectan sus melodías para el mundo. Pero créeme, esta vez si vienes en este octubre, sabrás de primera mano, ahora sí con más razón, el porqué. Por eso, anda, ven y anda Guanajuato.