Candil de la Calle

El gobierno que merecemos

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Lo escribo en plural porque, a diferencia de Alejandro González Iñárritu (o Alejandro G. Iñárritu, como lo presentaron al final de la ceremonia de los premios Oscar para que recibiera el reconocimiento por la mejor película), estoy de este lado del río Bravo.

Aquí vivo, en este México convulsionado.

En recientes ocasiones en que han sido premiados o reconocidos fuera de México, los directores Alfonso Cuarón y González Iñárritu han tratado de dejar en claro su posición crítica hacia la situación prevaleciente en el país, particularmente en el tema de seguridad y justicia (o delincuencia e impunidad, depende de la cara que le quieran ver a ambos conceptos) y al gobierno.

El del PRI. El que puso a Enrique Peña Nieto como presidente, junto con los votos voluntarios e involuntarios, pues.

“Rezo por que podamos conseguir el gobierno que merecemos”, fue una de las frases que el cineasta mexicano —asiduo visitante de San Miguel de Allende— pronunció ante la crema y nata del cine hollywoodense.

Luego, dijo a los mexicanos que residen en los Estados Unidos —legales o inmigrantes indocumentados, sin distingo— que espera que los traten igual de bien que a aquéllos que llegaron antes, y que construyeron ese país… de puros inmigrantes.

Hay quienes han pensado en el voto nulo como una alternativa al gobierno que no nos merecemos.

El problema es que en lo que menos piensa la clase política dominante y enquistada en los distintos cargos y al frente de las instituciones, es en admitir o ceder a la posibilidad legal y real de que ciudadanas y ciudadanos podamos expresar en una boleta electoral lo que NO queremos, y que ello cuente a la hora de los cómputos y de los resultados oficiales.

Fantástico sería que las votaciones tuvieran, en los hechos, el valor de una consulta popular o un plebiscito, y que de las boletas que el elector decidiera dejar en blanco o las anulara, se asumiera un resultado que indicara la necesidad de revisar un proceso, repetirlo, cambiar de candidatos.

Nunca como ahora la podredumbre de los partidos políticos y de muchos de sus dirigentes, gobernantes, candidatos y funcionarios ha sido exhibida de forma tan vergonzante, y a la vez tan solapada.

Frente a nuestras narices tenemos un proceso electoral más, con 17 estados en los cuales habrá cambio de gobernador.

Frente a nuestras narices desfilan un sinfín de personajes de la política con todo y sus historias de sospechosismo, tráfico de influencias, relaciones peligrosas, videos escandalosos, actos de corrupción archivados, adquisiciones ostentosas, zoológicos privados, bodegas con armas, expedientes judiciales.

Sus historias circulan por las redes un día sí y el otro también.

Todos esos personajes llegarán, con esas trampas, este mismo año, a los Congresos de los estados, a la Cámara federal, a las gubernaturas, a las presidencias municipales y a los ayuntamientos.

Tomarán las decisiones, dirán que nos representan, alegarán que les dimos el voto.

Gobernarán este país.

¿El gobierno que queremos?