Histomagia

Celebrar a los Difuntos

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(Foto: Archivo)
(Foto: Archivo)

Guanajuato, como lugar turístico, es una de las bellezas culturales de la humanidad. Todo en la ciudad se vuelve más hermoso con sus celebraciones que dan colorido y respeto tanto a los próceres de la patria como a las personas comunes y corrientes que nos rodean. Por ejemplo, en México el culto a la muerte es parte de la cultura. Cada noviembre hacemos el Altar de muertos en donde les ofrendamos comida, bebida y uno que otro “gustito” del agrado que tenía esa persona cuando estaba vivita y coleando: el cigarrito, el tequilita, etc . Los consentimos aún de muertos porque no los olvidamos, los amamos desde este lado y mientras estén vivos en nuestro recuerdo no es una muerte definitiva. De hecho, hay relatos que hablan de cuando los difuntitos acuden gustosos a comer y disfrutar de la ofrenda, saben que el amor de sus deudos es incondicional. Una mujer narró el cómo ella vio a su madre a un lado del Altar que le hizo, la vio como siempre la veía en vida y evaluando el orden de la ofrenda: que si la naranja aquí, que si la foto, el carrizo, la comida allá. No, si las madres son madres aún después de muertas. Otra persona narró cómo sus antepasados fueron a visitar el altar contentos y felices; iban platicando y hablando en voz baja, pero al ver lo hermoso de la ofrenda, subieron la voz y, ella los vio y escuchó, hasta se pusieron a bailar por la dicha que les provocaba el no verse olvidados.

Así como hay este tipo de relatos, también existen los que narran el momento de velar el cadáver, desde lo típicamente mexicano que es el contar el chiste colorado en pleno velorio hasta cuando se les cae el muertito porque pesa un buen o que se les pierde, se les incendia por la cercanía de los cirios, pero que lo rescatan antes de que el siniestro se consume. Alguien me contó que aquí en Guanajuato sucedió ese incendio con alguna mujer memorable de la capital, ello me ha confirmado que por medio de canciones se da cuenta de esta conformación cultural de los mexicanos, como aquélla de Chava Flores “Cerró sus ojitos Cleto” o mejor conocida como “El Velorio”: El velorio fue un relajo, ¡pura vida!; / la peluca y el café fue con bebida; / y empezaron con los cuentos de color para ir pasando / y acabaron con que Cleto ya se andaba chamuscando. / Se pusieron a jugar a la baraja/ y la viuda en un albur… ¡perdió la caja!; / y después, por reponer, hasta el muerto fue a perder / y el velorio se acabó, ¡hombre, no hay que ser! / Tengo en mi casa a Cleto / y ahora… ¿dónde lo meto?/ Pero como ya dijo Luz, su señora: / —murió…murió…murió.1

Sin embargo, hay otras narraciones más “raras” desde que mientras lo velas, el muertito se levanta y camina como si nada hubiera pasado; o de que estando en su caja orina o defeca, eructa, le explota la cabeza, se queja, patea el ataúd, se aparecen “seres” o espíritus de animales cerca de ellos, ánimas benditas que van a rezarles para que su descanso sea en manos de Dios y eterno, figuras difusas de la muerte con guadaña y toda la cosa. Todas las que me han contado me han sorprendido, pero la que más es la que cuenta que estando los deudos rezando para pedir por el finado, de pronto escucharon un sonido seco y muy fuerte proveniente de la caja. Todos y cada uno de los presentes retrocedieron de inmediato, sin embargo siempre hay un valiente que se atreve a lo indecible: se acerca, abre el ataúd y para horror la cabeza explotada sangre por todos lados, lo ojos de fuera, los dientes incrustados en el vidrio de la caja. Impresionante.

Creo que estos episodios poco comunes se pueden dar en cualquier parte del mundo, pero el que se den en esta ciudad les da una dimensión diferente, pues se conjuga con la visón cultural que tenemos de la muerte y se cobija con esta ciudad sui generis en donde la muerte está viva, vive con nosotros en cada callejón, en cada casa, en cada plaza… pero no me creas, mejor ven, lee y anda Guanajuato.

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1 http://letras.com/chava-flores/106320