El Laberinto

Robo de historia

Compartir
(Foto: Especial, tomada de mexicomagico.org)
(Foto: Especial, tomada de mexicomagico.org)

Es curioso que la UNESCO solo reconozca como patrimonio cultural de la humanidad aquellos sitios que son obras excepcionales del genio humano, los testimonios únicos, las muestras ejemplares de un estilo arquitectónico o los lugares que estén ligados a alguna práctica cultural vigente, porque entonces deja de lado muestras comunes desde el punto de vista estilístico que, sin embargo, pueden ser importantes para la historia y la identidad de grupos más pequeños.

Imaginen la escena, dos turistas ingenuos llegan a la iglesia de un pueblo pequeño y al acercarse a la puerta, notan que el retablo superior que la adornaba ha sido arrancando a la mala y al preguntar a los habitantes les cuentan que, hace ya muchos años, el padrecito lo vendió y huyó con el botín. Los pobres incautos tuvieron que conformarse con imaginar cómo se veía la iglesia a la que iban sus antepasados.

Lo mismo ocurre cuando, caminando por Reforma, la curiosidad empuja a la gente a tratar de averiguar quiénes son los señores de las estatuas, para darse cuenta de que ninguna tiene placa porque otros paseantes, con peores intenciones, se las han llevado, dejando a los honrados como ilustres desconocidos.

Este tipo de ausencias, producto de robos a la vista de todo el mundo, me hacen pensar en dos asuntos: sobre qué tanto se robarán lo que no se ve, lo que cabe en una caja o en una maleta, y sobre qué tanto afecta al resto de la gente, puede que sea más grave que una puerta incompleta o que un héroe anónimo.