Candil de la Calle

Lágrimas, risas y PRI

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Logo PRIDe algún modo, los priistas sí son una familia.

Disfuncional, con síntomas de violencia, traumas infantiles, celos, relaciones incestuosas, lealtades y traiciones.

Personajes de una telenovela. Un dramón sudamericano de esos que nos impactaron por las excelentes caracterizaciones y los galanes feos que comenzaron a aparecer en las pantallas mexicanas a fines de los noventa.

Magos, cómicos, perfiles siniestros, payasos de película de terror, playmates, magnates de la política, actrices.

Todo cabe en un partido sabiéndolo acomodar.

El PRI, como ha sucedido en el transcurrir de los años de su existencia en este país, se convierte una vez más en ejemplo de pragmatismo, heterodoxia, flexibilidad para estirar principios y estatutos hasta donde sea posible, para dar cabida a todo-el-mundo, porque hay que ganar votos, elecciones; perder donde está acordado —no perder, negociar, pues—; impulsar acuerdos, cumplir pactos de conveniencia y hacer pagar a los traidores, este próximo 7 de junio.

Y así, vemos cómo los partidos políticos que surgieron después del PRI se mimetizan también con esta cara del tricolor.

Veo por estos días de precampañas y campañas un cartón de algún caricaturista mexicano en el que una fila de ratas corren de un agujero a otro. En la parte superior de cada agujero hay un letrero: uno tiene el logo del PRI; otro del PRD; uno más del PAN, Movimiento Ciudadano, Morena…

Es penoso, penosísimo, que nos gane la percepción de la rata: militantes honestos, líderes ejemplares, mujeres y hombres ideólogos e idealistas también forman parte de estos partidos y trabajan desde sus filas.

Pero pocos de éstos son los que llegan a los cargos, a las candidaturas.

El botín se lo reparten los mismos, año tras año, década tras década. Pocas caras nuevas, las mínimas suficientes para sonar a “nuevo PRI”, “nuevas generaciones”.

Algunos de esos rostros nuevos, en realidad corresponden a los cachorros posrrevolucionarios. Lo vemos todos los días, cuando saltan alegremente de las páginas de sociales y de las notas de las graduaciones de los colegios… a los puestos públicos, en lugar de sus papás.

La decadencia de la decadencia.

Las otras “nuevas caras” no son más que los reciclados. Personajes de un partido que se fueron a otro. Invitados, por la fuerza, gracias a un padrinazgo, porque no les queda de otra, resentidos porque allá no se les dio la candidatura que anhelaban y acá se les apapacha.

El buen pretexto es que “quieren seguir sirviendo al pueblo, desde cualquier trinchera, porque sus principios no cambian”.

Y los vemos, como ocurre ahorita en el PRI que nos mostró un retrato surrealista el lunes en su sesión del consejo político estatal y frente a su dirigente nacional César Camacho, jaloneando y jaloneados, estirando y aflojando, cediendo y reclamando entre el partido, sus dirigentes voraces, los compromisos propios y los de todos los demás que dan el apoyo.

Pero ahí los tienen, al final de las cuentas, a todos. Prometiendo ser los mejores candidatos, los más honestos, los más transparentes, los más honorables en la campaña, los que llevarán al PRI y a Guanajuato y a México a mejores tiempos, a mejor vida, porque son mejores que los otros…los del PAN, los del PRD, los del verde, el turquesa, el MC…

Si parece la generalidad, más preocupante todavía, ¿no?