El Laberinto

El bloqueo

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

A todos nos ha pasado alguna vez, es imperativo llevar a cabo una labor y esta se escapa, traviesa, como agua entre los dedos, tratamos de asirla, cerramos el puño y entonces explota salpicando nuestros rostros mientras se escapa y ahí quedamos nosotros, humillados con el rostro húmedo y el incesante tic-tac del reloj sonando tras de nosotros. Para nuestra desgracia muchas de las cosas que debemos hacer son inaplazables, tenemos todo para hacerlo pero simplemente no sucede.

Hay también momentos de frenesí, donde todo sale perfecto y a la primera, horas donde palomeamos sin cesar los pendientes de nuestra lista y entonces desearíamos que fueran más las horas del día y menos finita nuestra energía.

La verdadera cuestión es que, salvo que sean pasatiempos, no podemos pasar la vida esperando a que lleguen los mo

mentos mágicos mientras nadamos de muertito durante la carencia de ganas y la falta de chispa; el tiempo no espera, las tareas se acumulan y cada día será más difícil comenzar a rendir. Imaginemos que se trata de ropa sucia que se acumula en un rincón, estorbando, limitando nuestras opciones para vestirnos en el día a día y además, por si esto no fuera suficiente, desmotivándonos cada que la vemos.

La inspiración debe sorprendernos trabajando, porque por más poco productivo que sea un día, nunca podrá ser peor que el no hacer nada, que no avanzar ni un solo paso, no nos queda más que aventurarnos el viaje entero haciendo algunas jornadas en mula y otras en jet, así de caprichosa es nuestra voluntad.

Hay veces que las cosas no salen a la primera, ni a la segunda ni a la tercera, pero las sacamos a martillazos, como escultor aunque la piedra este dura, este laberinto, que borré cuatro veces antes de poder terminarlo, es una prueba por escrito de que sucede.