Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Perdón maternal

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Felicidades a todas las madres del mundo

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(Foto: Especial)

Desde las madres virtuosas y bondadosas, pasando por las víctimas que sufren —porque así lo decretaron o porque carecen de la autoestima suficiente para liberarse del dominio del otro— hasta las madres cuyos negativos o defectos causan daños devastadores entre las relaciones de amor[1] la mayoría fueron festejadas ayer —en México— y el sábado en otras latitudes. Sin embargo la maternidad no ha escapado a los cambios impuestos por “la civilización”, la modernidad y el comercio.

En aras del “profit” —ganancia en dinero— a las mujeres con o sin pareja, se le ofrecen primero anticonceptivos, para evitar el embarazo precoz; en caso de algo inesperado, se ha presionado para promulgar leyes que eviten sanciones por interrupción de la gestación y finalmente toda suerte de procedimientos de fertilidad. A costos inimaginables se han abierto bancos de esperma, óvulos o embriones; los especialistas inyectan a las mujeres ansiosas de ser madres cantidades impresionantes de hormonas, luego los abogados asesoran acerca de los distintos caminos para congelar o disponer, en suma “proteger” estos elementos biológicos[2] y hasta leyes internacionales se promulgan para que parejas del mismo sexo puedan llevar a feliz término, un procedimiento basado en fertilización in vitro y la “renta” de vientres femeninos[3]. Si a esto agregamos el tradicional camino de la adopción, la maternidad es a fin de cuentas una vivencia propia de las mujeres considerada como un regalo único para la mayoría de ellas a pesar de las variables derivadas de la época, la tecnología, el nivel cultural o socioeconómico de éstas y hasta la madurez o traumas de la gente que estuvo al lado de ellas.

Tradicionalmente —y sigue ocurriendo en sociedades rurales o muy simples— la madre de la gestante y luego parturienta siempre está presente; en los hospitales y con esa tendencia a que el hombre asuma de manera más activa su paternidad, dicha costumbre natural es cada vez más extraña y en proporción directa a los embarazos de mujeres a edad tardía —30 años o más— las madres a veces inician un camino solitario apoyadas en la frialdad de los textos cuya teoría nunca suplirá la calidez que puede ofrecer quien ya tuvo esa experiencia y además tiene algún particular afecto por quien se está estrenando en esa fase de la vida. Con todo y las ventajas o desventajas de la vida moderna, mujeres en sus 30 años esperando hijos o criando a quienes tuvieron en esa década, coinciden en que su vida cambió, duermen menos, planean más, han aprendido a observar, ser pacientes y hasta cocinar. La mayoría de estas madres —con alguna profesión u oficio— trabajan aunque coinciden en su disposición de cambiar de actividad para pasar más tiempo con sus vástagos. Muchas confiesan haber disminuido sus impulsos consumistas, aumentado su capacidad de ahorro y aprendido a disfrutar más de la vida familiar que de la social.

Quienes en su tercera década ya tienen hijos adolescentes reconocen los temores y angustias derivados del desconocimiento completo de la estructura familiar de sus amigos y peor aun si no saben quiénes son sus amigos. Se empiezan a preguntar si los chicos tienen la capacidad de distinguir ente lo bueno lo malo, lo sano o lo dañino. Y si bien entienden que los “niños deben empezar a decidir y afrontar sus aciertos y sus errores, también se enfrentan al descubrimiento de que el 100% de su tiempo ya no es para ellas.

Este proceso de desapego es más dramático cuando la madre debe dejar que los hijos —en posibilidad de hacerla abuela— se alejen. Esta fase del ser madre está cambiando de manera drástica. En sociedades donde aun la familia nuclear es importante, las madres que superan los sesenta años siguen gozando del privilegio de retribución amorosa por haber procreado, situación que no ocurre en países donde la única opción de cariño es el tratamiento de una trabajadora social, una enfermera o cuidadora de ancianos y la rutina de un asilo o una elegante “casa de reposo”.

Hay mujeres de más de 80 años, ya con bisnietos, que reviven mucho de su vida al ver felices a quienes de ella descienden. Son plenas si estos la procuran más allá del interés de una herencia o cualquier otro beneficio que puedan obtener de esta madre, si observan una realidad de personas que aprendieron a valorar la experiencia de la maternidad y, sobre todo, si entienden el amor que les prodigaron a ellos sus propias madres y por supuesto las madres que a estas parieron.

Pero aun con los claroscuros el Consejo Nacional de Población (Conapo), considera que más del 70% de las mujeres mayores de 15 años ayer celebraron el día de las madres. Dentro de estos casi 28 millones de mujeres mexicanas que han tenido cuando menos un hijo, están incluidas las que han sufrido la desaparición —por crimen o por decisión unilateral de uno de los cónyuges— o muerte —violenta, por temas de salud, etc.— de un vástago. También están las que anhelando ser madres, sustituyeron esta vocación por el servicio en favor de la infancia en general o específicamente para con sobrinos y parientes más lejanos, que sin ser parte de las estadísticas de maternidad, ayer 10 de mayo fueron festejadas y apapachadas.

Por igual las que estuvieron rodeadas de hijos o nietos biológicos, como quienes ese vacío fue llenado por amigos o vecinos, todas tienen en común por el gozo de la maternidad, una vocación natural para el perdón y la fe en el regreso de su hijo perdido.

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[1] “La madre estrago”, Cristina Jarque y Lola Burgos Editorial Ledoria, Toledo, España.
[2] Dos artistas renombrados en los Estados Unidos sostienen un litigio millonario pues al divorciarse él pretende retirar a su expareja la custodia de los embriones resultado de un proceso de inseminación de ambos anterior a su separación.
[3] Los españoles vienen a México y diversos países de América latina porque allá está prohibido. La maternidad subrogada es un método que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) implica que una mujer lleve adelante un embarazo acordando entregar al bebé a las personas que pagan. Este tipo de maternidad tiene dos variantes: la tradicional, si la madre gestante es inseminada artificialmente, usando su propio óvulo la hace también madre biológica; y la gestacional, cuando la pareja que se quedará con el bebé provee el óvulo ya fertilizado in vitro para implantar en la madre sustituta.