El Laberinto

Gatos y perros

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Maruca (Foto de la Autora)
Maruca (Foto de la Autora)

El mundo se puede dividir en dos grandes bandos: la gente que prefiere a los gatos y la que prefiere a los perros. Siempre, cuando alguien habla de su mascota saltan los comentarios comparándolo con el opuesto y si reciben visitas sabrán lo incómodo que puede llegar a ser tener a alguien intransigente del otro bando en casa.

Desde hace ya varios años, todas mis mañanas tienen un factor en común, despierto acompañada por mi gata Maruca, ya sea como un pequeño bultito en alguna zona de la cama, como un par de ojos amarillos y redondos que me observan desde el buró o como un cuerpo elástico y peludo que se frota en mis piernas mientras camino al baño, puede sonar como poca cosa pero es de las partes más bellas de mi día.

Tal vez sea por las características del cariño felino que he vivido en primera persona y que es sutil, independiente y silencioso, que siempre consideré que las personas que decidían tener un perro en su hogares debían estar un poco locas, para aguantar el caos, el ruido, el movimiento, y responder a sus demandantes necesidades de educación y tiempo a cambio de la amenaza de ser mordido en cualquier momento.

Pero este pensamiento cambió cuando comencé a convivir cercanamente con un cachorrito, pues descubrí que es muy gratificante ver cómo aprende lo que se le enseña, la alegría que demuestra cuando te ve llegar y la compañía y seguridad que se siente al pasearlo por la calle.

Como con la mayoría de los gustos individuales, representan diferentes estilos de vida que no son necesariamente excluyentes y creo las rivalidades solo se encuentran dentro de nuestras cabezas: la compañía y el amor lo son sin importar si ladran o maúllan, en lo personal creo que de nuestra relación con los gatos deberíamos aprender a querer sin poseer, muy útil con la pareja, y de los perros a ser responsables y a educar, como a los hijos.