El Laberinto

Abrir las fronteras

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Ningún ser humano ha tenido el poder de decidir el lugar en el que nace y el destino de este sitio depende en una medida tan pequeña de nuestra acción y voluntad que es prácticamente imposible predecir si es que el desarrollo de nuestras vidas y el final de las mismas se llevará a cabo en la misma tierra donde dimos nuestros primeros pasos.

Migrar como una acción voluntaria, motivada quizá por motivos económicos o sentimentales, representa en sí una renuncia al mundo conocido, a los seres queridos y a la seguridad que ambas implican pero siempre queda, en el peor de los casos como una posibilidad remota, la esperanza de volver al hogar. Tristemente no es el caso de las personas que huyen por razones ajenas a sus deseos, cuando su vida peligra ya sea por causas naturales o por cuestiones políticas internas o globales, pues en este caso su mundo ha sido destruido y este hecho los deja a la deriva y con las manos vacías.

Para los países que reciben a quienes han sido desplazados las cosas tampoco son tan sencillas como parecen, la hospitalidad puede resultar muy cara en cuanto a las relaciones con los países que han suscitado la problemática y por si esto no fuera suficiente tienen que lidiar internamente con el choque que esto implica, es decir con la reacción de su propia población al encontrase con los otros y al ver el trato que estos reciben, pues muchas veces los países receptores le ofrecen a los recién llegados beneficios que no siempre pueden brindarle a su propia gente y esto genera odio y más problemas. La cultura de los recién llegados, esta que les sirvió para integrarse con su gente y para sobrevivir en su medio se vuelve un lastre muy pesado cuando se encuentra con gente que no está dispuestas a abrirse a lo diferente.

Las personas que pierden su hogar, sus posesiones y muchas veces también a sus seres queridos, tienen aun lo más importante: la vida y esta como semilla solo necesita tierra donde sembrarse para volver a florecer. Tal vez no decidamos donde nacemos ni lo que sucederá con este sitio y tampoco podemos hacer mucho con las decisiones que lleven a los gobiernos a abrir las fronteras para los menos favorecidos, pero lo que sí podemos hacer, si se presenta la ocasión, es no sumarnos a la cadena de obstáculos que ya han tenido que sortear.