Guanajuato es una ciudad de población flotante. Esta población está conformada en una gran parte por los turistas, y la otra son los estudiantes que vienen a las universidades que dan la oportunidad de estudiar diversas carreras con el fin de lograr un título académico y mejorar su calidad de vida. Muchos, en cuanto terminan sus estudios, se regresan a sus lugares de origen o los más suertudos se van al extranjero, la mayoría se quedan a trabajar en oficinas de gobierno, en alguna de las universidades o instalan sus consultorios aquí.
Me cuenta Pam, mi amiga, que ella tiene familiares que rentan un departamento en la zona conocida como la subida del Carrizo. Ella me dice que hace algunos meses, su tía le mostró el depa a un Psicólogo recién graduado. El joven, entusiasmado por vivir por primera vez solo, aceptó sin contratiempos las condiciones y lo rentó, pero más tardó en llegar a la casa que en llamarle a la tía de Pam, para darle una serie de quejas sobre acontecimientos extraños que sucedían allí.
El joven le alegaba a la dueña que no tenía privacidad, porque ¿cómo era posible que una señora se hubiera metido a su apartamento?. Eso no venía en el contrato. La tía de Pam, extrañada le pide que le cuente que sucedió, porque es imposible que alguien pueda accesar a su depa.
El joven le relata que van varios días en que se ha encontrado con una señora adentro del lugar. Dice que la primera vez que la vio fue en el comedor y se molestó mucho, le dijo muchas cosas, la corrió y la señora intrusa no dijo nada, ni hizo nada: no volteó, inmóvil se quedó ahí. Fue entonces que el joven, en el colmo del coraje, saca su celular para llamarla a ella como dueña de la casa, y en un instante, molesto diciendo improperios, voltea y…nada, la señora ya no estaba. Lo peor es que el joven no escuchó pasos, ni el cerrón de la puerta, ni nada. Atónito ante lo que ve y está viviendo busca desesperado a la señora en el baño, en la recámara, en el patio…nada… ella se había esfumado. El joven, en busca de su objetividad y dada su carrera de Psicólogo, sólo atina a reconfortarse con un: “seguro salió tan de prisa porque se ha de haber dado cuenta que aquí no es bienvenida”.
A los pocos días, estaba por tomar un baño, el muchacho listo en la regadera, abre la llave y nada de que sale agua caliente. Es entonces que se da a la tarea de ir a ver qué sucede con el calentador de luz que tiene la casa. Sale semidesnudo a checar la pastilla que revisa: estaba perfecta, y cuál es su sorpresa que ahí ve otra vez la señora deambulando por la casa. Apenado el joven se mete al baño, se viste rápidamente para ir a correr otra vez a la mujer, pero ésta ya no estaba, ya no la encontró. Lo más sorprendente es que, en ese preciso instante, la regadera saca agua caliente, como normalmente sucede.
La tía de Pam, ante esto, sólo atina a decirle que no volverán a suceder estas cosas, él, incrédulo, le dice que no ha terminado, y le narra cómo es que no es el único que ha visto y escuchado actividad inusual ahí, en ese lugar. Le cuenta que pese a que paga todas sus luces, éstas se prenden a la menor provocación, el vecino le dice que ha escuchado la descarga del depósito del baño, así como la regadera, cuando él no está. Ya verdaderamente más molesto que asustado, el joven le exige una mayor explicación. La tía de mi amiga sólo le dice que le promete que no volverá a escuchar estas cosas, con el fin de calmarlo y de darse, ahora sí a la tarea de investigar qué pasa en ese departamento, pues no es la primera vez que le cuentan de esa señora en el depa.
Así que ambas, Pam y su tía, recurren a la sabiduría ancestral de su familia, y van con su abuela a contarle lo sucedido. Con mirada serena, la anciana les dice que no se asusten, que es normal que esa señora esté ahí, pues ella piensa que es “su lugar” y de hecho lo es. Y les narra la historia.
Cuando estaban construyendo ese departamento, recuerda, uno de los albañiles le pidió permiso para que su esposa que era de Dolores Hidalgo, viniera a visitarlo a conocer la casa y la ciudad. Su abuela le dice que sí que no hay problema. Así que el día que la señora llegó a la casa, su abuela pasó, la vio ahí de pie en la construcción y se presentó con ella, la señora nunca le contestó ni nada, su abuela pensó que era por ser de otro lugar, así que se fue a hacer sus deberes. De lejos la seguía viendo. Al poco rato vio al albañil, lo llamó y señalando al lugar en el que estaba su esposa, le dijo: “Ay Benito, ya conocí a su mujer, pero es bien callada”, extrañado el albañil le contestó: “Señora, mi mujer llega mañana”. La abuela le dice: “No mírela, ahí está”. El albañil, voltea y no ve nadie, y ahora sí asustado, le dice: “Señora, ahí no hay nadie”. La abuela de Pam se acerca y ve poco a poco como la figura de esa mujer se desvaneces en la nada. Aterrorizada pero pensando que es una imaginación suya, ambos, Benito y ella, la buscan adentro, afuera, pero no estaba. Nunca más volvieron a verla. Hasta ahora que se le aparece a este muchacho, dice su abuelita.
En este momento la tía de Pam está en el dilema de explicarle el porqué de las apariciones de la mujer, pero duda que el Psicólogo lo entienda. Es por eso que en busca de consejo, mi amiga Pam, nos cuenta esta historia. ¿Quieres ayudarla e ir a conocer el departamento? quien sabe y veas tú a la señora también ahí, en su lugar, y a ti sí te responda. Ven, lee y anda Guanajuato.