Histomagia

Alguien.

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Guanajuato estuvo de gala este jueves por el festejo de la Independencia de México. Los ciudadanos, los turistas y los fantasmas toman las calles para poder dar rienda suelta a la alegría que históricamente supone el estar fuera del yugo español. La algarabía entonces mezcla dos mundos que se tocan permanentemente en esta ciudad.

Me cuenta una amiga que ayer, precisamente, ella iba por uno de los callejones contiguos a la Alhóndiga de Granaditas y dice haber visto pasar un tropel de personajes con taparrabos de manta en dirección del almacén de semillas que fue la Alhóndiga y que ahora es uno de los museos más representativos de la región. Pensó en un principio que eran muchachos actores de la universidad, pero no. Los desarrapados iban flotando, levitaban pero daban zancadas, pasos largos, como si les fuera preciso ir y estar rápido en el edificio.

Otra amiga que vive cerca de ahí, me cuenta que es muy común que por las noches se escuche cómo es que gente pasa por su callejón, se oyen los pasos, pero también se escuchan hierros que chocan, como especie de espadas, madera que pega en el piso, como arrastrando palos, sonidos que se pierden en la noche y que desde siempre velan por nuestra seguridad al ser seres que en su momento pelearon por la independencia de nuestro país.

Alhóndiga Destacado PM (1)Sin embargo, una de las historias que siempre me ha parecido fascinante, es la contada por un amigo que vivía en Cantarranas, calle del centro, cerca del Teatro Juárez. Me dice que iba una madrugada saliendo de uno de los bares cercanos a la Alhóndiga de Granaditas, dice que iba muy quitado de la pena bajando por la escalinata, ya iba solo, pues acababa de dejar a su amigo del alma en su casa de asistencia donde rentaba un cuarto. Bueno, el caso es que iba ensimismado con pensamientos sobre la existencia de Dios, tema que había estado discutiendo esa noche, que no se percató que alguien lo iba siguiendo muy, pero muy de cerca. Al sentir ese alguien, mi amigo volteó y no vio a nadie, pero sentía la presencia de “alguien”, de alguien que además olía como a establo, como a campo, no atinaba a encontrar quién o qué podría ser. Lo más escabroso fue cuando de repente ve salir del muro del hotel contiguo a una caballería completa, jinetes que llevaban espadas alzadas, y que iban revueltos con personajes pobres, de a pie, vestidos con calzón de manta, que eran muertos por los de a caballo. Estupefacto se quedó mi amigo y no atinó a hacerse a un lado, sólo se quedó viendo con los ojos desorbitados cómo es que esos personajes jinetes y pueblerinos pasaban sobre de él sin notarlo, sin darse cuenta de su existencia, como si dos dimensiones se encontraran en algún vórtice temporal. Mi amigo dice que sintió una energía de fuerza y tristeza a la vez, energía que deja la guerra, el sentir que peleas por una causa justa pese a tener a veces todo en contra. Lo peor vino cuando vio cómo uno de los caballos pudo verlo por un instante y paró en seco, subió sus patas delanteras en un relincho que ensordeció a todos los fantasmas presentes, que miraron al caballo como si estuviera endemoniado, nunca vieron a mi amigo, pero el animal sí lo vio y él también, se vieron en un instante de la existencia dimensional. No, si los fantasmas dejan la energía, pero con sus hechos hacen la historia de nuestro pueblo que quedó impregnada en las callea y los muros de la ciudad.

Hasta el día de hoy, mi amigo no puede entender por qué le sucedió a él, pues nadie le quiso creer que eso fuera cierto, pensaron que con la borrachera de esa noche, puedo ver hasta lo que no. Pero, bueno, nada perdemos yendo a ver si sucede, y vivimos un pasaje fantasmal de la historia de México, ¿quieres acompañarme? Ven, lee y anda Guanajuato.